El sol resplandecía en su punto más alto, y bajo la sombra de un árbol, Led devoraba un enorme trozo de pizza sin siquiera detenerse a respirar o a pensar en los medios que Rakso empleó para obtenerla. El queso se estiraba como hilillos con cada mordida y la grasa del pepperoni se deslizaba por la comisura de sus labios.
—¿Y bien, de qué querías hablarme? —preguntó el demonio, sentado frente al mestizo, con las piernas cruzadas y observando con asombro el apetito del joven—. Parecía importante.
Una vez devorado el último pedazo de corteza, Led le dio un gran sorbo a su bebida gaseosa para ponerle fin a su hora del almuerzo. Después de varios días sin saciar por completo el hambre, volver a tener el estómago lleno era una gran bendición que lo transportaba a un mundo donde los sueños más locos podían hacerse realidad.
—¿Y bien? —insistió Rakso, tamborileando los dedos sobre sus rodillas. Aquella tarde, el parque se hallaba atestado de visitantes.
La noche anterior, tras la desaparición de Vicky, y la rabieta de Rakso que dejó a gran parte de Los Ángeles sin servicio eléctrico, Led le había dicho a su compañero que necesitaban hablar, pero su cuerpo decidió que aquel momento era el mejor para cobrar la factura y sumir a Led en un estado de inconsciencia; Rakso no dudó en acunarlo entre sus brazos. Sólo necesitaba un buen descanso y algo de comer para recuperar las energías y volver a ser el Led de antes.
—Lo has llevado al límite —había dicho Blizzt, acuclillándose junto al dueto para examinar los niveles de energía del mestizo—. Si lo fuerzas demasiado, lo perderás.
—¿Morirá? —inquirió, asustado. Aquella reacción había sorprendido a la hija de Leviatán, pues, era la primera vez que Rakso se preocupaba por alguien que no fuera él.
—No, sólo lo perderás, al menos, la parte que conoces —Miró a Led una vez más antes de volver a centrarse en su hermano; éste apartaba algunos mechones de cabello del rostro de su compañero—. Le has cogido aprecio —advirtió—. Es muy importante para ti, ¿no es así? —Hizo una pausa, a la espera de que su hermano lo negara todo. El silencio bastó para entender los sentimientos del demonio de la ira—. Ten mucho cuidado, Rakso.
—No puedes absorber a Vicky —La voz de Led trajo al príncipe de vuelta al presente—. Es sólo una niña y tiene una familia que la ama.
El demonio chasqueó la lengua.
—Dime que estás de broma —Al no obtener una respuesta, el semblante de Rakso se tornó oscuro—. Eso no es una opción, mestizo. Te comprometiste a ayudarme a capturar mis cuatro habilidades, y eso harás. Sabes muy bien que las necesito a todas para vencer a Eccles y recuperar tu estúpida alma.
—Podemos modificar el plan...
—¡No! —lo interrumpió con furor. Su índice apuntaba al mestizo—. El plan ya está trazado y lo seguiremos al pie de la letra.
—Pero Vicky...
—Me importa un bledo tu relación con esa niña. Ella es una habilidad y debe ser absorbida. Recuerda nuestro pacto, mestizo. Si no cumples con tu palabra, el fuego de Babilonia caerá sobre ti.
El joven tragó en seco. Había olvidado por completo el pacto y las consecuencias de no cumplir con su parte
—Rakso, por favor —intentó una vez más, esta vez, adoptando una postura suplicante—. Es sólo una niña.
—No es una niña —le recordó, mientras un grupo de críos pasaba cerca de ellos jugando con un balón—. Te mintió a ti y a sus padres.
—Sólo quería un hogar... Una familia que la aceptara y la amara.
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Los Siete Pecados Capitales: Príncipes Infernales (Libro 1)
FantasyEn un intento por salvar su vida, Led Starcrash libera por accidente al temible Rakso, uno de los siete príncipes infernales que rigen las entrañas del mismísimo infierno y el encargado de representar la ira como pecado capital. Desde esa noche, el...