Capítulo tres

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En la tarde me dirigí al taller de dibujo, varios reos, de diferentes módulos se encontraban ya dibujando. Muchos tenían talento, otros sólo lo hacían para que pasara más rápido el tiempo, si era posible. Quedaba un lugar desocupado entre dos tipos que se daban miradas asesinas, no quería sentarme entre ellos, pero era el único lugar libre. El ambiente entre ambos reos era tenso, incómodo y presentía que en cualquier momento se matarían. Uno de los guardias se acercó y me entregó un block, que desde ese momento seria mío, de uso personal, dos lápices grafitos y un borrador. Apoyé el block en mis rodillas y me imaginé el rostro de mi mamá, lo fui trazando en el papel blanco, formando el rostro de mi querida madre. No me considero un experto, pero me defiendo y puedo decir que tengo talento. Cuando estaba por terminar los detalles de sus ojos castaños, me empujaron y caí de boca al piso, logré poner mi mano derecha antes de golpearme el rostro.

—¡Ahora me la pagas, hijo de puta! —el tipo que estaba a mi derecha se lanzó al tipo de mi izquierda, quien era más bajo que el otro—. ¿Crees que me quedaría sin hacer nada? —le dio un fuerte golpe en el rostro y yo me alejé por el miedo.

Sólo había un guardia en la sala del taller, quien salió corriendo en busca de ayuda, pues ambos tipos estaban descontrolados. El más bajo agarró uno de mis lápices que dejé tirado y se lo enterró en el muslo derecho del grande, este gritó fuerte y juntando ambas manos le dio en el pecho, el más bajo escupió sangre, pero no se quedó sin hacer nada y sacando el lápiz se lo enterró en el otro muslo, otro grito y ambos muslos sangraban, manchando el uniforme de reo.

—¡Ya no tienes a tu hermano para que te defienda! —le gritó el más bajo, quien empujó al grande y éste quejándose de dolor quedó enrollado sobre sus muslos—. ¡Jamás debiste meterte con mi hermana! —teniendo aún mi lápiz en su mano, se lo enterró en la espalda, en la parte izquierda, un grito mayor a los anteriores se escuchó por toda la sala, ningún reo se interpuso, sólo observaban, al igual que yo—. ¡Ella no merecía lo que le hiciste! —arrancó el lápiz, volviendo a apuñalarlo cerca del lugar anterior, el grande cayó de golpe al piso, sangrando de diferentes lugares—. Era una niña... me la arrebataste —algunas lágrimas se deslizaban de las mejillas del más bajo, pero en su mirada sólo se veía odio y venganza. Vio el otro lápiz que se me quedó en el piso, lo agarró y enterrándole ambos, uno en la parte baja de la espalda y el otro un poco más arriba. El tipo grande perdió el conocimiento y el guardia regresó con seis colegas, pero quizás ya era tarde.

—¡Al calabozo! —dijo un guardia de piel blanca al más bajo, éste soltó los lápices llenos de sangre y sonrió al ver al tipo desangrándose bajo sus pies

—Muérete, maldito —le escupió y fue sacado por cuatro guardias.

—Murió —dijo el guardia que estaba antes, entre los que quedaron lo tomaron y sacaron como pudieron de la sala, el piso quedó con mucha sangre, algunas gotas salpicaron en los zapatos de los que observaban, al igual que en los míos—. ¡El resto siga con lo suyo! —nos ordenó el guardia que regresó, acompañado de dos más. Los demás reos tomaron de vuelta su silla, se sentaron en ellas y como si nada hubiera pasado, siguieron dibujando.

Al regresar a mi celda, limpié mis zapatos, por suerte la sangre salió y quedaron sin rastro de ésta. Yoongi aún no llegaba, seguro estaba con el jefe, pues poco después de acostumbrarme supe que él era mulo de Park y que su marca era la que le dejó en el pecho y otra en su pierna derecha, no su inicial, pero si unas enormes cicatrices que las tendría siempre. Me tendí en mi cama, Key me ordenó que no fuera a su celda, pues se estaría con Jonghyun y la verdad, ya no quería escucharle chillar otra vez, me causaba nauseas con solo escucharle, más cuando su acompañante le insultaba de esa manera. Creo que hasta lo perros son más cariñosos y tiernos al follar.

Saga Jailed (JiKook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora