8. Dilo después

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Las cosas entre Alex, Piper y Jack seguían avanzando, aunque no necesariamente a toda velocidad como los autos de esas películas que a Jack le gustaban tanto ver, pero al menos no estaban estáticas.
Una tarde en que Alex había invitado a Piper y Jack a una pijamada a su casa, dado que el niño seguía insistiendo en querer ver a Alex la cachorrita todo el tiempo, la pelinegra pasó por ellos justo después de que salieran de la cafetería. Aunque más bien, los recogió en el departamento después de hacer algunas maletas para la noche y los llevó a su enorme casa, que era prácticamente lo doble de grande que el departamento en el que la rubia vivía con su hijo.

Con amabilidad, Alex abrió la puerta del copiloto para ayudar a Piper a salir, y antes de que pudiera tomarle la mano para que bajara con más facilidad, Jack saltó desde el asiento trasero a las piernas de su madre y bajó primero para tomarla de la mano y ayudar con las maletas, a lo que una Alex divertida simplemente sonreía sosteniendo la puerta de su lujoso auto deportivo para permitirles a ambos salir.
Los encaminó hacia la puerta de su propiedad en la que aunque ya habían estado unas cuantas veces, parecía que jamás dejaban de verse deslumbrados, especialmente por el enorme jardín que rodeaba la casa y en donde inmediatamente la cachorrita corrió hasta encontrarse con Jack y darle la bienvenida con saltos y lenguetazos que casi lo tiraron al pasto.

Alex cargó las bolsas de dormir de Piper, mientras que ella ahora sostenía un enorme paquete de papel de baño que anteriormente llevaba Jack consigo, y eso mismo le causaba cierta intriga a la pelinegra, pero aún no se atrevía a preguntar al respecto.
Sirvió tres vasos de limonada e invitó a Piper al jardín donde el niño ya corría emocionado con Alex la cachorrita.
Se sentaron ambas lado a lado en uno de los sofás de jardín observando a Jack correr y sonrieron por lo feliz que estaba.
No existía la menor duda de que el pequeño comenzaba a comportarse más como un niño de su edad y menos como un adulto en el cuerpo de un niño.

— Parece que el jefe tiene un interés muy especial. — dijo Alex acariciándole la rodilla a Piper y llamando su atención de inmediato mientras observaba a Jack colocar una línea de papeles de baño, que habían llevado junto con todo lo demás, mientras que el can lo observaba con cuidado.

— ¿Te refieres a los rollos de papel? — respondió Piper pasando saliva ante el contacto de la cálida mano de Alex.

— Mmm-mhh... — asintió Alex.

— Sí, es cierto. — admitió la rubia mirando de nuevo a su hijo y jugando de forma nerviosa con uno de sus mechones de cabello.

— No quiero ser entrometida, pero... ¿Significa algo?

Piper giró su rostro para mirar a Alex a los ojos, más sin embargo, permaneció en completo silencio, buscando dentro de ella la forma de armarse de valor y decirle a la pelinegra que había de trasfondo ante todo aquello.
Pasó saliva y por un momento el dolor surcó por sus ojos azules haciendo estremecer a Alex. Desde luego que no era eso lo que quería lograr.

— Perdóname, no quería...

— No, está bien. — Piper tomó una respiración bastante honda — La persona con la que procree a Jack fue por papel de baño esa noche en que estuvimos en mi departamento porque se nos acabó y... — pasó saliva evitando la mirada ahora de Alex que atenta la escuchaba — Bueno, nunca volvió. — sentenció aún sin mirar a la pelinegra ahora sorprendida. — Luego murió. Así que, si algún día nos quedamos sin papel y tengo que ir a comprar más a algún lado, Jack tiene miedo de que algo malo me pase. Es por eso que tenemos toneladas de papel en casa y siempre compramos más.

Alex se lo pensó un momento mientras ahora su brazo descansaba en el respaldo del sofá rodeando los hombros de Piper y acariciando con suavidad uno de ellos, quiso hacerle sentir que estaba con ella.
Ni siquiera en el más profundo de sus pensamientos supo explicar cómo era posible que alguien se hubiera atrevido a abandonar a dos personas tan increíbles y no querer volver a saber de ellos jamás, aunque si las cosas eran como Piper había dicho y ese hombre había muerto, entonces suponía que quizás no había tenido otra opción, sin embargo, el asunto no dejaba de ser nada injusto para ellos.

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