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Capítulo 21.

Valentina se encontraba sentada en el escritorio de la que era su oficina en aquella enorme casa, revisando algunos papeles y organizando sus ideas, cuando repentinamente escuchó un estruendo.

Levantó la vista de los papeles entre sus manos y colocó cuidadosamente sus lentes sobre la mesa cuando otro sonido fuerte se escuchó, seguido de algunas cosas rompiéndose.

Por supuesto, aquello no era normal. Ella estaba sola en la gran casa, Clarke, Lexa y Juliana se habían marchado el día anterior y nadie se atrevía a pisar su hogar. Ni siquiera Bess y ella la conocía.

Abrió lentamente la gaveta del escritorio, con cuidado de no hacer ningún sonido que la delatara, y extrajo de él una de sus armas. La cargó con un suave sonido y se levantó, dispuesta a encarar a quien fuese.

Caminó tan silenciosa como una sombra y tan ágil como un gato hasta llegar al pasillo que conectaba con la sala principal. Abrió la boca para inhalar profundamente, y contó hasta tres antes de dar vuelta y apuntar a la persona en el suelo.

No obstante, se llevó una gran sorpresa al ver de quien se trataba.

—¿Clarke...?

La rubia menor se encontraba en el suelo, muy cerca a la puerta que conectaba con el pasillo, con los labios entreabiertos, moretones en el cuerpo y el rostro hinchado. Entreabrió sus labios y exhaló con lentitud su nombre.

—Valentina...

La ojiazul inmediatamente dejó el arma a un lado y se tiró a su lado, sosteniendo su cabeza sobre sus muslos y observándola con preocupación.

—¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Qué pasó?!

De repente, Clarke empezó a llorar desconsoladamente y negó con su cabeza.

—Lo siento... lo siento mucho, Valentina. Lo intenté, de verdad lo hice... te decepcioné. Te fallé. Lo lamento tanto.

—¿Qué intentaste? ¿De qué estás hablando, Clarke? ¿Por qué estás así? ¿Qué fue lo que pasó?

—Aparcamos el auto para poder cenar algo, estábamos hablando y no sé cómo, ni de dónde... había vigilado bien todos los lados, te lo juro. Pero nos sorprendieron... apareció de la nada, creí que estaba solo e iba a echarlo, pero entonces chasqueó los dedos y... —sorbió su nariz con una mueca y las lágrimas siguieron saliendo—. Eran muchos, Valentina. Lo intenté, te juro que lo hice, pero no pude... soy tan débil... tan inútil... lo siento tanto...

—¿Apareció...? ¿Dónde está Juliana? —preguntó de forma inquieta.

La rubia menor tragó saliva antes de contestar con voz trémula y delicada.

—Se la llevó.

—¡¿Qué?!

—Intenté buscarla, te juro que lo intenté con todas mis fuerzas, así como intenté defenderlas. Pero fue en vano... se lo llevaron todo.

El puño derecho de la ojiazul se cerró con furia y golpeó el suelo a su lado. Se sentía tan impotente, tan mal por no estar ahí.

—¡Maldición! —gritó y volvió a golpear el suelo.

—Fue mi culpa, Valentina —murmuró la rubia—. Lo lamento. Te fallé...

—No fue tu culpa —negó, llevando una mano hacia su rostro con exasperación—. Yo debía saber que irían tras ustedes... debí haberlo previsto. Soy una imbécil... ¿Y Woods? ¿Dónde está ella? ¿También se la llevaron?

A esas alturas, Valentina no se sorprendería si lo hiciera. Ese viejo verde era capaz de cualquier cosa, lo había comprobado.

Sin embargo, para su gratificación, Clarke parpadeó y señaló débilmente con su cabeza el sofá a un lado. Fue entonces cuando Valentina se dio cuenta del cuerpo inerte de Lexa que yacía acostado sobre él. Su rostro tenía unos cuantos moretones, no más que Clarke, por supuesto, pero no se veía mucho mejor.