Capítulo 18.

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—¿Juliana, crees que podrías sentarte? Vas a hacer un hueco en el piso.

Algún tiempo después de que Valentina se hubiese ido, Juliana se encontraba caminando de un lado al otro por la alfombra de la sala. Clarke y Lexa, que se habían mantenido observándola desde que inició —no queriendo dejarla sola—, ya se estaban hartando de todo.

—¡Basta! —exasperada, Lexa tomó a Juliana por los hombros y la obligó a sentarse junto a Clarke, quien las observaba divertida—. Quédate ahí, yo iré a preparar algo de té. ¡No te muevas!

Juliana asintió con una expresión que le recordó a Clarke a un pobre perrito, y Lexa se marchó hacia la cocina.

Clarke rio entre dientes cuando Juliana observó el ventanal frente a ellas con añoranza.

—Hey, no tienes que preocuparte —murmuró, acariciando su cabello con los dedos—. Valentina estará bien, ella es la persona más fuerte que conozco.

—¿Física o sentimentalmente?

—Sentimentalmente. Física no tanto, pero es astuta y con eso le basta. Ella estará bien, te lo aseguro.

—No sabes de lo que él es capaz —musitó Juliana, observando el suelo con preocupación—. Es la persona más horrible y fría que he conocido en mi vida. No le importa absolutamente nada con tal de tener lo que quiere, y Valentina le... ella lo golpeó y ... y me-

—Ella te salvó, Juliana. Y estoy completamente segura de que, si tuviera que hacerlo otra vez, lo haría. Ella no le teme a nada.

—No entiendes, Clarke. Tengo... yo tengo... creo que tengo...

—¿Miedo? —preguntó con cautela.

Los ojos azules se alzaron hacia ella y Clarke pudo ver en ellos algo que hace mucho tiempo no presenciaba. Destellos de distintas emociones surcaron por ellos como una lluvia de estrellas reflejada y, por primera vez, el alma de la mayor parecía querer presentarse.

—Eso creo —murmuró en un susurro.

Mordiendo su labio inferior al recordar la escena, la rubia menor suspiró.

Era cierto que Valentina no le temía a nada; joder, Clarke la había visto tomar serpientes con una mano sin inmutarse, pero esto, esto era algo completamente diferente. Requería más valentía de la que alguna vez creyó que alguien podría tener, porque el tener entre tus brazos a esa persona que amas y creer que otra persona puede arrebatártela era un sentimiento horrible. Ella misma lo había experimentado años atrás.

Ella también sabía lo que se sentía tener miedo.

—¿Clarke? —la voz de Juliana la sacó del trance, y observándola por unos segundos, sonrió despreocupadamente—. ¿Estás bien? Te quedaste pensando-

—Sí, no te preocupes. Todo está bien, Juliana.

Sin creerlo del todo, Juliana asintió.

—De acuerdo.

Al notar como la pelinegra parecía desesperarse una vez más, Clarke quiso hacerla sentir mejor.

—¿Quieres jugar cuatro en fila? A ver si puedes ganarme esta vez.

Sonriéndole un tanto sonrojada, Juliana suspiró.

—Bueno... en realidad, Clarke... yo... yo te-

—¿Me dejaste ganar? Lo sabía —levantando ambos hombros, la rubia menor la observó con diversión—. Siempre lo supe.

—¿Por qué no dijiste nada entonces?

—Porque quería tener comida gratis.

Juliana entreabrió sus labios cuando comenzó a reír.

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