17. Fase 1: Egoísmo.

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Nunca había experimentado el odio de esa manera. Me han disgustado cosas, no he aprobado gente en mi círculo... Pero nada relacionado al sentimiento de ese momento. Cuando debería sentir la tristeza más profunda, en su lugar abundaba el desprecio, ese involuntario tic arrugando la nariz  y levantando ligeramente el costado de mi labio superior; aunque no distinguía si era hacia la situación o a la persona, porque yo a ella no la conocía. Su piel tersa y pálida, la lentitud con la que su pecho se movía hacia arriba y hacia abajo acompañado de su respiración, su cabello a sus costados pero fuera del alcance de su rostro para no cubrir sus perfectas facciones, su nariz respingada, sus labios gruesos, no lo soportaba. No había más que odio desprendiéndose por mis poros. Quería realmente creer que tan sólo era una fase por el síndrome, que los sentimientos mezclados eran un efecto secundarios, porque, ¿Qué culpa tenía? El simple hecho de verla acostada en un descanso profundo me hervía la sangre y no podía evitarlo, estaba fuera de mi control.

─ Los doctores dijeron que ha avanzado. ─ Me sobresalté al escuchar la gruesa voz que silenciosamente se acercó con su persona. Estaba tan concentrada en admirar la camilla frente a mí que no percibí su presencia entrando a la habitación. Di un paso hacia atrás, como si me estuviera alejando de casi cometer algo. Traía su traje de héroe en esta ocasión, con su cabello largo suelto cubriendo partes de su rostro, ─ Lo mismo me han dicho de ti. ─ Sus pasos eran lentos, caminaba con las manos en sus bolsillos. En el momento que nuestros ojos hicieron contacto, las palabras de Mic resonaron mis pensamientos. ¿Se lo habrá contado? ¿Estará buscando la forma de confortarme? Era lo menos que esperaba recibir en ese momento. ─ Monoma está haciendo un gran trabajo, y todo es gracias a ti. ─ Sonrió apenas, haciéndome desviar la mirada hacia la camilla frente a mí, donde aquella hermosa y frágil mujer esperaba aún sin abrir los ojos. ─ Han podido recolectar algunas pocas cosas, pero no hay nada concreto, los recuerdos se ven muy borrosos. ─ El egoísmo parado en mi hombro derecho gritaba por decirle que realmente no me importaba, no era lo que quería escuchar en ese momento y mucho menos me interesaba, apuntándolo con un dedo acusador, mientras la compresión sobre mi hombro izquierdo me susurraba que no debía levantar los pies de la realidad, que debía pensar en el otro porque ya lo hice por mí y se tomó una decisión. Seguía aún sin entender el por qué. ¿Por qué pensaba tan negativamente? Generalmente si algo me molestaba buscaba la manera de distraerme, de buscar lo que sea para sacar lo malo de mi cabeza, pero ahora simplemente me quería acercar más, quería apretar con ansias el botón rojo que todos decían que no debía. En primer lugar, siquiera había sido consciente de que sola me encaminé hasta esa específica habitación para tan sólo observarla por quién sabe cuántos minutos hasta que Aizawa hizo su aparición. ─ Realmente te lo agradezco, Narumi. ─ Un repentino golpe de calidez invadió mi pecho. Me gustaba escucharlo decir mi nombre, me gustaba la manera en la que sonaba con su tono.

─ ¿Quiere verla? ─ Mi voz aún se escuchaba por lo bajo, casi como susurro pero un poco más fuerte que uno. No pensé en mis palabras ni en las consecuencias, lo dije en un impulso por querer escuchar más elogios de su parte.

─ ¿Qué? ─ No sonó como una pregunta, más que eso parecía que no creía en cierto sentido mi propuesta. Levanté mi mano hacia su dirección en una invitación para que la tomara. Su ceño se frunció por unos segundos, tratando de comprender lo que estaba pasando. ─ No. ─ Negó con la cabeza, tratando él mismo de sacarse la idea de la mente, echándole un rápido vistazo a la puerta a sus espaldas. ─ No puedes usar tu quirk, lo sabes muy bien. 

