Capítulo XXVI: premiación

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Eran dos, un hombre y una mujer, el hombre era el más joven. Él parecía calmado a la vista, amable y dulce, el policía bueno; la mujer parecía tosca, de un carácter fuerte, el policía malo.

Cuándo llegaron a nuestro lugar no sentí nervios, sino emoción, una gran emoción que corría por mis venas. Empezamos la exposición con el saludo típico formal, el saludo de libreto. Ellos preguntaron cuál era el tema, aún teniendo las letras enfrente, rápidamente contesté y comencé la introducción al tema. Le pedí a Isabel que les explicara las partes del juego, así lo hizo ella, comenzó con el tablero, luego las tarjetas, los dados, la tómbola y la ruleta.

Continúe, preguntando si querían probar un tiro de los dados, pero se negaron, «mejor háganlo ustedes» dijo el hombre. Isabel tiró los dados, yo moví la pieza y tomé una tarjeta. Les mostré la tarjeta a los evaluadores, les expliqué la operación, como se resolvía, y procedí a obtener la respuesta. Para las respuestas había hecho una pequeña pizarra con cartón, papel y cinta adhesiva, así que realicé todo el proceso y se los enseñé.

Los evaluadores hacían una perfecta cara de póker, solo asintiendo ante las explicaciones. Pidieron entonces una muestra de la ruleta y la tómbola; para la ruleta era fácil, solo decir la raíz cuadrada correcta, pero la tómbola también eran operaciones, y quería que Isabel explicara esta, pero estaba muy nerviosa. Cuándo la vi tan nerviosa, justo como lo prometí, sin pausas tomé esa parte de la exposición también, y resolví la operación.

Comenzaron las preguntas, una tras otra, todas las pude contestar sin problemas, incluso unas que salían del tema, pero seguían siendo matemáticas, así que no hubo problema. Isabel estaba a mi lado y contestó una de las preguntas, luego entonces el hombre me pidió simplificar una raíz cuadrada que escogió al azar, y así lo hice. Asintieron brevemente, miraron el cartel y el juego una vez más y se marcharon.

Nos sentamos, Isabel estaba muerta de nervios aún; yo estaba lleno de emoción, había salido todo muy bien. La directora llegó a los pocos minutos:

— ¿Cómo les fue, chicos? — preguntó en cuanto se acercó — ¿Todo bien?

— ¡Sí! — contesté con emoción — Todo muy bien.

— Sí — dijo Isabel con una voz suave —, aunque todo lo hizo Alex...

— No exageres — la interrumpí, poniendo los ojos en blanco —, no hice todo.

— Pero casi todo — continuó ella —, a mí me ganaron los nervios.

— Lo de los nervios no lo discutiré — dije con tono de burla.

— Pero, ¿qué dijeron ellos? ¿Pidieron responder las preguntas? — preguntó la directora.

— Del juego no dijeron nada realmente, solo asentían — respondí —, luego nos hicieron bastantes preguntas, pero contestamos todas sin ningún problema. Así que creo que todo salió perfecto.

— Ay, me alegra oír eso — dijo la directora con un gesto como si hubiera estado cargando algo muy pesado durante horas y se lo quitara —, si lograron responder todo entonces podemos tener fé en que van a ganar.

— Eso espero — contesté.

— Yo igual — dijo Isabel con una sonrisa torcida.

La directora se despidió, dijo que iría con los otros grupos, antes nos dijo que podíamos recoger las cosas pero que teníamos que esperar en nuestro puesto, porque nos darían un refrigerio. Comenzamos entonces a recoger todo el juego, los grupos cercanos a nosotros hicieron lo mismo.

Cuando terminamos de ordenar todo, llegaron a darnos unas pupusas y un fresco, el refrigerio. Sinceramente las pupusas están simples, así que no diré que las disfrute, pero hambre sí tenía.

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