Capítulo XXVIII: culpa

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A media noche le escribí a Michelle un dulce mensaje por nuestro aniversario, ella hizo lo mismo y nos quedamos hablando durante un rato. Yo sabía que ella saldría con su madre, pues me lo había contado antes, así que le dije que hiciéramos algo juntos el domingo, mañana; ella aceptó.

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Caminamos al parque, porque Michelle decidió ir ahí; «hace mucho que no voy, vamos ahí» me dijo, y yo, como buen novio, lo acepté. Entramos por enfrente al supuesto parque; atravesamos la polvosa área de rampas para skate y nos sentamos en una de las bancas puestas en las esquinas de una caseta.

Nos sentamos a hablar; pronto me recosté en sus piernas mientras ella acariciaba mi cabello. El tiempo pasaba entre charlas, malos chistes, bromas y risas, pero yo estaba incompleto; constantemente rozar las manos de Michelle me recordaba que había sostenido las de Isabel y era un pensamiento que trataba de olvidar antes que se notara. Michelle no se merece esto, debo ser el mejor novio que pueda y lo seré.

Tomamos un jugo mientras comíamos un churro, antes de que tuviéramos que regresar; luego la dejé en su casa y regresé a la mía.

¿Qué hice? Nunca debí comenzar una relación con ella, no si iba a sentirme así, pero... yo no imaginé que me iba a sentir así; no imaginé que Isabel sentiría algo por mí; no imaginé que tomaría su mano; no imaginé que podría besarla; no imaginé que un amor imposible fuera correspondido.

Ya no hay vuelta atrás, seré el mejor novio para Michelle. Isabel tiene a Carlos y es feliz, yo no evitaré eso, no importa que las lágrimas broten de mis ojos en el silencio de la noche; no importa que los recuerdos efímeros de un amor, imposible pero, correspondido me opriman el pecho; que tenga un nudo en la garganta porque hoy, hoy se cumple un mes exacto de nuestro beso y, en todo el día, traté de no pensar en eso, pero los recuerdos son demasiado fuertes.

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