capítulo 25

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primera guerra Black

Regulus se marchó después de terminar las pociones, de los detalles se ocuparía Val. En realidad la rubia no necesitaba ayuda para algo que se le daba tan bien, era solo una excusa de Sirius para tener a su hermano cerca. Cuando Reg se marchó Sirius le dio una calurosa despedida y le dio varios consejos para cuando llegara a casa.
Cuando el pequeño de los Black llegó a casa sus padres estaban en el salón.

- Regulus, ven aquí — dijo su madre al notar su presencia —. Hela ha mandado una carta.

- Gracias por decírmelo, madre. Ordena a Kreacher que me la suba a mi cuarto con un té verde caliente.

- Un momento Regulus, ¿ha salido a la búsqueda de Sirius? — preguntó su padre todavía enfrascado en el periódico.

- Si, padre. No he encontrado rastro de él, ese estúpido niño... Nunca aprenderá a madurar.

- Cuánta razón tienes Regulus — dijo Walburga —. Toma tu carta, enseguida mando a Kreacher con el té verde, apropósito, ¿quieres unas pastas?

- Si, gracias madre.

El pelinegro subió las escaleras mientras rompía el sobre para leer la carta de Hela y mientras lo iba haciendo daba las gracias a Merlín de que su madre no hubiera visto la carta y hubiera sospechado de us marcha nocturna.

Querido Reggie,
Me informaré más sobre lo de Canuto, espero que salga ileso, ya me ha comentado Walburga Black que ha sido un encantamiento de los asquerosos traidores a la sangre. En cuanto regresemos a Hogwarts buscaremos a esos imbéciles y les daremos su merecido, nadie se mete con uno de los nuestros. Se que la carta es corta, solo quería escribirte, como siempre.

Con amor, Hela.
P.D. Cuídate y cuida también tus actos, te quiero Reggie.

Regulus apretó la carta contra su pecho, aunque fuera una carta de aliento hacia su hermano también lo era para él, lo sabía. Hela siempre intentaba darle el apoyo que necesitaba y a él le encantaba eso de ella, siempre se preocupó por su seguridad y su cuidado, así que, ¿como no quererla?
El pelinegro cerró la carta y la guardó donde siempre guardaba las cartas de Hela, en el doble fondo del cajón de su cómoda. Cuando lo hubo hecho siguió las otras instrucciones de Sirius, prepararse para una guerra en la familia.
Agarró lo imprescindible, unos cuantos ahorros por si todo salía mal, lo demás lo llevaba todo en los bolsillos de su gabardina. Bombas de gas paralizante, su varita y una vieja foto de él junto con Sirius.
Sus padres no tardarían en darse cuenta de que Sirius estaba en casa de los Potter, cuando esto pasara se lo llevarían y lo utilizarían de moneda de cambio, sentía las crueles palabras de Orion, aunque todavía no las hubiese dicho "O vienes o lo mato, Sirius, y los Black no tenemos compasión", dolía pensar que su propio padre pudiera decir eso, pero era una realidad, Orion no era un padre cariñoso, distaba de serlo.

Horas después los tres de la familia Black y un pequeño grupo de mortifagos se encontraban intentando derribar la capa de protección que la casa de los Potter tenía de barrera. No tardarían mucho en echarla abajo pero si estaban tardando más de lo que ellos creían.

- ¡Regulus, ayúdanos! — gritó su padre mientras lanzaba un hechizo tras otro. Resignado el pelinegro lo ayudó con hechizos sin fuerza.

- ¡Orion, deja al niño! — dijo Walburga — ¿No ves que no puede? La traición de su hermano lo está debilitando, no hagas que desperdicie energía en esto.

Un sorprendido Regulus se posicionó detrás de su madre y esperó a lo peor.
Con la barrera rota, los Potter serían carne de cañón, su hermano incluido. Después de eso todo fueron gases explosiones gritos de dolor por las bromas y Orion junto con Walburga heridos, pero no lo suficiente como para seguir a delante. Todo estaba saliendo relativamente bien, hasta el momento que Fleamont y Euphemia salieron de casa.

Lo prometido no siempre es deuda [Sirius Black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora