Capítulo XXIX: cercanía

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El viernes parece tan ajeno a este día, se ve tan lejano, dividido por un domingo de realidades tristes.

Me encuentro sentado al borde del pasillo, frente al salón donde antes recibía clases; Isabel ensaya los pasos más complicados con Jhonny y yo la veo fijamente, quizá demasiado. Mis pensamientos vagan entre el ahora y el diecisiete de octubre; ella es la misma; sus ojos son los mismos; sus manos son las mismas; sus labios son los mismos. Me pregunto si ella se acuerda.

Luego de que los pasos les salieran bien, ella se sentó a mi lado; me saludó con una sonrisa, un poco agitada por el baile con Jhonny, y frunció los labios.

— ¿Y qué tal? — preguntó, con una dulzura tal que sentí que mi corazón daba un vuelco.

— ¿Lo recuerdas? — pregunté casi susurrando. Mi corazón se aceleró y noté como la respiración de Isabel cambió.

— ¿Qué si lo recuerdo? — dijo con nerviosismo.

— Sí, ayer hace un mes de eso — dije, muerto de nervios pero mirándola a sus ojos.

— Pensé que no lo recordarías — dijo huyendo de mi mirada —, pasé todo el día pensando en ello. — su voz era casi un susurro, dulce pero melancólico.

— Yo también pasé todo el día pensando en ello — confesé mirando la palma de mi mano.

— ¿Cómo te hace sentir? — me interrogó con una dulce firmeza.

— Es difícil de explicar — respondí —; no estoy seguro de poder explicarlo.

— Umm, bueno — se lamentó Isabel.

El instructor nos llamó para comenzar los ensayos. Nos pusimos de pie y nos miramos; ella sonrió con una dulzura que hizo brincar a mi corazón.

— ¿Quieres saber cómo me hace sentir? — pregunté sonriendo.

— Sí, sí quiero — respondió con una sonrisa.

Le pedí su mano con la mía — ¿Vamos? — ella pareció confundida un segundo y luego me dio su mano; nos dirigimos tomados de la mano a nuestro lugar en la fila, para hacer la entrada de la coreografía.

— ¿Entonces me dirás? — me preguntó. — Espera — respondí sujetando un poco más fuerte su mano.

— ¿Te molesta que esté ella? — Somos los últimos en la fila, delante de nosotros están Alicia y Erik.

— No, para nada — respondo sonriendo.

— ¿Seguro? — ¡Ah! Lo dice con una tierna preocupación, tan dulce que casi me hace llorar de la emoción.

— Muy seguro — acaricio su mano con mi pulgar —, puedes estar tranquila, gracias por preocuparte.

Suena el vals; un, dos, tres; un, dos, tres, empezamos la marcha, tomados de la mano, para ubicarnos en un círculo; un, dos, tres, un, dos, tres; estamos uno frente al otro, tomados de la mano, y nos mecemos hacia adelante y hacia atrás; un, dos, tres, un, dos, tres; una vuelta, sin soltar nuestras manos. El balanceo comienza nuevamente y aprovecho mi mano en su cintura para juntarla más a mi cuerpo; ella suspira, escapa de mi mirada mientras su respiración se vuelve irregular; la coreografía me obliga a soltarla para hacer el próximo paso: dos cuadros; un, dos, tres, un, dos, tres; comienza el balanceo nuevamente, la vuelvo a juntar a mí y ella sigue huyendo de mi mirada.

— ¿Por qué no me miras? — le susurro.

Ella levanta la mirada, me mira; puedo sentir la electricidad de nuestros labios; sé que ella también la siente, pues sus labios tiemblan de forma casi imperceptible. Ella vuelve a bajar la mirada.

— No puedo — susurra.

Otra vuelta sin soltar su mano y en cuanto vuelve el balanceo la junto a mi cuerpo.

— ¿Ahora entiendes como me hace sentir? — le susurro.

Ella me mira, vuelve la electricidad. Mi respiración es irregular, mi corazón golpea mi pecho con demasiada fuerza; todo mi ser me exige que la bese, pero no puedo, no en este lugar. Una vuelta más, pero esta vez mi cuerpo no responde a la decisión de separarme de ella y golpeó su cabeza con mi antebrazo ¡Que horror!

Acaba la vuelta y vuelve junto a mí.

— Pero a ti no te afecta como a mí — susurra a mi cuello.

— Sí me afecta — respondo con otro susurro —, incluso me hizo golpear tu cabeza.

— Oh, tiene sentido — susurra y el próximo paso me obliga a soltarla.

Un cambio de parejas por un compás, me toca bailar con Alicia; ¡Cuánto deseé antes sostener la mano de Alicia! Ahora es algo sin importancia.

— Hola, Ali.

— Hola — me contesta sonriendo.

Otro cambio, ahora con Rocío, y otro con Katia, la que lloraba.

— ¿Qué pasó? — pregunté con ternura.

— Luego te cuento — contestó ella entre sollozos.

Volví con Rocío y luego con Alicia.

— Chao, Ali — me despedí antes de girarla para el próximo cambio y volver con mi pareja.

Tomé a Isabel, nuestras manos se entrelazaron con una facilidad maravillosa, la volví a juntar a mí y ella suspiró, dejándome probar su aliento; nuestros labios están tan cerca; siento fuego en mi pecho y mis labios.

Una vuelta que no me obliga a soltarla; de nuevo nos balanceamos. Ella me mira; me vuelve loco, estoy a punto de dejarme llevar y besarla, pero me controlo y escapo de su mirada. Otra vuelta; otro balanceo y un suspiro de ambos. La última vuelta, quedando ella de espalda a mí, tomados de las manos en su cintura; un suspiro más de ambos con el final de la canción, el mío en su cuello, y nos separamos lentamente para sonreír con dulzura el uno al otro.

Acabo de notar a Carlos sentado ¿A qué hora vino? No importa. Ahora le toca a Jhonny ensayar con Isabel, así que busco a Katia para preguntar por qué lloraba; resulta que tuvo un problema y los profesores descubrieron su relación con Luna.

Luego de consolar un poco a Katia, me divierto observando como a Isabel le cuesta tomar las manos de alguien más ¡Cuánta alegría me da esto! Conmigo le es tan fácil entrelazar sus dedos y con el resto parece tan torpe siquiera para sujetarlos.

Un descanso al terminar la coreografía del tercer grupo, donde ya no bailaba Isabel, lo uso para hablar con Jhonny, mientras Isabel habla con Carlos. Habrá un ensayo más de cada grupo y con eso hemos terminado por hoy. Mañana es el último ensayo.

Volvemos a ensayar, esta vez puedo sentir la mirada de Carlos pero no me importa, disfruto de la cercanía de Isabel todo lo que puedo. Continúan los ensayos de los otros dos grupos y entonces, al acabar, Isabel se va con Carlos luego de despedirse de mí y Jhonny. ¡Cuánto te envidio, Carlos! Tienes la dicha de tenerla.

Nuestra orientadora nos entregó, al turno vespertino, nuestras fotos de graduación, que tomamos hace ya tiempo. Luego nos retiramos y entonces volví a mi casa, y le escribí a Michelle.

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