Capítulo 9.

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Tiempo después, y pese a los intentos de Juliana por ser lo más educada y sumisa posible para que el castigo fuera olvidado, no lo logró.

Valentina se había burlado de sus intentos y cada que lo hacía le daba una nalgada, haciendo a Juliana sentirse completamente avergonzada. No tenía idea de por qué la fascinación de la ojiazul por su trasero, pero decidió dejarlo pasar solo y únicamente porque no le convenía discutir.

La misma mañana del día siguiente, Valentina había ingresado —sin permiso, por cierto—, a la habitación asignada de Juliana, y le lanzó un overol, guantes y ropa vieja. Cuando Juliana se había atrevido a cuestionar cuál era la razón de su cambio drástico de vestuario, le había contestado simplemente un "vístete y te mostraré", y así lo hizo.

Aparentemente, su castigo por rebelarse el día anterior había sido encargarse del jardín trasero de la enorme casa. Al principio, a Juliana no le había parecido una mala idea, de hecho, había leído algunos libros de botánica antes y tenía bastante conocimiento sobre las plantas, por lo que asintió completamente de acuerdo. Sin embargo, toda su emoción se fue al observar el lugar.

Era sumamente enorme y estaba decorado con algunas sillas dobles —bastante viejas—, no obstante, los grandes muros que la rodeaban se encontraban cubiertos de largas enredaderas, el piso que Juliana aseguraba antes estaba cubierto solamente por el césped verde, era decorado ahora por un montón de hojas secas y Dios sabe qué otras cosas se encontraban en él.

Estando absorta en el paisaje, y completamente boquiabierta, escuchó la risa de Valentina justo antes de que unas tijeras para podar aterrizaran con un golpe no tan fuerte sobre sus manos cubiertas por los guantes.

—Que te diviertas —fue lo último que escuchó de la ojiazul.

—¡Oiga! ¡Espere! —para cuando pudo reaccionar fue demasiado tarde, Valentina ya se encontraba dentro de la gran casa—. ¡Señorita Carvajal!

Soltando un gruñido de exasperación, Juliana suspiró. No le quedaba de otra más que empezar.

Después de todo, entre más tardara en comenzar, más tarde terminaría.

...

Algunos minutos más tarde Valentina había aparecido nuevamente por la puerta, sólo para entregarle una podadora y un rastrillo, diciendo que eso le facilitaría un poco más la tarea. Juliana solo le agradeció y continuó trabajando cuando ella se marchó.

Bajo el sol abrasador del mediodía, Juliana secó su frente con la manga de su camiseta vieja y suspiró. Era un desastre lleno de césped y tierra, y estaba completamente segura de que su cabello estaba de lo peor ahora, pero debía continuar si no quería molestar a Valentina.

Levantó la vista hacia el cielo y llevó una mano hacia sus ojos para protegerlos en cuanto la luz del sol la cegó.

«Hace tanto calor...»

Suspiró nuevamente y negó con la cabeza, retomando su labor.

«Vamos, Juliana. Si terminas rápido seguro la señorita Carvajal te permitirá beber algo» Se alentó mentalmente.

Estiró la mano para tomar una de las flores que yacían muertas en el suelo y empezó a arrancarla desde su raíz.

—Canna Índica —murmuró una voz detrás suyo.

Juliana dio un respingo en su asiento, no se esperaba a nadie realmente. La persona sonrió y se acercó a ella, tomando entre sus manos la flor marchita.

—Mejor conocida como Cannas, son flores que vienen de Latinoamérica. Soportan muy bien el calor y el sol —dijo, examinando la flor—. Este es un ejemplar amarillo, bastante hermoso por el contraste con su tallo y sus hojas... es una pena que se marchitara. Son flores hermosas para decorar los jardines.

Believe In Desiny | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora