pénte.

55 7 38
                                    

Cuando Hell consiguió dar con Rykes, el rubio estaba lleno de sudor por el extenuante ejercicio físico que estaba realizando, sin duda buscando una forma de liberar tensiones por medio del deporte desmedido.

Hell suspiró, adentrándose en el gimnasio con el crujido de las pesas siendo levantadas una y otra vez acompañado de rugidos feroces como banda sonora. Decidió pasar de largo, subir a una de las cintas y empezar a correr. No sabía aún bien cómo abordar el tema con el chico con el que, a decir verdad, compartía poco o nada.

A cada zancada nueva que daba, pensaba en lo bien que les vendría a ambos en ese momento la presencia de Richard allí. A Rykes para buscar consejo de su padre y a Hell para librarse de esa situación en la que Victoria lo había metido.

¿Cómo podía atajar? Nada de lo que se le venía a la mente le resultaba convincente, nada lo suficientemente bueno como para que Rykes no se encerrara aún más en sí mismo al ver a alguien tratando de entrometerse en su vida.

Escuchó las pesas caer con más fuerza de la cuenta y no pudo evitar mirar hacia atrás, arriesgándose a caer de la cinta. Rykes lo estaba mirando desde el banco, con los codos sobre las rodillas y la respiración pesada por el ejercicio.

Hell detuvo la cinta, sabiendo que Rykes se había dado cuenta de que algo buscaba y no encontrándole el sentido a seguir dándole vueltas al asunto que le concernía. Supuso que cuanto antes acabase con ello, antes podría marcharse a continuar consolando a su muy insaciable novia.

—Victoria me ha contado lo que ha sucedido en la playa.

Rykes no contestó, dejando salir un leve gruñido de su garganta y Hell no pudo evitar rodar los ojos. Ese hombre era más huraño que él en su adolescencia.

El rubio se puso en pie, pasándose la toalla por la frente para retirar la transpiración de la zona, liberando a su rostro de las perlas de sudor. Cuando retiró la fibra de su cara, Hell vio que su gesto había cambiado. Estaba dispuesto a hablar.

—¿Cómo conseguiste hablarle a Victoria de lo que pasó con tu madre?

Hell no podía decir que se esperaba esa pregunta tan directa pero entendía de dónde venía. Estaba claro que Cordelia quería saber por qué Rykes era de la manera en que era y eso solo se conseguía comprender cuando la persona se abría por completo a ti.

Rykes, al parecer y a juzgar por su pregunta, no lo estaba llevando demasiado bien. Había algo en su pasado que tenía que contar y no sabía cómo. Algo difícil.

—Lo hice cuando ya la había perdido—explicó Hell—. Cuando la amargura ya me había consumido y la había cagado a todos los niveles con ella. Creo que fue mi último cartucho tratando de recuperarla y evidentemente, fue demasiado tarde.

—No lo veo de ese modo, estáis juntos ¿no?

—Después de pasar un año separados, sí.

—¿Ves?

—Rykes, si hubiera hecho las cosas del modo correcto, ese año lejos de Victoria no habría sucedido y este no sería el primer verano que podría pasar en una isla paradisiaca con ella. No supe lidiar con mi trauma y la perdí. Ese es el mensaje que deberías captar y temer.

Hell sabía que no era fácil y veía que Rykes temía al momento de confesar más de lo que quería aparentar. Lo veía en su manera de aferrarse a que, al final, Victoria había vuelto con él. Pero, ¿y si él no corría con la misma suerte?

» Si de verdad quieres a Cordelia, no dejes las cosas al azar con ella. No te arriesgues a perderla porque nada ni nadie te asegura que haya un perdón esperándote al otro lado del bache.

The Grimmest DesireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora