Capítulo XXIV: Todo lo que pido de ti

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Después de aquellas últimas tres tediosas semanas, podía, al fin, regresar a mi amada escuela. Mi habitación seguía tal cual la había dejado la noche en la que había ido a la audición. Suspiré y metí la valija en el clóset aún sin desempacar. Al instante la puerta se abrió con dubitación. Giré para encontrarme con Lucas en el marco y un ramo de rosas rojas en la mano. Le sonreí.

El chico entró en la habitación, se acercó a mí y me tendió el ramo.

- Sé que no te gustan los detalles, pero, lo creí necesario.

- Gracias. – le dijo con la voz aún un poco ronca.

- ¿Te duele?- preguntó.

- Estoy bien.

Dejé el ramo sobre mi cama para luego sentarme en el borde de ella, palmeé el lugar a mí lado para que Lucas se sentara, obedeció. Ambos suspiramos.

- ¿Qué ha habido de nuevo en la Academia? – pregunté

- Bueno, pasamos a la final del torneo de baloncesto. Y... oh, la vieja del salón 16 se jubiló.

- Ya era hora. – me burlé. - ¿Qué edad tenía? ¿70?

- Escuché un rumor de que en realidad tiene 85

- ¡No!

Pasar el rato al lado de mi mejor amigo como solíamos hacer siempre, antes de conocer a Erik, me hizo sentir bien, de nuevo. Las pláticas amenas y las risas sinceras eran algo que realmente extrañaba. Acaricié la bufanda sobre mi cuello pensando en lo que llegaría a sentir al volver a entrar al teatro para los ensayos. ¿Qué habría hecho Erik durante aquellas tres semanas? ¿Cómo estarían Christine y Raoul? ¿Raoul habría creído que fue el Ángel de la Música aquella noche? ¿Christine habría vuelto a ver a su Ángel...? Aquellos dos estaban en peligro.

- ¿Sigues juntándote con Raoul? – le pregunté al chico a mi lado, asintió. - ¿Te dijo lo que cree que paso aquella noche?- Lucas sabía perfectamente a cuál noche me refería.

- No. – me respondió.- ¿Acaso debió de hacerlo?

- Lucas... -era el momento -¿confías en mí?

- Muy a mi pesar. – soltó con una risita.

- ¿Guardarás todos mis secretos, cierto?

- Claro.

- Júralo.

- Lo juro. –dijo serio. - ¿Qué ocurre?

- Aquella noche, Raoul y Christine también estaban en el teatro.- solté de golpe.

- Pero... ¿Por qué cuando llegué sólo estabas tú?

- Ellos dos salieron unos escasos minutos antes de que tú llegarás.

- ¿Por qué?

- Lucas... Santo Dios... - apoyé mis codos en mis rodillas y me llevé la cabeza a las manos. – Lucas, ningún ladrón entró aquella noche al teatro.

~*~

Al terminar de relatar toda aquella historia, mi amigo sólo me miró con ojos muy abiertos. En su rostro había duda en toda su extensión. ¿Por qué creer en una historia tan disparatada como esa? Erik el Fantasma del teatro, viviendo en los sótanos de la Academia Atenas, en una improvisada pero hermosa Mansión al lado de un lago artificial. De no haberlo vivido por mí misma, yo también habría pensado que aquello era sólo un fantasioso, muy fantasioso relato del cuerpo de bailarinas de Madame Giry.

- Lucas, dí algo, por favor. – le pedí.

El chico sólo abrió y cerró la boca un par de veces antes de hablar.

- ¿Has estado consumiendo drogas? – preguntó

- ¡No! ¡Y nunca lo he hecho! Todo esto es real, Lucas.

- Entonces fue Erik. – dijo después de un rato.- ¿El mismo Erik que dijo que estaba saliendo? – asentí. – Te atacó porque no te reconoció.

- Estaba cegado de celos, Lucas, todos hemos hecho tonterías por amor. No podía soportar que Christine estuviera con Raoul, ella lo es todo para él. No soporta la idea de perderla.

- ¡¿Y eso justifica que te haya atacado de la manera en que lo hizo?!- gritó furioso.

- Yo no lo culpo. – dije sin voz y con lágrimas asomándose por mis mejillas. – Me enamoré de él, Lucas. No debí hacerlo, pero lo hice. Lo amo.

- ¿Cómo puedes amar a un ser tan despreciable como lo es él? – me preguntó con tristeza - ¿Acaso no ves que allá afuera hay todo un mundo por conocer, lleno de gente, y de seguro habrá alguien que pueda amarte sin hacerte daño?

- Uno no escoge a quien amar, Lucas, eso sólo sucede. ¿Crees que de haber sabido que esto pasaría lo habría seguido al Laberinto?

- Debes olvidarlo.

- No puedo.

- ¿No puedes o no quieres?- me miró molesto.

- Ambas.

- En ese caso, espero que seas feliz con él. – se levantó de la cama con el ceño fruncido.

- ¿A dónde vas?

- A donde sea menos aquí. ¡¿Acaso no ves lo que acabas de hacer?! ¡Me has dicho que lo amas! No se conocen nada. ¿Qué hay de mí? ¿Dónde entró yo? Te conozco desde hace mucho tiempo, siempre estuve para ti. ¡Siempre! Y tú... ¡sólo te vas con él! ¿Qué acaso tan poco significó para ti?

- Lucas...

- No hables. – dijo.- Sólo empeorarás esta situación y tu garganta.

Cerré la boca con impotencia. Tenía toda la razón.

- ¿Sabes? Creí que, algún día, si tenía suerte y me empeñaba en ello, tú me amarías a mí. Pero veo ahora que todo fue en vano. Jamás podrías pensar siquiera en el hecho de que yo estoy enamorado de ti, ¿cierto?

- Te amo.- le dije.

- No como él. Yo no quiero el "amor de hermanos" del que tú te jactas con los demás. Quiero ser el que te sostenga, en quien pienses a primera hora de la mañana. Con quien te desveles por pensarlo. Quiero ser el único, no uno más.

¿Qué debía decir ante eso? No podía pelear con él. Ya todo estaba en el caño. Nuestra amistad de años y años, arruinada por mi inmensa estupidez.

- Cuando lo veas, dale mis felicitaciones. El mejor ganó, al final, tu corazón.

Se fue azotando la puerta, tardé algunos tres segundos en reaccionar. Corrí tras él, lo alcance justo en la puerta de mi edificio.

- Lucas. Por favor. – le dije tomándolo del brazo.

- Tranquila. No le diré a nadie en dónde está Erik, ni quién es Erik. Te lo prometí, yo cumplo mis promesas. – se zafó de mi débil agarre y simplemente camino a paso rápido lejos de mí.

PhantomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora