Capítulo II: El Ángel de la Música

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La ventana de mi dormitorio me permitía observar la parte trasera del teatro con un muy buen ángulo. Justo después del incidente con la diva Carlotta nos habían enviado absolutamente a todos a los dormitorios. Por un momento logré quedarme dentro del teatro, pero no pasaron ni tres minutos cuando uno de los guardias del campus fue a sacarme de mi escondite.

El teatro había permanecido cerrado toda la tarde, inclusive las clases de canto fueron reorganizadas en otro lugar. No sabía cuanto tiempo había estado sentada sobre el alfeizar de la ventana mirando fijamente aquella construcción de piedra esculpida que era mi teatro, supuse que había sido bastante porque desde hacia una o dos horas, el sol se había escondido tras la fachada de la Academia Atenas. No sabía incluso el porque miraba fijamente la parte trasera del teatro; una parte de mi quería que las respuestas a las preguntas in formuladas en mi cabeza aparecieran  mágicamente por la entrada y salida de los actores.

El escalofrío aún seguía recorriéndome la espalda, y el roce de aquella capa se había quedado grabado en mi mejilla como fuego ardiente. Mi cerebro no dejaba de decir que todo aquello había sido producto de mi confina imaginación; simplemente era imposible de creer que había un ser fantasmal habitando el teatro de la Academia. Suspiré. Giré la cabeza en dirección a mi cama y sentí como las vértebras de mi cuello tronaban una a una. De no ser porque aún estaba concentrada en aquella puerta del teatro no habría podido ver como esta se abría y por ella una forma encapuchada se dirigía hacia el departamento cultural ubicado detrás del teatro.

-          Bingo. — dije para mí misma

Seguí con la mirada a aquella figura, pero mi sorpresa fue incluso mayor cuando una lámpara le dio un fugaz destello de luz a su rostro. El profesor de filosofía.

Me quedé petrificada por momentos; entraba y salía de la realidad. Pude haberme quedado así por el resto de la noche de no ser por la voz de Meg Giry, quien en el pasillo parecía mantener una conversación amena con alguien más.

-          Vamos, Christine — decía Meg — Sabes que estas diciendo cosas irreales.

-          Meg, te digo que estoy diciendo la verdad. — habló su acompañante. La bella Christine Daaé. — Fue el Angel de la Musica.

-          Christine, él no existe.

-          Esta aquí. Vive en el teatro. Tú lo sabes, Meg.

-          Ese es el Fantasma.

-          El Fantasma es alguien deplorable.

Pegué mi oído a la puerta pues las chicas comenzaban a alejarse cada vez más. No puede coger más que fragmentos sueltos de la conversación de aquellas dos chicas. ¿Por qué  parecía que de un momento a otro El Fantasma abarcaba todos los temas de conversación? Me senté sobre el suelo, recargada contra la puerta de la habitación pensando y analizando en las posibilidades de que fuera cierto que alguien habitara en el teatro. Nulas. Las posibilidades eran nulas, justo como las posibilidades de que yo pasara la materia de matemáticas.

Observé con detenimiento la habitación pues a veces eso me ayudaba a pensar y a aclarar mis ideas. La cama estaba sin hacer, ya que había salido con prisa por la mañana, mi mochila con los todos los libros y cuadernos de mis clases estaba tirada en un rincón con todo su contenido esparcido alrededor. La puerta que era el armario estaba entre abierta dejando ver las chaquetas colgadas en su interior. Suspiré. La luna le daba un aire sombrío al lugar, las bombillas estaban apagadas pues planeaba irme a dormir en ese instante. ¿Acaso era posible algo el Fantasma?


La primera clase del día había sido Lengua Extranjera, en la cual, realmente no aprendía mucho pues al profesor, hombre de cuarenta años y canas en el cabello, le gustaba más hablar sobre cosas sin sentido. Lucas sentado en la banca detrás de la mía, se divertía tirando de mi cabello de vez en cuando, a lo que yo respondía haciéndolo a un lado o recogiéndolo en una coleta.

-          ¿Cómo estuvo tu ensayo ayer? — preguntó el chico una vez el profesor nos dio salida de la clase

-          Cómo siempre. — respondí sin mucho cuidado. — O, bueno, no. Una vía de tramoyistas se desplomó a mitad del ensayo.

-          ¿Se desplomó?

-          Así parece. — dije y solté un bostezo, la verdad era que no había podido conciliar el sueño durante buena parte de la noche.

-          ¿No crees que haya sido el Fantasma?

-          ¿Tú también? — le pregunté incrédula. — Durante los últimos dos días no he oído más que "El Fantasma esto...", "el Fantasma aquello..." ¡Estoy harta del maldito Fantasma!


Mi resultado de la clase de filosofía no fue el esperado, había aprobado la materia. Durante la duración de la clase no pude concentrarme como hubiera querido; lo único que pasaba por mi mente era la imagen de mi profesor de filosofía a mitad de la noche saliendo del teatro, lugar en el que no debería de haber estado.

-          ¿Alguna pregunta? — preguntó con su habitual tono suave

Levanté la mano.

-          ¿Puedo preguntar algo? No tiene nada que ver con Aristóteles.

-          Claro. ¿Qué cosa? — la clase entera giró a mirarme. Normalmente no era de las que hablaba en clase, o fuera de ella, salvo con Lucas o en teatro.

-          Nuestro teatro; - dije — fue construido hace mucho, ¿cierto?

-          Así es.

-          ¿Por alguna razón pudo haberse edificado sobre casas subterráneas?

-          No entiendo.

-          Me refiero a que si hay alguna posibilidad de que alguien pueda vivir allí.

Al oír esto, Meg, la rubia cara de ángel se tensó en su lugar, me miró como si yo supiera un secreto y estuviera a punto de revelarlo.

-          Es algo poco probable. — dijo el profesor.

-          Pero no imposible.

-          Bueno... ¿a que viene la pregunta?

-          Simple curiosidad.

Alguno de mis compañeros dijo "Esta chica quiere conocer al Fantasma" para luego soltar una risa tonta.


Antes del mediodía había tenido una hora-clase libre, por lo que me dirigí a los jardines, mientras intentaba dormir en uno de ellos, Christine Daaé apareció.

-          Hola. — dijo tímida

-          Christine. — dije a modo de saludo.

-          ¿Qué sabes?

-          ¿Sobre qué?

-          Sobre él.

-          Lo lamento, no sé a quién te refieres.

-          Al Ángel de Música.

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