─ No me meteré en sus recuerdos. ─ Aclaré. Si antes parecía confundido, ahora aún más, pero yo definitivamente no estaba pensando en él, y era completamente consiente... En parte. Tenía muy presente que no debía hacerlo. El poder del egoísmo era mucho más fuerte que el de la comprensión en ese momento. Unas pequeñas palabras volando por mi mente para que no perdiera la cordura no eran nada a comparación del deseo picando por todo mi ser teniendo la posibilidad de tener esa mirada sobre mí. Di un paso hacia adelante, quedando lo suficientemente cerca como para levantar ambas manos hasta su cansado rostro. Tapé sus ojos bajo mi tacto. Mi comisura se levantó ligeramente aprovechando que no podía mirarme. No se estaba moviendo, no se estaba rehusando, al contrario; se lo notaba inquieto, con su cuerpo tenso, su mandíbula fuertemente presionada, expectante a lo que podría llegar a pasar. Mis dedos lentamente fueron hacia los costados de su rostro, ahuecando sus mejillas que picaban levemente mis palmas por la presencia de su vello de los primeros días. Pese a que destapé sus ojos, tardó unos segundos en volver a abrirlos y su mirada en un principio se dirigió a mis pies antes de lentamente subir hasta finalmente mirarme de frente, donde pude captar mi reflejo en sus pupilas que se expandieron en cuestión de milisegundos junto a un sonoro jadeo de su parte. Claramente no me veía a mí, no necesitaba mi el diez porciento de mi poder para reflejarme ante él como aquella mujer en su indirecto eterno descanso. Sus manos tomaron mis muñecas a la par que mis pulgares acariciaban suavemente sus mejillas que poco a poco tomaban calor y color. Me miraba con esos ojos que tal vez por unos minutos Mirio lo había hecho conmigo, esa mirada de aprecio, tomándose su tiempo en recorrer cada milímetro como si intentara guardar todo en su mente. Lograba notar a aquel hombre frente a mí en cierto punto algo desconcertado, pero a su vez reteniendo cada movimiento que pasaba por su mente. Su manos de mis muñecas lentamente se iban deslizando por mis brazos hasta de un brusco movimiento aventarme contra su cuerpo, en donde en cuestión de un parpadeo me devolvió por completo a la realidad, haciéndome consciente de lo que estaba haciendo. Sus grandes y fuertes brazos rodearon con facilidad mi cuerpo con fuerza, y si mi audición no me jugaba en contra juraba escuchar un leve sollozo. Era silencioso, pero su espalda haciendo leves contracciones me hacía saber que en definitiva el proyectarme como ella lo llevó al punto de romper en llanto sobre mi hombro. Desconcertada por el golpe del presente mis manos volvieron a levantarse hasta quedar con una sobre su espalda con la intención de reconfortarlo y la otra subió hasta su cabello, donde mis dedos se enredaron en señal de que no hacía falta que se alejara.

─ Lo siento. ─ Susurré, aún sin poder creer todo lo que estaba haciendo. ─ En verdad lo siento. ─ Sentí una lágrima humedecer una fina línea sobre mi mejilla. ¿Me estaba disculpando con él o con ella? El disgusto que sentía pasó a ser propio. Me costaba creer que todo lo estaba haciendo para satisfacer el repentino deseo en mi interior, sin siquiera tener en cuenta lo que conllevaban mis acciones, lo que podría llegar a provocar y definitivamente hacerlo reaccionar de esa manera de desconcertó a tal punto que no me podía permitir verlo a los ojos durante un largo tiempo.

Pero en ese momento no pude hacer nada más que dejar a aquel hombre que caminaba con sus sentimientos por una cuerda floja descargarse sobre mi hombro por aquella mujer que en algún momento pudo haber tomado su mano.

𝙷𝚊𝚗𝚊𝚑𝚊𝚔𝚒 // Aizawa S. X LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora