CAPÍTULO 5

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 Terminé engullendo mi prometido helado de tres pisos con frutas y un barquillo (el cual dejé porque no me gustaba) junto a una carne de nombre extraño por la cual mi madre hizo especial hincapié en que me la pidiera y al final me la acabé comiendo toda junto a la mitad del pescado que se había pedido, si Amy hubiese estado allí me habría repetido lo mucho que odiaba mi constitución que, aunque normalmente no soy de comer mucho, pero si bien es cierto que tiendo a ser bastante delgada.

—Alexa.

 Desplacé mi mirada del plato que quedaba sobre la mesa, con el poco helado que se había derretido, hacia los ojos de mi madre.

—Ese chico no para de mirarte.

 Seguí con algo de descaro la dirección que mi madre señalaba, pues la palabra “disimulo” nunca ha estado en mi diccionario hasta toparme con el chico del que hablaba:

 Alto, posiblemente 10cm más que yo (1’80 aproximadamente) rubio y ojos claros, en definitiva, un guiri en toda regla aunque no sé si yo, siendo de Estocolmo, tenía mucho derecho a decir eso.

—Es guapo.

—Sí, y posiblemente tendrá 10 años más que yo —le respondí sonriendo, aunque siempre me costara hacerlo pero con ella era inevitable.

—¡Anda que exagerada! Yo le echo hmm… 8 años más.

—Mamá no sé si te estás dando cuenta de que estás intentando emparejar a tu hija con un camarero guiri de posiblemente unos 10 —la miré y corregí —, 8 años más que yo, cuando paso mucho tiempo sola en casa, ¿quieres que tenga a alguien metiendo todo el día en casa, mamá?

 Se empezó a reír.

—Ni siquiera es el camarero.

 Torcí la cabeza.

—Camisa blanca y pantalón negro —respondí.

—No es suficiente.

—¡Pero si lleva una bandeja en la mano!

—Vale, ahora sí es suficient… ¡que viene!

—¿Qué?

 Y el chico rubio apareció tras mi silla.

—¿Todo bien? —dijo, a lo que ambas asentimos. Me miró —. ¿Algo que objetar señorita?

—Eh, no, salvo que el helado se ha derretido.

—Suele pasar —me respondió con una sonrisa.

—Donde yo vivo el tiempo no lo permite, Estocolmo.

 Me encogí de hombros y él o no supo qué responderme, o se tenía que ir o ambas cosas porque no me respondió y yo solo quería que no me hablase, no por borde ni porque el chico no fuese guapo (que en absoluto) simplemente que pasaba, no iba a ponerme a intercambiar dos frases tontas con una persona a la que no iba a volver a ver.

—Me sorprende tu poder para espantar a los chicos.

—Me lo tomo como un cumplido.

—Bueno, sin duda hará que esté más tranquila cuando vaya a la ciudad.

 Asentí, tampoco tenía mucho que decir y continuaba mirando al sitio en el que momentos antes estaba el plato de mi helado.

—Yo a tu edad ya había tenido varios novios.

—Pues eras bastante espabilada —dije riéndome.

 Yo lo más que había hecho fue darme unos cuantos besos hace bastante tiempo con Eric, el típico guaperas deportista del instituto, que hasta su nombre dejaba claro que era de los mandamases y si os preguntáis que cómo pudo ser el primer beso de una persona como yo con el líder de fútbol americano del instituto, os digo que tiene su historia y que ya os enteraréis. Pero para mí tampoco tuvo repercusión alguna, ni lo repetiría ni lo borraría aunque en su momento estaba que me subía por las paredes porque, pese a no haber sido nunca del grupo de los populares, a alguien como yo también le podía gustar alguien como él, y me gustaba de verdad hasta que me enteré que con Amy tuvo más que unos bonitos besos en la puerta de la casa de Eric, pero tampoco se lo tengo en cuenta ahora, puesto que Amy pasaba más tiempo con ellos que con Gaby y conmigo por lo que al final se le acabó pegando su forma de… relacionarse.

20:27

 Me fui a dar una vuelta sola por la playa puesto que al final había ido a cenar donde mi madre quería también me apetecía tener un poco de tiempo para mí, esa noche no me preocupaba llegar tarde y no estar metida en la cama cuando todo a mi alrededor se volviese de nuevo oscuro, no, esa noche quería pensar un poco más en mí y relajarme al menos un rato.

 Estaba metida en la orilla con el agua hasta las rodillas, con los ojos cerrados y las manos en los bolsillos de mi sudadera gis inspirando la brisa salina.

Era precioso.

Realmente era precioso todo aquello y las malas noches que había pasado no podían superar a aquellos pequeños momentos de paz.

 Me tumbé en una tumbona que había sobre la arena de la playa desierta y simplemente me quedé contemplando todo, tomando imágenes mentales de todo mi alrededor con el deseo de que se quedasen guardadas en mi memoria por mucho tiempo.

 Especialmente de la luna.

 Aquella noche había luna roja y proyectaba una sombra tan sombría como bonita sobre las calmadas aguas.

 Y allí me quedé durante varias horas.

 Entre contemplando la luna y esperando a que algo interesante sucediera.

 O alguien, pero resultaba extraño que aquel chico que llevaba viendo por la ventana a la misma hora desde que estaba allí aquella noche no acudió.

 Y no es que estuviese en la playa esperando con frío y sueño a que él apareciera, no, pero al menos me gustaría haberle podido poner cara al chico de pelo revuelto castaño y sudadera negra que me había pasado contemplando cada noche desde días atrás.

 Pero el tiempo pasaba y el sonido de las olas rompiendo contra la orilla solo hacían que cada vez los párpados me pesaran más.

—Eh, ¡despierta!

 Alguien me estaba dando repetidas veces sobre el hombro aunque en aquellas condiciones sentía que me estaban sacudiendo bruscamente.

 Ma-mamá, que aún es temprano…

—¿Pero me quieres hacer caso?

 Abrí los ojos y lo primero de lo que me percaté es de que todo seguía oscuro, aún era de noche, estaba sobre la tumbona y, además, sentía que encima tenía echada una chaqueta que no era mía.

 Dios, estaba helada.

 Finalmente giré un poco más la cabeza y me topé con la cara de alguien que me resultaba vagamente familiar.

 Pelo rubio.

 Ojos azules.

 Oh, no.

 Era el chico de hacía hmm, ¿unas horas? Estaba de brazos cruzados y me miraba alzando una ceja, ya no sonreía como en el chiringuito.

Entre mis sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora