Capítulo XX: confusión

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¿Por qué hay tantas puertas? Estoy en un pasillo largo, con demasiadas puertas; tengo una puerta grande, justo detrás de mí, de color rojo; otra al final del pasillo, de color azul, y muchas puertas pequeñas cafés. El suelo cruje con cada paso que doy, mientras me acerco a la puerta azul. Estoy frente a ella, quiero abrirla pero al tocarla está muy fría y eso me detiene unos segundos. Al abrir la puerta, todo se pone oscuro detrás de mí, la puerta está vacía; siento que el miedo oprime mi pecho y... despierto con lágrimas corriendo por mi rostro, por segunda vez; ayer soñé exactamente lo mismo, y también desperté llorando.

Ayer hablé con Isabel por chat, ya que no hubo clases, decidimos que debíamos avanzar los dados del juego de matemáticas, así que vendrá a mi casa para que trabajemos en la tarde.

• • •

Isabel vino a las dos y cuarto, fuimos a las tiendas cercanas a mi casa a pedir unas cajas, para hacer los dados; luego comenzamos rápidamente a trabajar, sentados en unos bancos a los lados de la mesa, cortando, de las cajas rectangulares, las piezas cuadradas que necesitamos.

Isabel tarareaba una canción mientras marcaba los cuadros, eso me hizo detenerme mientras cortaba y escuchar, mirando su perfil, me pareció tan linda. Ella me volteó a ver y se sintió apenada «¿Quieres música?» le pregunté, y ella asintió.

Tenemos que hacer dos dados, haremos uno con bordes de colores y otro con bordes negros. Comenzamos a formar los cubos, pegarlos no es muy difícil. Mientras comenzamos a pegar, con silicona caliente, las tapas del primer cubo, mi madre decidió ir a comprar algo, llevando a mi hermano menor con ella, eso nos dejó solos a Isabel y a mí.

Me levanté un momento, mientras cortaba las tapas del segundo cubo; Isabel estaba marcando la última tapa cuando la abracé por la espalda, rodeando con mis brazos su cintura; ella suspiró, lo pude sentir, y soltó el lápiz y la regla con que marcaba, para luego colocar sus manos sobre las mías. Me acerqué a su oído para susurrarle. — Te quiero, Isabel. Nunca me cambies, por favor. —, y besé su cabello; ella respondió también en un susurro — Jamás podría cambiarte, Alex. —, entonces sonreí y me separé de ella.

— ¿A qué se debe eso? — preguntó en cuanto me senté.

— No lo sé, solo quise hacerlo y lo hice — y es la verdad, fue un impulso extraño.

— Eres muy raro a veces. Definitivamente, ni queriendo podría cambiarte — me dijo sonriendo dulcemente.

— Eso me gusta — contesté.

Nos sonreímos el uno al otro unos segundos y luego seguimos trabajando.

Al terminar de pegar el segundo cubo, regresó mi madre, vió ambos cubos y nos preguntó qué haríamos, comencé a explicar lo siguiente en la lista, que sería forrar los cubos con páginas blancas, para luego colocar los bordes. Entonces hicimos el proceso con el primer cubo, pero ya eran las cinco treinta cuando acabamos, Isabel debía volver a casa.

Isabel se negó a que la acompañara a su casa, así que se fue luego de despedirse con un cariñoso abrazo. Continúe con el segundo cubo, el de los bordes de colores. No me tomó mucho más que el anterior, pero en cuánto Isabel se fue, trabajar en el cubo no era lo mismo, era un trabajo muerto, sin emoción.

• • •

Ayer el sueño se volvió a repetir, pero esta vez, la voz de Michelle me llamaba del otro lado de la puerta; entré y la ví, ella se acercó y me besó, en ese momento me desperté, nuevamente entre lágrimas.

Ya es lunes, volveré a trabajar con Isabel hoy, y eso me emociona. Entré a la escuela a las siete cuarenta, ya que el lunes hay formación y no quería estar presente. El profesor de informática sí vino hoy, así que esta vez trabajaremos en el salón de sexto grado, ya que su maestra faltó y por lo tanto no tienen clases.

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