Capítulo 20.

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Algunas horas después de partir, habían decidido detenerse para poder descansar y comer algo. Clarke había hecho una fogata y se encontraban sentadas alrededor detrás del auto.

Lexa, que había devorado su comida, se inclinó y apoyó la cabeza sobre el hombro de su novia, quedándose dormida instantes después.

Clarke soltó una risa cuando la escuchó roncar levemente. Había sido un día agotador después de todo. Juliana, a su lado, se echó a reír también. Lexa podía ser muy tierna incluso mientras dormía era extraño que con Valentina se comportara de una forma distinta.

Tras unos instantes en completo silencio, Juliana mordisqueó su labio inferior entre sus dientes y tuvo una discusión mental sobre qué hacer a continuación.

Por un lado, moría de ganas por saber qué fue lo que sucedió entre ellas tres, y cuál es su relación. Pero por el otro, sabía y sentía que no era correcto preguntar.

«¿Qué debo hacer?»

—¿Clarke? —haciendo un sonido con su garganta para que supiera que la estaba escuchando, Clarke le permitió continuar—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Seguro. ¿Qué sucede?

—Es que yo... me preguntaba...

«Jesús, Juliana. ¿Cuándo aprenderás a hablar bien?»

Carraspeando e irguiendo su postura, Juliana habló nuevamente.

—Me preguntaba, ¿Qué fue lo que sucedió entre ustedes tres?

—¿Entre nosotras tres?

—Sí, ¿Cuál es su historia?

La rubia irguió su postura, con cuidado de no despertar a su adormilada novia, y suspiró antes de hablar.

—Es... bastante larga.

—Tenemos tiempo.

—De acuerdo —carraspeando, Clarke se dispuso a contar su relato pacientemente—. Todo se remonta a hace más de quince años, en un pequeño orfanato, pasé los primeros cinco años de mi vida en un hogar con personas que yo sabía que no eran mis verdaderos padres, y digamos que me gustaba jugarles algunas bromas que no eran nada graciosas para ellos. Después de un tiempo se cansaron de mí y me enviaron a ese lugar.

—¿Te refieres al orfanato?

Asintiendo, la rubia retomó su historia.

—Y allí fue donde conocí a Valentina. Ella era la niña que más tiempo había estado en ese lugar, a pesar de sólo ser un año mayor que yo. Muchos decían que prácticamente había nacido allí. Callada, seria y fría, justo como ahora. Sin embargo, yo sabía perfectamente que esa era una fachada, así que me acerqué a hablarle; Valentina siempre ha sido una persona interesante.

Clarke se echó a reír repentinamente, causando curiosidad en la menor, quien levantó una ceja hacia ella.

—¿Qué es tan gracioso? —se atrevió a preguntar.

—Ella sólo me echó cuando lo hice —dijo—. Dijo que no quería tener a nadie cerca, y como siempre ha inspirado ese miedo hacia todos, nadie se atrevió a molestarla. Ni siquiera yo.

—Si no te atreviste a molestarla, ¿entonces cómo terminaron siendo tan unidas?

La rubia le dirigió una sonrisa triste y suspiró.

—Los niños en el orfanato siempre me molestaban.

—¿Por qué?

—Porque yo era esa niña que nadie quería tener en sus vidas. Me llevaron a más de siete casas y en ninguna duré ni siquiera una semana. Siempre me devolvían diciéndole a las encargadas del lugar que jamás nadie iba a quererme de esa forma y que debían educarme mejor si querían encontrarme un hogar.

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