30. La última pieza

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La rutina del desayuno en la cama se mantuvo incluso cuando Alex no hubiera dormido ni una hora completa en toda la noche.
Había estado pendiente de las necesidades de Noa y Piper, sin contar que seguido Jack tenía pesadillas que lo hacían despertar asustado o incluso llorando algunas veces, por lo que era imposible conseguir que volviera a dormirse en su habitación.

Ya había pasado una semana desde que Noa había nacido, y los padres de Piper seguían llamando todo el tiempo, puesto que aún no les habían dado la gran noticia, porque Piper no se sentía de humor para recibir visitas más allá de Polly, quien inevitablemente pasaba a ver cómo estaban cada día después del trabajo, y también para llevar a Jack y Alex junior al parque un rato. Por lo que desde luego, estaba siendo de mucha ayuda para las dos madres agotadas que intentaban, en ese momento, tomar una siesta si es que Noa lo permitía, pues todavía estaba acostumbrándose al cambio que significaba para ella el estar en el mundo exterior lleno de ruidos y luces que no había presenciado jamás con tanta intensidad.

Esa mañana, luego de llevarle el desayuno a su esposa que incansablemente amamantaba a la bebé, Alex inevitablemente tomó una ducha para ir al trabajo. Necesitaba tomar nuevamente las riendas de la oficina y continuar trabajando con aquello de los embarques que tanto trabajo y esfuerzo le había costado regularizar.

Mientras el agua caía por su cuerpo, no pudo evitar pensar en que estar ahí bajo la regadera con la rubia frente a ella y acariciando su eje siempre listo para ella, o mejor aún, enterrada hasta el fondo en su calidez, era por mucho mejor que estar completamente sola bajo el chorro de agua. Ya no sabía desde cuándo era la última vez que habían tenido sexo en la ducha, pero recordaba con nostalgia incluso el último encuentro sexual que habían tenido en la comodidad de su cama. Había sido tan lento y espetacular buscando no lastimar a Piper ni agotarla demasiado que incluso casi podía recordar la forma en que sus paredes le apretaban la polla con cada estocada.

Ni siquiera fue consciente cuando se encontró a sí misma con la mano sobre su miembro ya tan duro como una roca, deslizándola arriba y abajo en busca de un poco de alivio. Pero ni siquiera eso le trajo la mitad del gozo que la rubia le daba aún solo con su mano.
Alex se acarició despacio, sintiendo toda su longitud con un increíble fuego recorriendole el vientre, deseando soltar toda la carga que sus pesadas bolas contenían desde hacía al menos un par de semanas y quizás no fuera buen momento, y mucho menos debería estar planeando ensuciar la ducha como seguro iba a hacerlo, dejando sus cuerdas blancas resbalar por las baldosas, pero lo necesitaba. Echaba mucho de menos esa parte carnal y llena de lujuria que estaba lejos de la mamá amorosa en que ahora se había convertido.

Piper comió parte de su desayuno y se apresuró a darle los buenos días a Jack para que comenzara a prepararse para ir al colegio. Habían intentado mantener su rutina lo más intacta posible para que ni resintiera tanto los cambios por el nacimiento de su hermana a quien ahora le pertenecía la mayoría del tiempo de sus madres ya fuera de día o de noche.
Noa también fue en brazos de su madre a darle los buenos días a su hermano mayor, quien de inmediato le cubrió el pequeño rostro de besos que la hicieron quejarse por la invasión.

Alex había demorado un rato en la ducha y los pensamientos de Piper al respecto no eran nada castos. ¿Estaba ella loca por sentirse caliente pensando en su esposa masturbándose en la ducha mientras su hija estaba pegada a su pecho otra vez ya casi dormida por completo?  Quizás sí. Tal vez era una desconsiderada por estar pensando en sus necesidades que ni siquiera podía aún satisfacer con un buen sexo descontrolado como siempre le había gustado con Alex, pero el pensar en el miembro erecto y enorme que se situaba entre las piernas de su esposa era un golpe de calor edificando su propio deseo.

A penas Noa se quedó dormida, su madre la recostó en la inmensa cama rodeándola de almohadas y con una sonrisa en los labios se encaminó al cuarto de baño, en donde a penas abrió la puerta, la bruma de vapor proveniente de la regadera le dio un golpe de sensaciones, pues el aroma al gel de ducha de Alex la invadió completamente.
Dio un par de pasos adentro sin que Alex se percatara siquiera de su presencia, pues tras las ya empañadas puertas de cristal parecía bastante concentrada con una mano apoyada en las baldosas de la pared mientras su otra mano trabajaba con rapidez haciendo que los jadeos de su boca salieran cada vez más apresurados, y solo por el ritmo de su respiración Piper supo que su esposa estaba cerca de terminar, así que con rapidez se deslizó su blusón de seda por los hombros y lo dejó resbalar recorriéndole el resto del cuerpo hasta quedar en sus pies.

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