Capítulo XVII: reconciliación

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Hoy, ocho de octubre, habíamos quedado de reunirnos en la escuela con Elizabeth, Katia, José y Antony. Tenemos que hacer una tarea grupal, extra, y decidimos reunirnos por la mañana en la escuela.

Han pasado 3 días desde que Isabel se enojó por lo de Michelle, cada día ha terminado con una noche de insomnio y empiezo a sentir que me afecta la falta de sueño. Hoy pienso aprovechar estar dentro de la escuela a la vez que ella para hablar; decidí que si debo romper el corazón de Michelle, con quien aún no hablo a solas, para no perder a Isabel, lo haré. Haré lo que sea para que me perdone.

Trato de concentrarme en la tarea, no quiero que nadie sepa que me siento mal; no quiero tener que explicarles e incluso mentirles. Por suerte lo que tenemos que hacer no demanda demasiada concentración. Memorizar unos diálogos y dramatizarlos es bastante fácil.

Decidimos tomar un pequeño descanso, pues casi está lista la dramatización, por la tarde debemos trabajar en la escenografía. Es el receso del turno de la mañana, así que mientras hablamos trato de buscar a Isabel, pero no la encuentro. No la pude ver salir de su salón, así que quizá se haya quedado dentro.

Gracias a que la conversación gira en torno a Elizabeth y Katia, no tengo que prestar demasiada atención y solo debo responder puntualmente a alguna pregunta, al menos hasta que termina el receso y veo por fin a Isabel.

Mi corazón se encogió en el intento de soportar el golpe emocional que suponía tener que verla solo a la distancia. Del lado de la cocina, a mi derecha, veo su figura caminar, atravesando el espacio entre la cocina y los salones. Camina junto a Jhonny, él habla y ella escucha.

Voltea a verme, por un segundo eterno; siento que las lágrimas quieren salir, quiero correr y abrazarla, la extraño demasiado pero... no sé cómo puede reaccionar ella y ese temor me impide moverme. A ella también le duele verme a la distancia, lo vi en su mirada, pero solo vuelve a ver al frente y camina, ahora, cabizbaja.

Entró al salón. Me siento roto, mi corazón sigue encogido pero no basta para evitarme el dolor, puedo sentir la lágrima que recorre mi mejilla. Por suerte la conversación entre mis compañeros de trabajo los mantiene tan distraídos que no me notan actualmente. Tengo que hablar con Isabel, no puedo seguir así. Jamás podría acostumbrarme a su ausencia.

Isabel está unos pasos fuera del salón ahora, me mira — me extraña — y me hace señas para que llegue donde ella. Me levanto en cuanto puedo; siento un vacío en el estómago y un nudo en la garganta ¿Podré hablar? Tengo que poder. Mis pensamientos se van perdiendo mientras recorro el espacio entre nosotros; me limpio con el dorso de mi mano la lágrima de antes, aprovechando que ella no me ve, sino al suelo.

— Hola — susurra ella en cuanto estoy frente a ella.

— Hola — susurro demasiado bajo. Siento que se me escapa el aire.

— Quiero que hablemos... — tragó saliva con esfuerzo — pero no en este momento, sino al acabar las clases. Saldremos temprano. — no sé qué decir — ¿Está bien?

— Sí... está perfecto — siento el alivio recorrer mi cuerpo. Isabel asintió casi de forma imperceptible.

Bye — se despidió dudando unos segundos y luego volvió a entrar al salón.

Me perdonará... quizá. Empiezo a tener esperanza, ahora que ha quedado pactada nuestra charla. Te extraño tanto Isabel, se me hará eterno el tiempo que falta para que hablemos. Trato de calmarme mientras regreso con el resto, debemos seguir con los ensayos y no puedo mostrarme mal, emocionalmente, frente a ellos.

Los ensayos, en el área de juegos de parvularia, no estuvieron mal, creo que podremos hacer la dramatización de forma aceptable. Pero lo más importante de este día está por suceder; fuí a buscar a Isabel y me pidió que esperara en el pasillo frente a parvularia y es lo que hago. Estoy nervioso, mirando el suelo debajo de mis pies.

Puedo contar cada latido de mi corazón, Isabel dijo que salían temprano y así fue, pero solo noveno, el resto siguen en clase y puedo oír el murmullo de cada salón. Trato de controlar mi respiración y deshacer el nudo de mi garganta; no es tan fácil, pero necesito poder hablar con ella sin sentir que me ahogo.

