Martes, último ensayo del vals. Aquí está Carlos, está sentado junto a la mamá y hermana de Isabel, que también vinieron. Hoy el ensayo debería durar menos, pues solo haremos un ensayo o dos de toda la coreografía por grupo.
El primer grupo, que ayer fue el tercero, hace su ensayo, mientras hablamos Isabel, su madre, Carlos y yo. Debo admitir que es un poco incómodo, pero no demasiado; Carlos no me mira como asesino mientras está Isabel sentada a su lado. La mamá de Isabel me preguntó por el discurso de graduación, ya que, como el primero de la clase, debería decirlo yo, al menos de parte del turno vespertino; para el turno matutino debería ser Isabel, quién es la primera de su clase; pero a ninguno de los dos nos han dicho nada.
Nos toca ensayar; cuánto gozo al pronunciar las palabras «Isabel, nuestro turno» y llevarme a Isabel a nuestro puesto y tomarla entonces de la mano. Comienza la coreografía, los pasos; Carlos no está feliz, pero eso no importa, disfrutaré de este ensayo cuanto pueda. Empiezan los balanceos, así que puedo acercar a Isabel a mí, pero no como ayer, porque siento la mirada de su madre y Carlos, así que me controlo. Siento la electricidad de nuestros labios, sus suspiros, sus nervios y los míos, el calor en mi pecho y, cuánto disfruto esto; ¡no cambiaría ninguno de los ensayos por nada en el mundo!
Acabamos el ensayo, solo fue uno, y volvimos al lugar donde estaban la mamá de Isabel, su hermana, Carlos y, ahora, Jhonny. Carlos se despidió de todos, pues tenía que hacer unas cosas; justo después, cuándo inició el ensayo con Jhonny, se fueron la mamá y hermana de Isabel, pero ellas iban a volver. Yo me divertí un minuto viendo como se le dificulta tomar una mano que no sea la mía a Isabel, luego fuí donde mi orientadora para preguntar por el discurso. «ya le dije a quién lo dirá» fue su respuesta; yo debería decirlo, por ser el mejor, pero nunca le agradé a la orientadora, así que no me sorprende que ponga a otro.
Terminó el ensayo del tercer grupo, pero habrá otro en unos minutos. Isabel se acerca a mí muy preocupada:
— Alex, la seño me dijo que yo haré el discurso. — me dijo con una voz aguda y afligida.
— ¡Es genial! — me emocioné — ¡Eres la mejor, tenías que decirlo tú!
— ¡Pero lo quiere para mañana! — continuó con su aguda voz soprano preocupada — Yo no puedo escribir un discurso ¡Menos en un día!
— Ay, Isabel — la abracé con ternura unos segundos y luego me separé un poco para verla a los ojos —. Tú puedes lograrlo, yo sé que sí y yo te voy a ayudar. Ya verás que escribiremos ese discurso hoy mismo.
— Pero, ¿y si no? — miró al suelo — Quizá sea mejor que diga que no.
— ¡Vamos, Isabel, podrás, yo sé que sí! — la volví a abrazar — Pero está bien, si tú quieres decir que no, está bien; ella debió decirte antes para que tuvieras tiempo.
— ¿En serio me ayudarás? — preguntó, con una voz que casi era un susurro.
— Sí, Isabel, te lo prometo. — contesté con ternura.
— ¿En serio crees que podré decirlo? — continuó ella.
— Claro que sí, estoy totalmente seguro. — contesté sonriendo.
Isabel suspiró y cerró los ojos.
— Está bien, lo haré entonces... Pero sí necesito tu ayuda, mucho. — me dijo con una mirada llena de ternura.
La abracé de nuevo — Yo te ayudo, ahora ve a ensayar que ya comienzan — y la solté con una sonrisa.
Terminó el ensayo, la mamá de Isabel volvió con Lissette y entonces Isabel le contó sobre el discurso. Isabel no parece segura del todo, con respecto al discurso, pero aún así lo hará; debo escribir el mejor discurso que pueda, un día será suficiente. La mamá de Isabel se ve molesta por la falta de confianza con que habla Isabel, porque, al igual que yo, ella sabe que Isabel puede decir ese discurso maravillosamente; también está un poco molesta por el poco tiempo que ha dado la maestra para escribir un discurso.
— No se preocupe — dije yo —, se puede escribir un buen discurso aún.
— Pero su deber era avisar con tiempo — continuó ella.
— Sí, eso es verdad — acepté yo —, era su obligación pero ahora ya estuvo, solo queda escribirlo.
— Sí, eso sí — concluyó ella —. Bueno, vámonos, Isabel. — le dijo a ella y volteó hacia la puerta.
— Ya voy — respondió Isabel.
— Rápido pues — y luego para mí —. Adiós, Alex.
— Adiós — contesté con un movimiento de mano.
Isabel se acercó a mí cabizbaja.
— ¿En serio crees que podré?
— Estoy seguro — contesté e Isabel alzó la mirada.
— Gracias por ayudarme — su mirada fue tan dulce, tan tierna, con tanto amor, que mi corazón dió un vuelco y entonces ella me abrazó y, yo no quería soltarla, pero debía hacerlo.
— Gracias por dejarme ayudarte — Susurré en su oído antes de soltarla.
Isabel me sonrió y se despidió de mí, luego se despidió rápidamente de Jhonny , antes de irse. Miguel se acercó a mí y me preguntó si quería ir a jugar baloncesto un rato, ahorita, ya que eran pasadas las cuatro de la tarde; acepté ir a jugar, solo iría a cambiarme a mi casa y subiría a casa de Miguel; espero que moverme un poco me ayude a pensar en cómo organizar el discurso, pues no tengo muy claro que debo escribir.
Me cambié, luego de pedir permiso a mi madre, y subí, ya pensando en que escribir: debo agradecer a los profesores, debo hablar sobre el futuro y debo hablar de lo vivido.
Llegamos al parque, mismo dónde hace unos días estuve con Michelle. Vino la hermana mayor de Miguel, quién juega baloncesto en un equipo de la universidad. Solamente estuvimos tirando al aro por turnos; mis tiros fueron los peores, pues estaba todo el tiempo pensando en el discurso para Isabel, en Isabel. Tengo la oportunidad de ayudarla con algo que sé que va a recordar, debo hacer lo mejor que pueda.
Regresé a mi casa, son las cinco y media. Me cambié, bañé e hice algunas cosas en la casa. Abrí la aplicación de Google documentos y empecé a escribir todo lo que había pensando mientras tiraba al aro, dándole forma a las palabras, dándoles sentido. No me dí cuenta cuando pasó el tiempo, eran las siete treinta, mi madre ya hizo la cena así que le mandé lo que he escrito a Isabel; le pido que lo lea, que me diga qué no le gusta y qué debería agregar, a parte de lo que yo mismo le dije que quería agregar.
Cinco minutos me demoro en cenar; estoy emocionado por ver si Isabel me ha escrito. Isabel me dijo que lo leería y me diría; yo le dije que estaría esperando que me escriba y así lo hizo:
»No puedo creer que hayas escrito todo eso.
»Está increíble, me gusta ¿Lo terminarás hoy?
Yo le respondí que sí, que más noche se lo enviaría para que lo revisara.
Continúe escribiendo, agregando más cosas, borrando y corrigiendo otras, a las diez de la noche terminé y se lo mostré, me pidió que agregara un párrafo al principio y así lo hice. El discurso está terminando, aunque realmente es más un borrador, mañana debemos mostrarlo a la orientadora de Isabel, y para eso, debo imprimirlo temprano, pero antes, iré a su casa para ayudarla a practicar, aunque pueda que la profesora cambié algunas cosas, practicar no está de más.
La idea de ayudarla a practicar se me ocurrió mientras cenaba, así que ya había pedido permiso a mi madre para ir, ahora estaba seguro de que iría y solo quedaba dormir y despertar. Isabel se despidió de mí; no puedo esperar a verla mañana pero, antes hay alguien más con quién he estado hablando por chat, y con quién me desvelaré hablando: Michelle, mi novia.
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Amor y Amigos.
Genç Kurgu- Quiero hacerte una propuesta, aunque sé que está mal; no podemos cambiar lo que sentimos, entonces dejemos que pase lo que tenga que pasar. Mientras nadie lo sepa, nadie nos puede juzgar... ¿Aceptas? Los amores prohibidos son siempre los más inten...