18. Ya no tengo miedo al futuro

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Los labios de Alex se deshacían succionando la dura protuberancia entre los pliegues de su esposa, cuyas manos enterradas en los mechones oscuros atraían su rostro más y más cerca, pegándola a ella con intensidad y desesperación.
No había ni una sola cosa mejor que pasear su lengua sobre la humedad de Piper que estaba extasiada desde hacía unos minutos en que su ansiosa esposa la había despertado con besos en su intimidad.

Había luchado por mantener su cordura y no molestar el sueño de Piper, sin embargo la vio tan preciosa y desnuda por su actividad de noche de bodas que no pudo resistir los deseos de probarla para empezar el día.
Su piel parecía más pálida y quizás estaba exigiendo demasiado al pasear de nuevo por su piel, pero la sonrisa de gusto y el hecho de que en seguida separó las piernas para que los labios de Alex se encontraran con su intimidad, y vaya que los ánimos de Alex se incrementaron con ese simple gesto.

Arrastró los dientes sobre el pequeño botón hinchado y luego lo acarició con la lengua mientras le masajeaba los muslos escuchando los gemidos de placer que la boca de Piper liberaba con fuerza.
Su sabor era simplemente lo más delicioso que la pelinegra había probado en su vida. Y qué decir de lo inundado que estaba ese sexo con la combinación de fluidos y su propia saliva.

Con la respiración agitada, Alex pasó la lengua por los labios hinchados de Piper y luego succionó uno de ellos jalandolo hacia ella y desatando un gemido que la hizo sonreír con satisfacción por la forma en que el cuerpo de Piper se estremece pegándose más a ella y los jadeos se escuchan más entrecortados.

— Te encanta mi lengua, ¿Eh, Pipes? — sonrió lamiendo de nuevo toda su abertura.

El sabor de la rubia inundó su boca nuevamente haciéndola sentir frenética y logrando que su desesperación la haga sumergirse de nuevo cubriendo con su boca todo el coño de Piper.
Su lengua se abre camino hasta el interior de las paredes apretadas de su esposa, mientras su naríz presiona el clítoris erecto que hace a la rubia deshacerse en gemidos y suspiros.
No puede esperar más. Alex la devora y su lengua chasquea recorriendo con ansiedad cada centímetro del coño de Piper.

— Mierda, bebé... — gruñe Alex retirándose un poco con una fina cadena de saliva y fluidos que la conecta a Piper.

La rubia se mueve sonriente para mirar a Alex con una mirada coqueta y los ojos brillando en ansiedad.

— Joder... — jadeó — Estos sí que son buenos días... Dime que tienes algo más para mí...

— Tengo mucho aquí para ti... — Alex respondió mientras se acariciaba la erecta protuberancia que señaló con la mirada — Pero iremos con calma, no queremos agotarte demasiado.

— ¿Bromeas? — se rio moviéndose nerviosa al sentir los dedos de Alex jugar con su canal húmedo.

Se sentía apretada y completamente húmeda al tacto de los dedos de la pelinegra, como si fuera hecha a la medida solo para ella, y cubierta del líquido más delicioso del mundo, que además, ponía bastante emocionada a Alex y con ganas de no despegarse de ahí jamás.
Repartiendo besos subió hasta su ombligo solo para desesperarla y su piel tembló con ansiedad luchando por empujar la cabeza de Alex nuevamente hacia abajo, y la pelinegra no tenía ninguna intención de desobedecer.

Así que molió su lengua contra el clítoris necesitado y las caderas de Piper se dispararon en seguida del colchón chocando contra la boca de Alex de forma violenta.
Succionó el pequeño botón de placer a ritmo constante mientras una de sus manos trabajaba su propia erección buscando prepararse más para el banquete que Piper era.

— Voy a darte lo que quieres... — susurró sonriendo y arrastrándose sobre su cuerpo como un felino al asecho — ¿Qué posición prefieres? — preguntó ya a la altura de su rostro.

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