Ella vino, como lo prometió. Estamos de pié en el pasillo frente a parvularia. Ella no me mira y eso me permite verla a ella, está triste, ya no furiosa.

— Estuve pensando — comenzó ella con una voz tenue —, y tú puedes estar con quién quieras. Yo no soy quién para evitarlo — no parece convencida de sus palabras.

— Lo siento — qué difícil es hablar —, pero no quiero perderte; nada vale la pena si te pierdo, Isabel.

— Estuve hablando con Jhonny — continuó ella —, lo siento por el drama que hice. Fue muy exagerado y no tenía derecho a hacerlo — el dolor de esta idea es palpable —. Tú puedes estar con quién quieras.

— No, Isabel, tú tienes razón, yo rompí mi promesa y merecía eso — estoy luchando por no quebrarme —. Lo siento, en serio nada vale la pena sin ti... no quiero perderte. Perdóname.

— No hay nada que perdonar, ya te dije, no te preocupes.

— Isabel... — estiré mi brazo hasta tomar su barbilla y levantarla para que me viera a los ojos. Pude ver todo el dolor en su mirada. — lo siento. En serio lo siento. No soporto tenerte lejos, eres la chica más importante en mi vida — ¿Le digo lo que siento? — nada ni nadie vale la pena de perderte. Por favor perdóname, puedo alejarme de Michelle.

Ella resopló y pude ver un atisbo de su sonrisa antes que me abrazara. Un abrazo simple pero que me pareció magia.

— No te preocupes — continuó ella al dejar de abrazarnos —, puedes seguir con Michelle, es tu vida y puedes hacer lo que quieras. Aunque me hubiera gustado que me contaras las cosas — su voz se fue perdiendo hasta casi ser un susurro.

— ¿Segura que está bien? — ¿Por qué eso no me hace feliz del todo? — Y lo siento, te conté en cuanto pude, además sabía que te enojarías. No había decidido nada hasta un par de días antes de decirte.

— Ya, está bien. Y bueno, después de todo casi no podemos hablar estos días, es normal que me cuentes menos cosas.

— Tienes razón en eso; aunque me gustaría hablar más contigo.

— A mí también me gustaría. Te extraño

— También te extraño demasiado.

— Alex, ¿Ella te hace feliz? — ya no hay tensión, solo tristeza en su voz.

— ¿Michelle? Sí, bueno, sí me hace feliz.

— Entonces está bien. Yo espero que seas muy feliz con ella — decir esto le duele, puedo sentirlo.

— Sí pero, puedo alejarme si quieres. No quiero estar con ella si te pierdo.

— No, no, tú puedes ser feliz con quien quieras, es tu vida — su voz se volvió tensa nuevamente. Respiró antes de volver a hablar y su voz ahora fue más dulce —; solo no te olvides de mí ¿Sí?

— ¡Jamás! Jamás me olvidaré de ti.

Pude ver una pequeña sonrisa; ella me vió a los ojos y pude ver su color café oscuro, tan hermoso y cautivador como siempre. Sus labios estaban un poco secos. La charla continuó, hablamos de los ensayos de la dramatización. Le dije que no estábamos tan mal y que solo haríamos el ridículo. Hablamos y reímos como antes pero, no era igual, no lo era.

Claro que no sería igual, ella hacía mucho con perdonar que rompiera mi promesa. Y ahí estábamos, hablando, solo nosotros. No me dí cuenta que ya era hora de que saliera Lissette, hora en que Isabel estaba obligada a irse. Salí junto a ellas — tengo que volver en la tarde a estudiar — y me despedí con un abrazo de Isabel. Como me hacía falta abrazarla.

• • •

Esta noche tengo tanto en qué pensar, aún falta tanto qué hacer. Debo recuperar la confianza de Isabel, su cariño, su aprecio. Tengo que poder volver a sentarme junto a ella y hablar mirando sus ojos muy de cerca; apreciando sus labios, un fruto prohibido que jamás podré probar.

¿Y Michelle? Aún debo hablar con ella ¿Quiero algo con ella? Sí, quiero algo con ella, con mi sol artificial. Isabel tiene a Carlos y es feliz, yo tendré a Michelle, siempre que Isabel no se aleje de mí, seré feliz. De hecho, en dos días es su cumpleaños, debo pensar en que haré; también debo, ahora sí, buscar el día adecuado para que hablemos a solas. La quiero, y ella a mí.

Creo que podré dormir un poco más esta noche.

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