Despertó con violencia, la respiración agitada, y sin proferir gritos para variar. A pesar del frío, su cuerpo permanecía rociado por una delgada capa de sudor. Apartó los mechones de cabello de su frente y miró por la ventana: una noche despejada, sin nubes, truenos o rayos; la paz había regresado a la capital francesa.
—¿De nuevo en la prisión?
Led se volvió, y advirtió a Rakso mirándolo desde el centro de su cama, mantenía las piernas cruzadas y la barbilla apoyada sobre sus manos entrelazadas.
—Mi alma está sufriendo —contestó, acomodándose entre las cobijas y depositando la espalda contra la pared.
—Pues, esa es la idea —explicó el demonio sin moverse—. Para eso fueron concebidas las prisiones.
—No puedo creer que el torturar personas los haga felices.
Rakso se encogió de hombros.
—Es un estilo de vida.
Led agachó la cabeza y las visiones de sus pesadillas no tardaron en correr ante él. Podía ver a su alma llorar, gritar y luchar por un escape imposible. Si tan sólo existiera una forma de soltar el pasado, tal vez ese fragmento de su alma volviera a él, pero se le hacía imposible olvidar, estaba marcado.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó el demonio, estableciendo su nido junto al mestizo, hombro con hombro—. Tal vez te ayude un poco.
—Ya lo hice con mi doctora, y no fue de mucha ayuda.
—Tal vez quieras hablarlo con un demonio, con un príncipe infernal —añadió con algo de arrogancia—. Así puedes echarle la culpa de ese mal.
Led esbozó una sonrisa lánguida, pues, una parte de él estaba de acuerdo con Rakso. Una conversación con uno de los gerentes del infierno no le caería nada mal, hasta podría resultar terapéutico, pensó.
Suspiró y cubrió todo su cuerpo con la cobija, dejando únicamente el rostro al descubierto.
—Fue a los dieciséis —comenzó a narrar el joven con la mirada perdida en la nada, abrazando sus rodillas. Rakso escuchaba atento—. Conocí a un sujeto a través de una red social, era cinco años mayor que yo. Nos escribíamos y todo parecía ser perfecto... Era guapo, inteligente y muy simpático. Siempre estaba pendiente de mí, vivía preguntándome: ‹‹¿comiste?››, ‹‹¿qué tal tú día?›› y cosas así que enamoran a uno —Led sonreía ante el lejano recuerdo de una época más sencilla—. Después de una semana de enviarnos mensajes, decidimos conocernos en persona... Fue un agradable paseo en el parque que terminó en un picnic, y desde ese momento nos hicimos inseparables.
››Olivia y Axel lo conocieron dos días después, y me dieron su pulgar en alto tras dar por terminada nuestra salida al cine. Y a pesar de que las cosas marchaban rápido, todo me parecía perfecto: los paseos, las cenas, las charlas, incluso había encantado a mi mamá —La sonrisa se apagó y mordió su labio inferior con tristeza—. Pero todo se fue por el caño esa noche.
Los brazos de Led se tensaron, y sus dedos aferraron con fuerza la cobija que lo arropaba. Rakso distinguió un leve temblor y, por alguna razón, le provocó una extraña sensación en el pecho que no supo identificar.
—Había superado la semana de exámenes finales, y él ansiaba por llevarme a celebrar a una de las discotecas de Seattle —continuó. Sus ojos brillaban por culpa de las lágrimas—. Yo nunca había estado en una, y me daba un poco de miedo, pero acepté la invitación... Al fin y al cabo, era mi novio. Recuerdo la música, las luces, las personas bailando con alegría, despreocupadas —Las imágenes azotaban la cabeza de Led como si fuera un recuerdo del día anterior—. Me invitó un trago. La verdad es que no quería beber, pero tampoco quería ser un aguafiestas... Esa noche bebí mucho, bailé y grité hasta quedarme ronco —Calló de pronto, como si se estuviera dando cuenta de los detalles que no había visto antes—. La última copa... era más amarga que las otras. Él me aseguró que era la misma bebida. Después de un trago, todo comenzó a dar vueltas. Todo se puso difuso, luego oscuro. Desperté en una habitación —Led se abrazó con más fuerza—, desnudo... y él estaba sobre mí, besándome. Le pedí que parara, le dije que nunca lo había hecho antes —Su voz temblaba, pero cogió fuerzas para no romper en llanto—. Su mirada cambió, y en cuanto me sujetó los brazos, sentí miedo. Me inmovilizó con todo su cuerpo, era mucho más fuerte que yo —Cubrió su boca con la mano derecha, intentando ahogar el sollozo—. Lo pateé y logré soltarme, corrí hasta la puerta, no me importaba que estuviera desnudo, sólo quería huir, buscar ayuda... Me alcanzó. Me tomó del brazo y me golpeó en la cara —La respiración del chico se aceleraba a medida que avanzaba en la historia—. Terminé en el piso, con él sobre mí, golpeándome... El mareo, el dolor, el cansancio, no tenía fuerzas para defenderme, y fue entonces cuando aprovechó para entrar y... El dolor fue desgarrador, sentía como me destrozaba por dentro, como si mi cuerpo ardiera en el mismísimo infierno. Le supliqué que parara, lloré, quise gritar, pero me cubrió la boca con su mano y me obligó a verlo. Disfrutó hacerme daño.
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Los Siete Pecados Capitales: Príncipes Infernales (Libro 1)
FantasyEn un intento por salvar su vida, Led Starcrash libera por accidente al temible Rakso, uno de los siete príncipes infernales que rigen las entrañas del mismísimo infierno y el encargado de representar la ira como pecado capital. Desde esa noche, el...