CAPÍTULO 16

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—Vamos, Alex —me dijo una amable voz —. Hay que ir a clase, dormilona.
—Ughhh —solté un gruñido.
—Venga, anda, que te espero abajo.
Gaby se marchó de mi habitación y yo intenté ponerme en pié pero lo más que conseguí fue quedarme sentada en la cama. Sentía cada uno de mis músculos a punto de deshacerse, además yo siempre he sido de madrugar, por lo que supongo que tenían que haber sido los sedantes que me dio el día anterior Gaby.
Cuando conseguí reunir las fuerzas suficientes para bajar me encontré a Gaby ya vestido, leyendo el periódico sobre la encimera de la cocina y con dos boles de cereales.
—Hombre —comenzó a decir —. ¡Si te has levantado!
—Esos sedantes son más fuertes de lo que esperaba.
—Son sedantes y como su propio nombre indica te sedan.
Lo miré a los ojos y arrugué el ceño.
—Que poco te has currado el desayuno —dije, para picarle.
—Pues lo que he pillado —musitó, poniendo los ojos en blanco —. Venga, siéntate que vamos a llegar tarde.

10:03
Al final conseguimos llegar a tiempo, pero seguía pensando que en cualquier momento se me iban a caer cada una de las articulaciones de mi cuerpo y que me iba a dar de cara con la mesa, menudo sueño que tenía aún.
Había pasado de traerme el collarín, no quería que nadie se enterase de nada, además, si no me hablaba con la gente de mi clase como a alguno de le ocurriese la genial idea de hablarme simplemente para saber qué me había pasado harían, sin mucha dificultad, que me hirviera la sangre. De todos modos, si no hacía ningún movimiento fuerte no tenía que pasarme nada.
Hasta Úrsula, que ese día sí había venido, me preguntó que si me encontraba bien, por lo que supongo, que la cara que tenía no debía de ser la mejor, pero yo seguía en mis trece pensando que no le incumbía a nadie.

Fueron pasando las horas poco a poco, el reloj de la pared de la clase parecía negarse a avanzar y los profesores no explicaban nada que despertara interés en nosotros, ni que nos despertáramos tampoco.

Cuando llegó la hora del almuerzo le di la mitad de mis canelones a James y a Gaby pues no tenía demasiado apetito.
—No sabes como te lo agradeceré en mis próximas reencarnaciones —musitó Gaby.
—Pero que exagerado eres.
—Puede, pero no al menos cuando estoy muerto de hambre.
—Debería darte vergüenza quitarle la comida a una pobre lesionada —dijo, irónicamente James, mientras se llevaba a la boca un trozo de mis canelones y yo le miraba arrugando (como no) el ceño —. ¿Estás algo mejor?
—Estoy genial, además, he dormido como un bebé.
Aunque ellos no sabían nada sobre mi persistente insomnio.
—Y bueno, James —empezó a decir Gaby —. ¿Cómo os va en el equipo?
Ay.
Desde que Gaby lo echaron del equipo, o más bien, hicieron que se fuera, seguía preguntándole a James por el mismo.
Realmente, se habían comportado como una panda de gilipollas hipócritas. Le habían estado haciendo a Gaby la estancia imposible y, cuando James intentó frenarlo le hicieron el vacío a él también, pero no se atrevieron a echarlo pues es todo un atleta.
—Pues bastante bien —constestó, con una pausa James —. Pero sabes que sin ti no es lo mismo, tío.
—Ya —respondió Gaby con una sonrisa, pero sus ojos no lo demostraron.
—Lo sabes de sobra, Gaby —interpuse yo —. Vamos, ¡si cada uno se merece una hostia bien dada!
Pareció sonreír, al menos de algo servía.
—¿Y eso de que cómo "nos" va? —dijo James, recalcando el "nos".
—Adjetivo posesivo. No sé — se encogió de hombros—, al fin y al cabo se supone que somos —rectificó—. Éramos un equipo. Y ahora vosotros, claro.
—Ya, pero para lo que valen tío...
Era realmente extraño ver a James hablando mal de alguien, y si lo decía era porque lo pensaba.
Y sin duda era cierto.
—Pero me refería —continuó—. A si has fichado a alguno.
—¿Qué? ¡Pero qué dices tío! Sabes que si fuera así te lo diría.
—Nos —interpuso Karen—. Adjetivo posesivo. —continuó con una sonrisa.
—Ejem, hola —dije—. Se supone que eres mi mejor amigo, Gaby.
Se empezó a reír.
—Ya, ya, pues hablemos de ti, Alexa. ¿Tienes fichado a alguno?
—Que va, los chicos de aquí o son gilipollas o gays, además sabes que tampoco tengo el más mínimo interés.
Y era cierto.
—¿Soy gay?
—No, eres gilipollas, cariño —le respondió Karen a James cogiéndole de la mano y guiñándole un ojo—. ¿Y Eric?
—Oh no —negué con la cabeza—, ni loca, es un asqueroso.
—Pero te sigue gustando.
—Que no.
—Te has puesto roja.
—Pues como siempre. Además, ¿no estábamos hablando de Gaby?
Buen método de huida Alexa, ¡choca esos cinco!
Que, vamos a ver, yo seguía pasando por los pasillos y si veía a Eric era normal que me siguiera poniendo nerviosa.
Pero ya no sé si por la atracción que sentí o por lo que le hizo a Gaby.
—¡Eso digo yo! —respondió él.
—Pues venga —continué yo—. ¿Hay o no hay algún chico mono que te guste?
—Hm, ¡este flan está realmente delicioso! —exclamó.
Karen y James empezaron a reírse como hienas, y yo a reírme a secas.
Hasta que, a lo lejos, vi algo que hizo que me pusiera el pelo de la nuca de punta.
Amy.
X.
Juntos.
¿Hola?
Intenté enfocar más la imagen poniéndome con disimulo las gafas que tenía sobre la mesa y, cuando la imagen se volvió nítida, pude estar completamente segura.
Estaban ambos de lado, apartados unos pocos metros de la mesa "de" Amy/los que se creían guays, él mantenía el rostro serio y ella tenía esa expresión que solía poner cuando ligaba mientras se tocaba el pelo.
Al fin pude verle, aunque tampoco sabría decir mucho en ese momento. Pelo oscuro con flequillo y tez blanca. Por lo demás seguía teniendo la misma estatura alta y espalda ancha.
Me dio tanta rabia que decidí no seguir mirando.
Tal vez porque el chico fuese tan gilipollas de juntarse con esa gente.
O porque estuviese ella ligando sin conocerlo.
O porque ambos se conocieran.

Entre mis sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora