28. Señora Vause

540 66 115
                                    

Alex había visitado mucho la ciudad de noche últimamente en busca de cumplir algunos de los antojos de su esposa en horas indispuestas.
La rubia se quedaba dormida temprano y a mitad de la noche despertaba deseando alguna comida o postre que era difícil de conseguir, pero Alex luchaba por conseguir lo que sea que Piper estuviera deseando, y hasta ahora lo había conseguido todo.

Esa noche en específico, la rubia estaba anhelando un helado de frambuesas. Pero no el típico que llevaba también crema, si no, solamente de sabor frambuesa y aunque Alex había ido a varios centros comerciales con horario nocturno que la estaban retrasando, no había encontrado por ningún sitio ese sabor de helado, y de hecho comenzaba a pensar que quizás nunca lo encontraría.

Volver a casa con las manos vacías no era una opción, e incluso pensó comprar varios botes del helado de frambuesas con crema y separar las partes de frambuesa en uno solo para llevárselo a su esposa.
No quería decepcionarla, pero llevaba ya cerca de dos horas conduciendo de un lado a otro en busca de su encomienda y solamente encontraba negativas en cualquier sitio.
Oficialmente se sentía frustrada.

Entró al último supermercado que había decidido visitar esa noche, y pensó en que si no había helado entonces ya no iría a buscarlo a ningún otro sitio.
Sabía que Piper se iba a sentir decepcionada, pero había tratado con todas sus fuerzas de hacer sus deseos realidad y no lo había conseguido, así que no había otra opción. Tenía que lidiar con ese antojo no cumplido y atenerse a las consecuencias cualesquiera que estas fueran.

Recorrió el pasillo de refrigeradores arrastrando los pies enfundados en pantunflas y con un enorme bostezo revisó las etiquetas de los botes de helado frente a ella.
Uno a uno leyó con cuidado pero no encontró lo que buscaba o no al menos hasta ponerse de rodillas para mirar el último espacio de abajo en el refrigerador, en donde giró un poco su rostro para alcanzar a mirar y descubrió que justo al fondo, había otro bote del que no alcanzaba a distinguir la etiqueta, pero aún así introdujo la mitad de su cuerpo para alcanzarlo y traerlo a la superficie.

Se acomodó las gafas una vez que estuvo de pie con el bote en las manos y leyó con cuidado. No conocía esa marca pero al fin tenía el antojo de su esposa cubierto.
Estaba más que contenta de al fin haberlo conseguido y se limitó a no saltar de emoción mientras se dirigía a la caja, pero vaya que Alex quería incluso ponerse a gritar como loca porque su amada esposa iba a tener el helado que quería y no iba a sentirse decepcionada de ella.
Lo único que quería era verla feliz, y parecía que últimamente los días se le habían estado opacando poco a poco con las llamadas constantes de su madre para darle consejos que no había pedido y preguntarle cada dos segundos si Alex la trataba bien.

Pagó el bote de helado y le escribió a Piper que estaba en camino y que esperaba que no se hubiera quedado dormida aún sin comer su helado, pero como respuesta solamente obtuvo un emoji de corazón.
Al menos aún estaba despierta y estaría a tiempo para cumplir ese antojo de helado que la había hecho despertar, por lo que se conformaba con saber que no había ido en vano a buscar ese helado por todas partes.

Faltaban al menos dos semanas para que Noa naciera. Y sí, habían terminado decidiendo elegir ese nombre, o al menos Piper había cedido luego de que Alex le había hecho entender lo que ese corto nombre para su hija significaba para ella, y conmovida por el empeño que la pelinegra estaba mostrando por involucrarse en eso y en todo, Piper había decidido que su esposa se merecía el privilegio de elegirle el nombre, así que Noa Vause Chapman estaba designada ya para ser ese regalo de salvación que tan bien había hecho su trabajo al llegar a sus vidas..

Tenían todo listo para su llegada, desde pequeña ropa para cualquier ocasión y edad desde recién nacida hasta dos años, también biberones, cobijas, pañales, cosas de aseo personal y muebles completamente acordes a la temática de su habitación que Piper mayormente, con amor había decorado para su pequeña princesa. Y las ansias por tenerla ya en sus brazos crecían considerablemente, solo anhelando por conocerla y amarla mucho más cada día.
Cada cosa tenía un significado de transfondo, ya sea que lo hubieran comprado ellas o alguien se los hubiera regalado, el cariño que ya sentían por Noa era sin duda, algo enorme.

LA ÚLTIMA PIEZA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora