14 | el antídoto

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Tres minutos.

—¡Mierda! —maldijo Nell, agarrando un encendedor y parándose en un taburete.

Sosteniendo la llama junto a la alarma de humo, esperó hasta que los extintores entraron en acción y las puertas de contención se cerraron de golpe en cada extremo del laboratorio, sellando ambas salidas. El corazón se le subió a la garganta cuando escuchó que algo se golpeaba contra las puertas de contención, y cuando vio que la estructura comenzaba a ceder, logró encerrarse en un armario y rezar para que Connors no la encontrara.

Podía escucharlo merodeando por el laboratorio, aparentemente buscando algo, y Nell soltó un grito cuando apareció justo en la puerta del armario, atravesándola como si fuera de papel. Mientras se presionaba contra la parte posterior del armario, cerró los ojos y esperó a que Connors la matara.

En esos pocos segundos que pensó que su vida iba a terminar, se preguntó qué pasaría con Peter si ella muriera después de que él le dijera explícitamente que saliera de la Torre. Nunca la perdonaría a ella, ni a sí mismo, y todo sería culpa de ella.

Al abrir los ojos, vio a Connors buscando algo, y cuando sus ojos enfocaron la versión en miniatura del dispositivo de dispersión a sus pies, se abalanzó sobre él mientras Connors hacía lo mismo. Se las arregló para agarrarlo, pero al mismo tiempo sintió que sus garras se enganchaban en su mochila, que aún se encontraba en su espalda.

Tirando de ella en el aire, Nell dejó escapar un grito furioso cuando Connors le quitó el dispositivo de las manos con facilidad.

—No tiene que hacer esto, Doc —dijo Nell—. Tiene que haber otra forma.

Ella colgaba de sus garras, a la altura de sus ojos, pero no eran los ojos del Dr. Connors los que la miraban fijamente. Estaban llenos de rabia, contaminados por los genes de Lagarto que se habían apoderado de los humanos, y Nell se dio cuenta de que no había nadie a quien implorarle.

—Doc, por favor —dijo ella—. No tiene que hacer esto.

—No quiero lastimarte, Nell —gruñó.

—Entonces no lo haga.

Nell no era tonta. Supuso que Connors haría acto de presencia, y en los minutos que habían transcurrido mientras se preparaba el antídoto, había tenido algo de tiempo para asegurarse de estar preparada para su llegada. Había hecho un dispositivo cegador con materiales que había logrado encontrar tirados por ahí, y mientras colgaba de las correas de su mochila de la mano de Connor, buscó a tientas el dispositivo en su bolsillo, levantando una mano para protegerse la cara mientras lo activaba.

El estallido fue increíblemente fuerte, y el destello la habría cegado si no se hubiera cubierto los ojos. Connors rugió de angustia cuando dejó caer a Nell.

Tratando de ignorar el zumbido en sus oídos, Nell se arrastró hacia el dispositivo mientras Connors continuaba golpeando, combatiendo la ceguera temporal que causó la explosión de Nell. Agarrando el dispositivo, Nell se puso de pie y corrió hacia la salida, tratando de escapar por el mismo agujero que Connors había creado para entrar al laboratorio.

Antes de que pudiera pasar, Connors agarró su mochila una vez más y la arrojó a lo largo de la habitación. Nell perdió el agarre del dispositivo cuando se estrelló contra la superficie de un banco de trabajo y los frascos de vidrio y otros equipos de laboratorio que habían sido descartados allí se esparcieron. Los frascos se hicieron añicos cuando Nell se deslizó sobre la mesa y se estrelló contra el suelo con tanta fuerza que su visión se volvió borrosa y sus oídos comenzaron a zumbar.

Vio el dispositivo tirado a unos metros de ella y trató de arrastrarse hacia él, sintiendo como si alguien le hubiera metido algodón en los oídos. Las yemas de sus dedos rozaron el dispositivo antes de que Connors lo recogiera y Nell dejó escapar un suspiro de derrota.

—No quería lastimarte, Nell —dijo Connors, mirándola—. No lo entiendes. Estoy tratando de ayudar a la especie humana a evolucionar.

—Estás loco —murmuró Nell.

—Todo mejorará pronto —dijo Connors.

Nell debe haber perdido el conocimiento temporalmente, porque cuando volvió a abrir los ojos, no vio nada más que un laboratorio vacío y escuchó una voz automatizada que decía: Antídoto completo.

—Finalmente —murmuró Nell, luchando por ponerse de pie.

Tomando el antídoto, pensó que la salida más segura era hacia abajo, y tropezó con las escaleras. Tenía sangre por todos los brazos y supuso que era del cristal que se había hecho añicos cuando golpeó la superficie del banco de trabajo. Apenas podía sentir el dolor mientras trepaba por el agujero que Connors dejó en las puertas de contención, viendo el letrero de la escalera de emergencia iluminado a su izquierda.

Mientras bajaba las escaleras, su visión se nubló y casi se cae, logrando pasar el brazo por encima de la barandilla para evitar caer por las escaleras. Cuando llegó al final sus palmas estaban pegajosas de sangre, cubriendo el vital que contenía el antídoto mientras salía de la Torre y escuchaba las sirenas a todo volumen a su alrededor, con destellos rojos y azules nadando en su visión.

—¿Nell? —dijo una voz familiar—. ¿Nell?

Vio al Capitán Stacey, el padre de Gwen, acercándose a ella, y jadeó—. ¡Capitán Stacey!

Él la agarró por los codos y le echó un vistazo—. Nell, ¿qué diablos pasó?

Ella trató de quitárselo de encima, levantando el antídoto—. Tengo que llevarle esto al Hombre Araña.

—Tienes que ir a un hospital —respondió el Capitán Stacey.

—No, no, no —dijo Nell, sacudiendo la cabeza—. ¡Puede detener al Lagarto!

—Entra al auto.

—¡No entiendes! —protestó Nell, tratando de apartarse.

—¡Lo entiendo! —respondió él, obligando a Nell a mirarlo—. Tu novio es un hombre de muchas máscaras. Lo entiendo. Dame esto —tomó el antídoto de las manos de Nell—. Entra al auto.

Nell sintió la mano de otro oficial en su brazo, sosteniéndola mientras se giraba para mirar al Capitán Stacey—. Por favor, asegúrese de que esté bien.

—Lo haré, Nell —respondió el Capitán Stacey, y luego se giro hacia un oficial—. Llévala a un hospital.

El oficial asintió—. Sí, señor.

Nell negó con la cabeza—. No. Tengo que encontrar al Hombre Araña.

—Me aseguraré de que esté bien —prometió el Capitán Stacey—. Nell, te ordeno que vayas a un hospital.

Ella se tambaleó, balanceándose sobre sus pies—. Sí, señor.

Cuando el Capitán Stacey entró en el edificio, el oficial que apoyaba a Nell la condujo hacia el automóvil—. Por aquí, señorita.

Nell se sentó en el asiento del copiloto del auto de policía y se puso el cinturón de seguridad a tientas. Para cuando el oficial se sentó en el asiento del conductor, Nell estaba inconsciente.

FALLING | Peter Parker [SHA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora