🚲 CAPÍTULO EXTRA 🚲

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Los siguientes días no fueron nada sencillos para Piper.
Ni siquiera tenía ánimos para levantarse a veces de la cama, y cuando lo hacía era solamente para ayudarle a Jack a hacer su desayuno, y en seguida volvía al sofá pretendiendo pasar más rato con él, aunque en realidad lo que hacía era dormir.

Ni siquiera había ido al trabajo, y al menos Polly se encargaba de llevarles comida al salir de la cafetería en donde desde luego había conseguido a alguien que cubriera a Piper pues la rubia insistía en que aún le quedaban un par de meses y sus síntomas serían pasajeros. Había pasado por eso ya algunas veces, aunque no con tanta intensidad pero estaba segura de que iba a poder levantarse y continuar un poco con su vida antes de tener que irse para siempre.

Cuando se recostaba en el sofá a tomar siestas tan largas como el día, muchas veces Jack no encontraba otra forma de estar cerca de ella más que acostarse en el pequeño espacio que sobraba del sofá.
Abrazado a su cuerpo cálido que siempre le había traído paz sin importar qué, y luego de llenarle el rostro de besos y acariciar su cabello, el niño rosaba su nariz con la de su madre, tal y como ella hacía a veces para despertarlo, deseando con todo su corazón que Piper se levantara de ahí con una sonrisa, y aunque ya iba casi una semana en que no lo conseguía, seguía albergando la esperanza dentro de él.

La observaba dormir y lloraba en silencio, queriendo no angustiar a su madre que parecía cada vez más enferma.
Su rostro era ahora más pálido y delgado que antes, sin contar esas enormes ojeras que rodeaban sus ojos casi cubriendo la mitad de su cara.
La ropa le quedaba más holgada que nunca y aunque tanto Jack como Polly le insistían que debía comer, últimamente solo daba unos pequeños bocados, al menos no había dejado de comer del todo.

Piper todavía no se había armado de valor para decirle a su hijo lo que en realidad pasaba, y es que no quería gastar sus últimas fuerzas en tratar de no llorar para explicarle que iba a dejarlo, pero el tiempo seguía avanzando y Piper no podía dejar de pensar en ello.
Sabía que era lo justo, que Jack debía estar preparado para el día en que ella tuviera que partir, pero simplemente no podía hacerlo cuando ni siquiera tenía la energía justa para hablar durante mucho tiempo.

Muchas veces, durante la noche, Jack escuchaba a su mamá caminar a prisa por la habitación y cruzar el pasillo hasta el baño en donde las arcadas no la dejaban ni siquiera ponerse de pie.
Había hablado con el y le había pedido fervientemente que no se levantara de la cama y mucho menos fuera tras ella al baño, porque todo era de por sí ya muy desagradable sin tenerlo a él observando, y más lo sería de pensar que su hijo la veía vomitar con esos ojitos tristes que tenía desde que ella había vuelto del hospital.

Pero esa noche en específico, Jack tuvo dificultad para quedarse en la cama. Siempre que su madre se levantaba a vomitar por las noches su sueño se perdía, pero esa noche fue aún peor.
Parecía que las arcadas de Piper eran demasiado fuerte, tanto que los sonidos retumbaban por todo el pasillo y llegaban hasta él en la habitación. Incluso parecía que el vomitar estaba resultando doloroso para su madre y completamente asustado se levantó para ir con ella y preguntar si estaba bien o necesitaba que llamara a tía Polly.
Ahora solo la tenían a ella.

Jack no sabía muy bien por qué la pelinegra ya no los invitaba a ningún sitio o al menos se pasaba por la cafetería, claro que había sido todo un lío el asunto de esa tarde en la heladería donde él había cruzado la calle, pero le parecía muy tonto por parte de ambas el que hubieran dejado de hablarse por eso luego de lo mucho que les había costado estar juntas y hablarle a él respecto a su relación.
Le habría gustado mucho poder contactar a Alex y decirle que la necesitaban en verdad y más que nunca, pero no sabía cómo y tampoco estaba seguro de si eso haría sentir más mal a su madre, cosa que desde luego, no quería hacer.

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