Extra.

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Decir que Valentina se encontraba nerviosa era poco para lo que sentía en ese momento. En su pecho se filtraban tantas emociones diferentes, desde el orgullo y la emoción, hasta la ansiedad y preocupación. Es que, salir del trabajo y descubrir que tu esposa embarazada había roto fuente y estaba en el hospital lista para tener a tu bebé era algo que no pasaba todos los días.

Ella había tenido un presentimiento esa misma mañana y se rehusaba a dejar a su esposa, sólo cuando Lexa le aseguró que pasaría a verla después de su trabajo fue que pudo marcharse en paz. Sin embargo, esa extraña sensación en su pecho no se acalló en ningún momento. Ahora descubría por qué.

Al parecer, por lo que Lexa pudo explicarle, ella y Juliana se disponían a tomar una merienda —algo completamente normal cuando son dos mujeres embarazadas— cuando la menor sintió una humedad extraña entre las piernas y pronto ambas se dieron cuenta de que la fuente se había roto. Afortunadamente algunos vecinos pudieron ayudar a Lexa a llevar a Juliana al hospital donde se encontraba actualmente.

—¡Lexa! —gritó cuando atravesó las puertas dobles, importándole poco el lugar donde se encontraba —¡¿Dónde está?!

—Asumo que usted es la esposa de la señorita Juliana Valdés —murmuró un hombre con mascarilla.

Valentina asintió rápidamente.

—¿Dónde está mi esposa?

—En la sala de parto. Y es un alivio que llegara, ella se niega a tener el bebé si usted no está presente. Acompáñeme, por favor.

Dirigiéndole una última mirada a las mujeres —quienes asintieron en respuesta, deseándole buena suerte— Valentina siguió al hombre, quien la llevó a ponerse algo más de acorde a la ocasión y el lugar.

Una vez estuvo vestida de acuerdo al protocolo, se dirigió al lugar donde se encontraba su esposa y no pudo evitar soltar un suspiro de alivio al verla. Sin embargo, aquello acabó en cuanto Juliana la observó con los ojos llenos de dolor y alargó su mano, queriendo tomar la suya.

Valentina se aproximó hacia ella y unió sus manos.

—Estoy aquí, cariño. Estoy-

Pero antes de que pudiera repetir las palabras, el fuerte apretón en su mano le cortó el habla.

—Pensé que no llegarías —logró decir la menor.

—¿Y perderme el nacimiento de mi hija? ¿Estás de coña? —ante la mirada de su esposa, se sonrojó levemente y susurró—. Perdón.

La doctora frente a ellas se echó a reír.

—Me alegra que esté finalmente aquí, señorita Carvajal.

La rubia rápidamente reconoció a la doctora, la mujer que se había encargado de todo el proceso del embarazo de su esposa, y le dirigió una leve sonrisa.

—A mí también.

—Muy bien, Juliana, empezaremos con esto, ¿está bien? ¿Me lo permitirá ahora?

Suspirando pesadamente, Juliana asintió y permitió que la doctora abriera sus piernas y buscara una posición perfecta para el proceso.

...

Valentina no tenía idea de cuánto tiempo llevaban allí dentro, pero se sentía como si hubiesen pasado horas —aunque probablemente era así— cuando Juliana apretó el agarré en su mano y respiró pesadamente mientras la doctora le animaba diciendo que faltaba poco para terminar. Ella permitía que su esposa apretara su mano tanto como quisiera, pese al dolor, y le regalaba suaves y tiernos besos en la frente susurrándole palabras amorosas en un intento por tranquilizarla un poco. Y sabía que Juliana lo apreciaba, pese a no decirlo.

Believe In Desiny | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora