No me hacía falta nada para saber con total seguridad quien era, el corazón me iba a mil y estaba empezando a sentir un calor que sabía de sobra que no hacía.
¿Pero qué hacía él allí?
¿Comó podía ser que:
1- estuviese a tantos kilómetros desde donde la última vez le había visto
2- estuviese hablando con el entrenador como si nada, como si se conociensen de toda la vida
3- y la más obiva, no había acaso lugares como para acabar allí?
Intenté relajarme un poco e intentar agudizar el oído pero de poco me servía pues solo escuchaba el nerviosismo del que mi corazón me hablaba.
Sin duda era él, era el chico que había estado viendo durante toda una semana de espaldas a mi habitación junto a la orilla, fue el chico por el que dije de dar una vuelta por si podía verle la cara por simple curiosidad por saber quien había bajo esos anchos hombros, pero al final no pude.
Y si algo tenía seguro es que esa espalda era suya porque, además, iba con la misma sudadera negra que le había visto esos días de vacaciones.
¿De qué estaba hablando con el entrenador?
Continúe observándole, a espaldas suyas e intentando escuchar algo pero ni siquiera pude, ¿qué se supone que estaba haciendo allí? En frente suya note la sonrisa que el entrenador tenía en su cara, no podía ser que sin conocerle estuviese tratándolo con confianza, ni siquiera lo hacía con nosotros.
Por mucho que intentara ver poco podía hacer desde allí sentada, tenía la curiosidad de, al menos, verlo de frente, saber de qué color eran sus ojos y su piel, saber si tenía o no flequillo o si era de frente ancha o estrecha, necesitaba saber más después de haberme pasado noches preguntándome qué hacía frente a la orilla parado.
Era alto, más aún que el entrenador y eso era bastante, yo era alta y aún así debía de sacarme unos 20 centímetros pero la espalda pese a tenerla ancha no llegaba a ser tan nivel armario como el entrenador.
Pasaron no sé, 15 minutos tal vez o puede que poco menos, al final el llamémoslo chico x acabó yéndose junto el entrenador al tocar la sirena dejádome con la misma información que tenía antes sobre él, ninguna.
Aunque éramos muy pocas personas salieron lo suficientemente rápido como para que yo me quedara la última y al final acabara perdiéndolos de vista a ambos.Cuando tocó la hora del almuerzo volvimos a ser zombies hambrientos o vampiros sedientos intercambiamos pocas palabras hasta que al final terminamos la comida.
—¿Y el trabajo de anatomía, Karen?
—Oh no, deja las ciencias preclínicas, nada de números, biología ni ciencia por favor James.
—¿Pero qué tienen de malo las ciencas, Gaby? —le dije.
—Absolutamente nada, no tengo nada en contra pues tengo claro que de no haber existido yo aún sería una persona sometida a pinchazos para curar mi homosexualidad, Alexa, y en serio que tampoco me haría gracia que me matasen en una hoguera.
Reí.
—Bueno tendrías todo el calor que en Estocolmo no tenemos.
—Ja. Ja. Ja. Venga ya, si sabes perfectamente que deberías de haber cogido arte.
—Me gusta lo que estoy haciendo, Gaby —dije.
—¿Tal vez porque las personas influencian? —respondió y no supe que responder.
Me gustaban las ciencias, me gustaba aunque todo el mundo dijese que sabían que no. Mis notas eran de bienes y notables pero insistían en que en arte serian mejores ya que me gustaba más.
—Dibujas de maravillas, Alexa —continuó James —. Y sabes que soy el primero que lo admira, deberías de haber seguido los pasos que te gustan.
Decidí callarme.
Aunque eso pudiese ser sinónimo de dar la razón, era mi vida, era mi vida y me gustaba dibujar y punto pero no me iba a mudar a 80 km de mi casa para estudiar algo que ni siquiera sabía qué salidas tiene.
—No te enfades tonta —dijo Gaby dándome un codazo.
—No lo hago.
—Sabes lo bien que dibujas y que se te daría bien.
—Dibujar bien no lo es todo.
Se quedaron en silencio mirándome, yo me levanté y les dije que tenía que ir a por unos apuntes de mi taquilla lo cual no era verdad. Andé, andé sin saber hacia donde por los pasillos desiertos del instituto, se me habían olvidado las gafas en la mesa pero aún así veía todo con (más o menos) claridad.Cuando llegué al fondo del pasillo no tuve otro remedio que entrar en el baño.
Estaba vacío lo cual me relajaba.
Me lavé la cara con el agua fría de las viejas tuberías y me recogí el pelo en una cola alta no muy bien hecha.
Miré el reflejo de aquella persona alta, de pelo rubio oscuro y ojos azul intenso.
Sabía quien era, o al menos eso intentaba tener claro, a veces todos me lo ponían difícil pero debía de mantener los pies en la tierra.
"Los deberes primeros y los hobbies después, Alexa. Tú mejor que nadie sabes quien eres." Me dije a mí misma.
Salí del baño pues no quería dejar esperando a mis amigos y me dirigí de nuevo al comedor.
Cuando fui a entrar vi por el ventanal al chico de aquella mañana, al de las vacaciones, al de la sudadera negra; a mi llamado chico x, sin pensarlo mucho salí por la puerta principal hasta llegar al patio, no fui corriendo, solo andando rápido pero era obvio que sus piernas le permitían ir más rápido que yo, cuando crucé la puerta y vi que no estaba me di la vuelta.—¿Todo bien? —dijo Karen.
—Todo perfecto —sonreí.
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Entre mis sombras
Teen Fiction[Sigue leyendo, tal vez encuentres algo que consiga atraparte entre las páginas.]