El sol comenzaba a ponerse. Las sombras se alargaban sobre las calles y las nubes eran de un hermoso color rosa y naranja. Led soltó un suspiro mientras contemplaba la escena en silencio; aquello era como si alguien hubiese cogido una caja de tizas y luego procediera a difuminar los colores por todo el cielo con los dedos.
No paraba de preguntarse como estaría su madre, sus amigos..., incluso la doctora Sherman. Cuando el bazar de la iglesia llegó a su fin, Led, junto a su madre y Olivia, habían decidido ir al aeropuerto de Seattle a despedir a los Ottman. Vicky se había puesto muy feliz al verlos llegar y corrió a los brazos del joven que consideraba su hermano. Por otro lado, Olivia le trenzó un par de mechones de cabello con algunas coletas de flores y le grabó un sonoro beso en la mejilla; la adoraba, ambas eran adoptadas y no podía evitar ver un poco de ella en la niña. Fue justo en ese instante cuando el teléfono de Led sonó y tuvo que dejar a la pequeña en los brazos de su amiga.
—Me alegra que contestaras, Led —Reconoció la voz al instante, se trataba de la asistente de la doctora Sherman, una joven que se había colado de él en su primera visita—. Llamo para informarte que tu cita con la doctora Sherman deberá posponerse hasta nuevo aviso...
La chica le había contado que, luego de su sesión del viernes, la doctora había caído en una especie de coma y se encontraba hospitalizada. El joven descoloró y su madre pareció notarlo.
—¿Sucede algo? ¿Led?
Por un lado, la noticia era terrible, puesto que aquella profesional se esforzaba al máximo en ayudarlo con su problema del pasado, y, ahora, no obtendría las respuestas que le había prometido para el lunes. A pesar de ello, le cayó como anillo en el dedo a causa de su repentino viaje a París.
Volvió la mirada hacia el interior de la alcoba, y contempló al origen de su estrés durmiendo con serenidad en la cama. Las sombras de la ventana se proyectaban sobre su rostro duro y Led deseó tener un lienzo y sus acuarelas a la mano.
En silencio, abrió la mochila, cogió el lápiz y su cuaderno de dibujos, y tomó asiento en la pequeña cama que reposaba junto a su nuevo e inconsciente modelo. Con una soltura increíble, deslizaba la punta de grafito por el papel, como si ambas herramientas fueran una extensión de sus brazos. Los trazos que plasmaba jugaban con las tonalidades, variaban de espesor e iban dejando el rostro del príncipe infernal con absoluta precisión.
Las comisuras de sus labios se alzaron, ya que se le hacía un poco extraño ver a Rakso mantener un aspecto tan calmado, casi angelical... Luego recordó que los demonios eran ángeles caídos y por eso portaban aquel aspecto.
Una vez terminado el retrato, lo comparó con el verdadero Rakso y sonrió satisfecho. Mientras apreciaba su arte, una pregunta cruzó por su mente: ¿Acaso era posible que un demonio pudiera alcanzar el perdón de Dios? ¿Era posible que pudieran volver a los cielos?
—¿Vas a mostrármelo o tengo que arrebatártelo? —dijo Rakso de pronto. Aún permanecía con los ojos cerrados.
—¿Estuviste despierto todo este tiempo? —quiso saber Led con vergüenza.
El demonio separó los párpados y aulló un bostezo. Con pereza, se incorporó y estiró sus extremidades al igual que un felino.
—Cuando desperté, ya estabas dibujando —confesó—. No quise romper tu concentración, así que fingí seguir durmiendo —Y sin más, le arrebató el cuaderno al mestizo y contempló su retrato por varios segundos en absoluto silencio. Los nervios carcomían a Led como el humo del cigarrillo lo hacía con los pulmones de un fumador—. Me lo quedaré —dijo Rakso, arrancado el trozo de papel.
Led protestó, pero el demonio alzó la mano para pedirle silencio. Dobló el dibujo cuatro veces y lo guardó en el interior de su gabardina.
—Es hora de irnos, mestizo.
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Los Siete Pecados Capitales: Príncipes Infernales (Libro 1)
FantasyEn un intento por salvar su vida, Led Starcrash libera por accidente al temible Rakso, uno de los siete príncipes infernales que rigen las entrañas del mismísimo infierno y el encargado de representar la ira como pecado capital. Desde esa noche, el...