S2: Capítulo ocho

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Cuando estaba por llegar a la puerta, vi como un grupo de cinco reos molestaban a uno que suele estar solo en el patio, es de ese tipo de reos, de los pocos, que no se mete en ningún lío y trata de pasar desapercibido, casi invisible. Uno del grupo, le pateo el culo con tanta fuerza, que este cayó de rodillas, y por suerte evitó un golpe en el rostro al afirmar sus manos sobre las piedras que había en ese sector del patio. Quedando en cuatro, otro del grupo aprovechó para patearlo en el estómago y el pobre terminó por caer completamente en el suelo, llevó sus manos a su estómago y tratando de no darles en el gusto, no se quejó, a pesar de que su rostro mostraba dolor. El reo que le pateo el culo tiró de su pelo con fuerza utilizando su zurda, haciendo que lo mirara, alzó su brazo derecho y el puñetazo en el rostro de la víctima fue tan fuerte, que pude sentir su dolor. La sangre no tardo en aparecer.

—Ustedes, hijos de puta —caminé hacia ellos con rapidez, estos me miraron y luego se rieron, sin intensiones de querer soltar al pobre chico—. ¡Déjenlo en paz!

—Vete de aquí marica, no interfieras en nuestro asunto —me respondió uno que disfrutaba observando—.

—Maricas ustedes, malditos bastardos —empujé al que seguía sosteniendo del pelo al pobre, logrando que lo soltara—. ¿Puedes levantarte? —la sangre no dejaba de salir de su nariz—.

—¡Que no interfieras! —una patada en mi muslo izquierdo hizo que cayera de momento al piso, pero me levanté a pesar del dolor—. ¿Qué? ¿Quieres formar una riña marica? Anda, pues te la daremos.

—Malditos cobardes —les dije mirándolos—. ¿Acaso no pueden pelear uno a uno que tienen que atacar en grupo? Cobardes.

—¿Es que acaso tú puedes con uno de nosotros? ¡Ja! Lo veremos mariquita —uno que observaba en silencio, sacó una navaja en dirección hacia mi—. Oh, así que ya no eres tan valiente.

—Y tú sigues demostrando lo cobarde que eres. Te defiendes con una navaja, cualquiera así se cree valiente ¿no crees? —una mano tiro de mi brazo, miré y el chico a quien golpearon me señaló con un movimiento de cabeza que no lo hiciera—. Ya es tarde amigo —le respondí y me soltó—.

—Cómo vuelvas a llamarme cobarde, te atravieso el estómago marica asquerosa —los otros cuatro retrocedieron tres pasos, comenzando a formar un círculo a nuestro alrededor, maldición, una vez más me encontraba en esta situación. Esto me recordaba a mi riña con el pirata y en cómo terminó todo—. Anda, ¿te comieron la lengua los ratones? O más bien ¿te la comió el jefe?

—¿Qué? —aquello me agarró por sorpresa, pero logré ver como éste se abalanzó con intensión de atravesarme el estómago, tal cual amenazó antes, por lo que de un movimiento logré esquivarlo, pero eso me acercó a uno de sus colegas y éste me pateo, causándome desequilibrio y terminando en el piso—.

—Levántate lame pollas —soltó otro de sus colegas—. Anda reo Jeon, levanta el culo ¿o prefieres que venga el jefe y te coja?

—Cállate maldito —dije levantándome con dolor en la espalda y en el muslo. El chico al que defendí antes estaba aterrado, a punto de llorar—.

—Terminaré esto de una vez —dijo el de la navaja, acercándose rápidamente y cuando tenía encima el objeto afilado, no fue mi sangre la que manchó parte de mi ropa y rostro. Frente a mí una espalda ancha y un cabello negro había detenido el ataque, siendo lastimado en mi lugar—. ¿Y tú quién diablos eres?

—Soy un nuevo amigo... de JungKook —respondió, comenzando a caer de rodillas en el piso. Fue tan rápido todo, que no noté el momento exacto en que Ho Seok se acercó hasta donde me encontraba para evitar que me apuñalaran, terminando él herido en mi lugar—.

Saga Jailed (JiKook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora