capítulo 21

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la sagrada pastilla

Al cabo de media hora todos estaban tirados en el suelo, literalmente. Todos estaban riendo de como James intentaba levantarse del suelo y eso desencadenó en que todos se empujaron entre todos y terminaron en el suelo.

- Val — le susurró Sirius a su chica en el oído — ¿Nos vamos? Tengo ganas de ir a la habitación

- No... No puedo levantarme de aquí — dijo riendo la rubia

- Bueno... Tendré que divertirme aquí...

Sirius recorrió con su mano todo el cuerpo de la rubia descaradamente mientras colaba la mano dentro del vestido cuando quería. Gracias a Merlín, no había luces suficientes como para que los demas se dieran cuenta de lo que sucedía

- Sirius... — jadeó la chica

El resultado que Sirius conseguía al tocar a Valerie encima de la ropa era bastante bueno, pero cuando rozaba la piel que el vestido no cubría... Era increible

- Vamos Valerie... Se que quieres irte de aquí — dijo el pelinegro mientras seguía acariciando a la chica

- Está bien, vamos

Ambos se levantaron, todos estaban haciendo ruido y nadie se dio cuenta de que ello faltaban. No tuvieron problemas en salir ni siquiera con el tal Parkinson. Cuando llegaron a los pasillos no perdieron el tiempo para buscar una esquina y besarse. Sirius era demandante y Valerie simplemente se dejaba llevar.

El pelinegro la acorraló contra la pared mientras dejaba besos húmedos por su cuello y claviculas hasta subir a sus labios otra vez

- Sirius... — jadeó la chica en los labios del pelinegro

- Valerie... Pídemelo... Sabes que te voy a dar todo lo que pidas... — dijo Sirius en el oído de la rubia mientras paseaba sus manos por el cuerpo de ella

- Quiero... Quiero... — de pronto Valerie perdió el color rojizo de sus mejillas dejando paso a uno blanco, enfermizo y con una mirada aterrada por algo.

Cuando Sirius se giró pudo ver lo que tanto aterraba a su chica, una gran sombra negra yacía sobre ellos, unos grandes y largos brazos salieron de entre las sombras y ambos huyeron de allí lo más rápido que pudieron.

Los efectos de la pastilla hacían efecto, estaban mareados, viendo todo borroso y en algunos casos, distorsionado, no había sido buena idea, no estaban preparados para eso y menos con aquella edad, pero nunca se paraban a pensar.

Cuando llegaron a su sala común Valerie no hizo otra cosa que arrodillarse ante el fuego y llorar, llorar mucho. Llorar del miedo porque aquello que había visto era real y no un efecto de la droga, llorar porque no debería haber consumido nada y llorar porque esa sombra quería algo y no era nada bueno. Sirius se acercó y se arrodilló junto a ella, envolviéndola con sus brazos.

- Ya está, rubia, ya está, todo ha pasado... Ha sido un susto — después de todo lo que consumía Sirius para mantenerse inhibido de su familia en los días que estaba en Grimmauld Place esto era algo más que añadir a la lista y estaba algo más sobrio que Valerie, pero no mucho más — Vamos arriba, te voy a dar algo que te quite los efectos de esta mierda

Ambos subieron las escaleras despacio y cuando llegaron al cuarto del pelinegro, este tumbó a Valerie en su cama mientras buscaba algo en su maleta.

Sirius siempre llevaba algo para sacarlo del trance de la droga en una urgencia, era una poción, echa por el mismo, una poción con un sabor exquisito y con unos efectos aun mejores. Se dirigió hacia Valerie despacio, estaba demasiado mareado como para andar como siempre, cuando vio a Valerie en la cama no pudo evitar soltar una carcajada y la rubia que estaba tumbada le siguió.

Cuando por fin logró llegar entre risas abrió el frasco y le dio varias gotas de la poción y la dejó en la mesita de noche.

- Con esta cosa, — hizo una pausa — mañana, estarás como nueva. — hizo otra pausa — A ver, hazte a un lado —Sirius se tumbó al lado de Valerie la cual se acurrucó en su pecho.

- Te quiero — dijo la chica mientras de se dormía en el pecho del pelinegro.

Nunca se cansaría de escuchar un "te quiero" de la boca de su rubia. La verdad es que a Sirius el costó pegar ojo en toda la noche, de echo saludó a James cuando entró junto con Remus, incluso se rio de Peter cuando entró con la camisa mal abrochada, por fuera del pantalón y la cara y el cuello manchados de labial rojo. Simplemente no podía dormir sabiendo que Valerie estaba con él después de lo de la sombra, sentía esa necesidad de protegerla por si volvía aquella cosa.

Nunca le contarían nada a nadie, nadie podía saber que había una sombra con brazos vagando por Hogwarts, ni siquiera Dumbledore, aunque ese hombre lo sabía todo. Durante esa noche pensó mil cosas, podría haber sido Voldemort, hacía cinco años que estaba actuando más, y mucho mas fuerte, podía ser algunos de sus nuevos hechizos para atemorizar o quizás era algún fantasma o truco propio del castillo para protegerlo, podían ser mil cosas y todas daban miedo, aunque averiguar que era aquello significaba meterse en problemas y saltarse alguna que otra norma, y eso siempre sonaba como música para sus oídos. Poco a poco se fue quedando dormido enredado entre sus propios pensamientos

Cuando amaneció Valerie ya no estaba, pero su olor seguía allí, era sábado, un sábado de resaca... El sábado de las notas.

- Chicos... — dijo cansado y con un dolor de cabeza horrible levantándose de la cama — Las notas...

Remus fue el primero en saltar de la cama y gritar que "como era posible que no se hubieran acordado de las notas", Peter pasaba del tema y James se tapó con las mantas para no escucharlos a ninguno de los tres.

A las 10 de la mañana los merodeadores estaban en el Gran Comedor, durmiendo sobre las mesas y las chicas de Gryffindor acompañándolos en su sueño, cosa que no duró mucho cuando Dumbledore dió el discurso de navidad. Para la mayoría de alumnos era una maravilla volver a casa por navidad, con sus familias... Pero para los Black no, las peleas y maltratos en Grimmauld Place eran constantes, con suerte si sus padres veían unas buenas notas en las cartas estarían salvados... Por lo menos durante un tiempo.

- Sirius, sabes que siempre nos tendrás a nosotros, eres casi mi hermano, si necesitas casa la nuestra esta abierta, tanto para tu como para Regulus — dijo James mientras se despedía de su amigo en la estación

- Gracias James... — Orion y Walburga todavía no habían llegado pero era mejor ser discretos y andar con prisas — Pecas... Yo...

- Yo también te voy a echar de menos, Sirius, cuidate, te quiero — dijo Valerie mientras le sujetaba la mano con fuerza

- Me tengo que ir, no creo que pueda escribir ninguna carta, pero estaré bien

Sirius se fue y en aquel momento sus padres aparecieron, serios, vestidos de negro y verde, y tal como vinieron se fueron con sus hijos.

- ¿Que pasa, pequeña? — dijo Fleamont Potter acercándose a su hija al ver que a esta se le escaparon unas lágrimas viendo al pelinegro marchar

- Nada papá, solo un amigo... — le respondió ella secándose las lágrimas y recogiendo su equipaje — Vamos a casa

- Eso mismo digo yo, vamos a casa, en pocos días es navidad — apoyó Euphemia a su hija mientras iban a la casa Potter.

Eso es, dentro de nada volverían a casa... A casa, donde olía a pan y mermelada de fresa por las mañanas. Donde el piano sonaba por toda la casa todas las tardes y el ajedrez mágico se sacudía el polvo.

Casa, que bien sonaba esa palabra cuando encontrabas un refugio en el hogar.

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Lo prometido no siempre es deuda [Sirius Black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora