Capítulo XVII: Raoul de Chagny

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Si bien yo me había convertido en una visita recurrente dentro de los sótanos del teatro, el joven Raoul de Chagny había tomado un lugar permanente en los ensayos de la próxima obra. ¿Cómo actor? No ¿Cómo tramoyista? No ¿Cómo director? No ¿Cómo admirador de la bella Christine? La respuesta es un rotundo sí.

Normalmente me hubiera dado lo mismo si Raoul estuviera presente en los ensayos, siempre y cuando no los interrumpiera, pero, escucharlo murmurar "Oh, Christine, eres un ángel", o talvez, "Oh, Christine eres una musa caída del Olimpo.", era realmente fastidioso. Más no podía decir nada, ya que sus padres habían llegado a un acuerdo con nuestro director para financiar la obra, así que, tuve que soportar todos sus halagos hacia la protagonista.

- Es realmente fastidioso. – dije. – Deberías de ir a alguno de los ensayos y comprobarlo por ti mismo.

- ¿Cómo sabes que no lo he hecho? – preguntó Erik con tono seco.

- No lo sé.- me encogí de hombros. – Pero, entonces sabes lo meloso que puede llegar a ponerse y... agh. Demasiada cursilería para esta chica.

- Concuerdo contigo. – se levantó de la mesa.

Nos hallábamos en la mansión, cenando dos platos de comida china que Lucas había ido a dejar a la puerta de mi habitación. Lucas. Al pensar en el chico no podía hacer más que sentirme culpable, prácticamente lo había abandonado, evitado verlo por los pasillos e ignorado todas sus llamadas y mensajes de texto. Me sentía mejor al lado de Erik, que a su lado. Prefería pasar mi tiempo libre con Erik, que con él. Era una horrenda amiga.

- ¿Estás bien?- preguntó el chico con la máscara mientras volvía a tomar asiento y dejaba una botella con salsa de soya en la mesa.

- Sí, es sólo que... No. No pasa nada. – le aseguré.

- Está bien. – vertió un poco de salsa en su plato. – Sigue quejándote del idiota de Raoul.

- No es un idiota.

- ¿Ahora lo defiendes? Creí que yo era tu mayor adoración. Que rápido cambias de bando

Hice a un lado el plato con mi cena y deje caer mi cabeza en la sólida mesa de madera, haciendo que vibrará un poco.

- No puedo lidiar contigo. – dije en esa postura.

- Si no te levantas me comeré tu comida.

Al instante regresé a la posición de una persona normal y tome con gesto defensivo mi plato de comida.

- Que ni se te ocurra.

Aquello lo hizo sonreír un poco, después de aquella noche en la que me contó su desafortunada historia no habíamos vuelto a tocar el tema de su máscara, él seguía usándola y yo reprimiendo la tentación de arrancársela y quemarla. Aunque algo dentro de mí, me decía que probablemente tendría un cajón lleno de ellas. Solté una risita tonta ante aquel pensamiento.

- ¿Ahora qué?- preguntó con la boca medio llena

- ¿Porqué quieres que siga insultando a Raoul?- le pregunté cambiando la dirección de su pregunta.

Él trago comida.

- Es gratificante escucharlo de una boca que no sea la mía.

- ¿O sea que tú...?

- No me visitas en horas de clase, ni lo hagas. Estas pobres paredes sólo me escuchan refunfuñar acerca de Raoul.

- ¿Refunfuñar? – pregunté divertida

- No me digas que...

- Sé lo que significa la palabra "refunfuñar", sólo que jamás te imagine a ti diciéndola. Hablas como mi abuelo.

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