3. Solo diré que fue el destino

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El trabajo en la cafetería no era siempre tan aburrido como parecía, a veces, cuando Polly trataba de convencer a Piper de seguir alguna de sus locas ideas, la rubia simplemente no podía evitar que le doliera el estómago de tanto reír.
Aunque a veces sus disparates terminaban de colmarle la poca paciencia que educar a su hijo le dejaba.

Uno de esos días en que la rubia volvía con la charola repleta de trastes sucios y vacíos, Polly se encontraba bastante entretenida revisando su aplicación de citas.
Deslizaba activamente las imágenes de los hombres que le gustaban y los que no, dependiendo hacia qué lado se inclinara su decisión era o no una posibilidad de hablar con ellos.
No es que tuviera tan mala suerte con las citas, pero de un tiempo hacia adelante no había congeniado con ningún hombre en la vida real y le pareció buena idea intentar conseguir a alguno que fuera lo suficiente osado como para rellenar bien su perfil en una app de citas.
Y pensó que eso le sería también de ayuda a su solitaria mejor amiga.

— Piper, — la llamó recibiendo solo un gruñido de su amiga — apuesto que no podrás negarte. Mira, es tan guapo.

La rubia con desgano fijó su vista en la pantalla del celular de su mejor amiga, notando a un hombre musculoso de chaqueta de cuero, con un rostro cuadrado y hermosos ojos cafés.
Era guapo, sí, pero no parecía ser algo así como su tipo.
Pero luego, algo le llamó más la atención, en la esquina del lado derecho de la pantalla, el nombre de la dueña del perfil que estaba dando corazones y descartando a un montón de tipos era el de ella. Piper C.

— Espera... — dijo enfocando más la vista en el aparato — ¿Hiciste un perfil con mi nombre?

— Así es. — asintió con orgullo.

— Polly, borra eso, por favor. — regañó — Ya te dije que no quiero nada con nadie, ¿A caso estás loca? Elimínalo, es una tontería.

— Solo es una pequeña ayuda. — Polly rodó los ojos.

— ¿Ayuda? Debes estar jodiendo, Polly. — le gruñó enojada — ¡Eso no me ayuda en absoluto!

— Bueno... No lo hice con mala intención... — Polly parecía incluso un poco asustada por la reacción de su mejor amiga, y antes de que Piper pudiera decir algo más, la mujer pelirroja la llamó haciendo que su estómago se revolviera por el enojo de escucharla llamarla así otra vez.

— Amor, ¿Puedes venir un segundo? — dijo Zelda mirando exclusivamente a Piper.

— Deberías meterte tu amor por el culo. — gruñó en voz baja fingiendo una sonrisa mientras avanzaba hacia ella.

En una mesa en la orilla de la cafetería, el pequeño rubio apretaba una cuchara cubierta de helado de galletas con todas las fuerzas que le era posible transmitir a través de sus manos.
Sus ojos azules estaban enfocados en la mujer pelirroja que otra vez estaba llamando “amor” a su madre, haciendo que la tensión se dibujara en su hermoso rostro sin que esa tonta pudiera notarlo. Pero él sí que destinguia el cambio de humor en su madre sin siquiera haber cruzado ni media palabra con ella.

— Hola, amor, quisiera un café americano negro, por favor. — Pidió Zelda embelesada mirando a Piper frente a ella — Te ves preciosa hoy, ¿Te lo han dicho?

El niño se puso de pie con el enojo fijado en su tenso rostro y sosteniendo la cuchara en forma amenazadora comenzó a avanzar con rapidez hacia la pelirroja.
Ni siquiera podía parpadear de lo molesto que estaba, su madre no merecía que le faltaran al respeto de esa manera. No cuando era la persona más respetuosa que conocía en el mundo entero.
Por suerte para Zelda, Piper giró y vio a su hijo antes de hacer cualquier locura, le quitó la cuchara de la mano y lo hizo dar la vuelta para volver a su asiento sin decir ni una sola palabra.
Lo hizo sentar y el pequeño solamente se cruzó de brazos sin despegar sus ojos de la mujer despreocupada que seguía sonriendo en dirección a Piper.

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