Capítulo 14.

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El sol abrasador del mediodía se extendía por el cielo, y a medida que iban cabalgando, el calor empezaba a consumirlas. La alta temperatura de ese día en especial llamó la atención de Valentina; era común tener días calurosos en ese lugar, sin embargo, aquel era tanto que empezaba a preguntarse si realmente el mundo empezaba a acabarse tal y como lo decían las noticias últimamente.

Con un brazo en la cintura de Juliana y el otro sosteniendo las riendas del caballo, quien mantenía pasos lentos y constantes a petición de su dueña, Valentina observó a su alrededor. No se veía absolutamente nada, ni árboles, ni vegetación, ni agua y mucho menos personas. Solo tierra y rocas.

Suspirando, dio un vistazo al cuerpo que yacía entre sus brazos y una mueca surcó su rostro cuando notó que en lo que llevaban del recorrido no había dicho ni una sola palabra. Sí, había posado su cabeza sobre el pecho de Valentina, y sí, se había apoyado en ella más cerca de lo que Valentina podía recordar, pero no había dicho nada. Solo permanecía allí quieta soportando el calor mientras dejaba que la rubia la estrujara entre sus brazos; su expresión desolada y fría, sus ojos sin aquel brillo significativo y sus labios entreabiertos exhalando con lentitud.

La rubia suspiró nuevamente y, soltando la pequeña cintura de la menor, retiró el sombrero de su cabeza y lo puso sobre la pequeña pelinegra con sumo cuidado en un intento por evitar que el sol siguiera quemándola. Juliana no pareció salir de su trance ante el toque.

—Sé que no es mucho y lo hice tarde, pero espero que así no sientas tanto calor —murmuró en voz baja, a pesar de ser las únicas en el lugar.

Pero Juliana no contestó.

Valentina apretó los labios, ignorando la punzada de decepción al no poder escuchar la ronca, suave y apacible voz de la menor, y volvió a rodear su cintura con el brazo antes de hablarle a su caballo.

—Vamos, amigo. Ya casi llegamos.

El caballo relinchó y empezó a galopar a mayor velocidad.

...

Cuando tuvieron el pueblo a la vista, Valentina le indicó al caballo que se detuviera y pensó. Si se acercaban lo suficiente e ingresaban de manera normal al pueblo, las especulaciones no tardarían en rondar al ver el rostro de la menor. Estaba completamente segura de que las personas empezarían a hablar de lo que había pasado y, entre los chismes, no tardarían en saber la verdad.

De modo que se decidió por ingresar al pueblo utilizando el viejo sendero que las llevaría directamente a su hogar. Era el punto más alejado del pueblo, muy pocas personas se atrevían a pasar por ahí y si lo hacían, siempre se trataba de la tarde pues así evitaban las quemaduras solares. Un día, mientras regresaba cansada y sucia de una de sus misiones, a Valentina se le dio por dar vueltas sin sentido cerca del pueblo para averiguar si podía hallar otra forma de entrar intentando poder evitar las preguntas y chismes, y gracias al cielo lo había encontrado, por supuesto que tenía que tomar otro camino más largo, pero valía totalmente la pena.

Dirigió al caballo hacia el lugar y, a pasos lentos y cautelosos, ingresaron en el sendero. Valentina estuvo totalmente atenta por si alguien aparecía —aunque era poco probable considerando que las únicas que conocían el lugar eran Clarke, Lexa y por supuesto ella misma—.

Una vez llegaron al final, Valentina procuró ser lo más silenciosa posible, esperando no llamar la atención de nadie cuando iba sobre su caballo llevando a su falsa novia en brazos, quien permanecía con una expresión muy parecida a la de un zombie.

Para su suerte, las únicas personas que se dieron cuenta de su llegada fueron las únicas que necesitaba.

Clarke y Lexa salieron de manera apresurada por la puerta cuando la observaron llegar desde una de las ventanas del enorme lugar, y se posaron a su lado con expresión preocupada.

Believe In Desiny | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora