23. No te pago para eso

476 62 159
                                    

No había forma de demorar más en la oficina, y aunque sabía que fuera todas las personas seguramente habían escuchado el escándalo que no es como si hubieran intentado silenciar ni un poco, a Alex no le importaba salir de su oficina con el cabello desordenado y la ropa arrugada, no si a quien sostenía de la mano era a Piper.

La rubia no podía ni siquiera levantar el rostro a penas salieron por la puerta de la oficina, y qué decir de sus mejillas completamente sonrojadas que anunciaban un hecho prohibido que se acababa de llevar a cabo dentro de ese espacio sagrado de trabajo que Alex veneraba, y que ahora habían bautizado con todo su amor y pasión sin tomar en cuenta la audiencia que podía estar pendiente de su actividad ilícita.

— Señorita Vause... — dijo la asistente sin poder sostenerle la mirada y cuya cara también estaba sonrojada — Lamento la insistencia, pero el señor Caputo me ha pedido que le entregue estos papeles... Es sobre uno de los embarques detenidos, y al parecer necesita su firma.

— Claro. Solo una cosa, — sonrió — de ahora en adelante llámame señora, porque estoy casada con esta preciosa rubia de aquí.— Alex se detuvo frente al escritorio en donde la mujer lucía diminuta a su lado sin que la pelinegra lo pretendiera — Amor, ¿Quieres sentarte un momento? — le preguntó a Piper soltándola de la mano — No demoraré mucho.

— Sí, no hay problema. — sonrió — Estaré por allá... — señaló uno de los espacios de espera rodeados de plantas.

— En seguida nos vamos. — Alex le besó los labios con dulzura.

La rubia se sintió bastante extraña caminando sola por la enorme empresa en la que nunca se habría imaginado caminar de la mano con la dueña. Y aunque en ese momento estaba caminando sola, sabía que las miradas en ella seguramente se debían a que estaba ahí y había llegado con Alex.
No había nada de malo con eso, después de todo ni siquiera conocía a las personas que estaban ahí, por lo que tampoco le importaba mucho su opinión que seguramente sería la de pensar en que ella era una interesada y nada más.
Si tan solo supieran el tiempo y todo lo que había pasado para que ellas estuvieran juntas, comprenderían que ni siquiera todo el dinero del mundo compraría lo que ella siempre había anhelado de Alex: su amor.

Tomó asiento en una de las bancas al fondo del pequeño descanso. Era acogedor y sin duda se veía el interés de Alex y quizás su padre quien había fundado aquel lugar, en mantener un buen ambiente para los empleados. Sin duda era un buen sitio para relajarse un momento si el trabajo comenzaba a ser demasiado abrumador.
Ella desearía que en la cafetería todos los empleados tuvieran un sitio así, sin embargo, solo ella y Polly habían encontrado esa polvorienta bodega en donde se refugiaban para tomar sus descansos de comidas.

Observó a su alrededor con atención. Todas las personas que ahí se encontraban llevaban exactamente los mismos tipos de atuendo que Alex solía usar cuando estaba ahí, excepto por ese día que iba en jeans.
Las personas caminaban de un lado a otro, la mayoría con la vista fija en sus celulares o en medio de una llamada, sin prestarse atención unos a otros, más bien inmersos en su propio mundo en el que seguro tenían cosas bastante importantes que hacer.
Ella se sentía bastante fuera de lugar. Jamás había vestido de esa forma ni mucho menos había estado trabajando en un sitio así, por lo que incluso sin conocer a nadie, le parecían personas bastante intimidantes.

Un hombre alto y con un cuerpo bastante definido se acercó al descanso donde ella estaba, y con una sonrisa le saludó mientras continuaba su llamada telefónica que realizaba inalámbricamente por un par de audífonos que le permitían hacer movimientos manuales como si estuviera hablando con la otra persona frente a frente.
La rubia lo observó de pies a cabeza. Era agradable a la vista, sí, y también llevaba un traje que parecía lo suficientemente caro como para combinar con sus zapatos. Incluso pensó que estaba mucho mejor vestido de lo que ella había estado alguna vez en su vida, pero no le resultaba ni siquiera la mitad de atractivo de lo que Alex le parecía.

LA ÚLTIMA PIEZA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora