Part XVII

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Las semanas transcurrieron y el clima empeoró con cada una de ellas. Thomas se balanceó despreocupadamente en su respaldo, mientras el lápiz en su mano golpeaba la mesa con un constante tic.tic.tic.

Suspiró, cansado... estaba tan, tan agotado. Tanto así que podría acurrucarse como un niño unos cuantos minutos y dormir. Cada día había sido más agotador que el anterior. Muertes que cubrir. Gente que indemnizar. Una chica que encontrar.

Scarlett había desaparecido esa misma noche, dejando un rastro sangriento, o mejor dicho, de fuego a su paso. Con una lista de problemas que tapar. Como si aquel fuera su maldito problema.

Tal vez era un tonto por querer encontrarla. Por arriesgar a su gente una y otra vez en busca de sus pistas inexistentes. Era casi como si nunca hubiera existido, más allá de la gran casa quemada con cuerpos dentro en aquella calle principal. La casa en donde había asesinado a sangre fría, en donde había tirado esas cabezas inocentes como si se tratara de un puto trofeo.

Su estómago se revolvió. Quizás aquella era la razón de su cansancio. Cada vez que cerraba los ojos veía los de ella. Olía el mismo olor a humo. Podía escuchar el asqueroso sonido de esas cabezas rebotando en el suelo. El fuego mezclado con oro lo seguían día a día, noche tras noche, haciéndole recordar, desconfiar y extrañamente... anhelar.

Por primera vez el monstruo no era el. Por primera vez sus manos no estaban manchadas y teñidas de rojo, a pesar de que lo hubiera preferido de esa forma. Al menos si lo hubiera hecho él, su hermano no se encontraría con el corazón destrozado. Ni hubiera sido tan público con los hechos. No... Él habría sido precavido, silencioso, perfeccionista. No habría dejado ni un cabo suelto. Ni un evento mediático que los tuviera en la maldita mira de todos.

Thomas podía sentir empatía. Él había estado ahí. Vio un rostro que reconoció en el mismo. Acciones que él nunca realizó, pero que sí las habría llevado a cabo  bajo las razones necesarias y apropiadas. 

Una igual, eso era Scar para él.

La puerta sonó. Su cuerpo automáticamente rígido. Adoptando su postura usual, hombros tensos, cuellos recto. Sus hermanos pasaron junto con un grupo de hombres, aquellos que habían contratado para investigar y para limpiar todo aquel desastre. Habían hecho un trabajo de mierda. No era como si realmente se pudiera hacer algo con una casa gigante disminuida hasta los cimientos, con gente desaparecida. Los rumores corrían y corrían, cada uno culpándolo a él de aquella catástrofe.  

Su hermano tenía un extraño brillo en los ojos. Casi sonreía. La esperanza tonta revoloteó en su pecho. Tal vez ya había conocido a otra persona. Era una gran probabilidad. John siempre había sido el más apuesto y alegre de los cuatro, encontrar mujeres y enamorarse de ella nunca había sido problema para él. 

- La hemos encontrado - soltó.

- Más bien ella ha aparecido - Le corrigió Will. Mi hermano rodó los ojos.

- ¿Qué es lo que haremos con ella? - cuestionó Arthur. Mi ceño se frunció automáticamente. Era la misma pregunta que me había estado haciendo durante semanas. ¿Qué mierda hacer con alguien que se encontraba así de descontrolada? Alguien sobre quién no tenía poder alguno. Alguien tan malditamente impredecible como ella.

- Fuera los demás - gruñí, girando en mi silla. Tantas decisiones. La puerta se cerró tras el grupo de gente que no era bienvenido a una conversación tan personal. 

-¿Qué pretendes Arthur? - saltó Will - ¿A qué te refieres con aquello? - sus brazos se cruzaron, en negación. En una postura defensiva.

- ¿Qué pretendo? - cuestionó de vuelta con sorna - Pretendo darle su merecido. Hemos pasado semanas siendo interrogados por malditos policías. Noches limpiando evidencias. Rumores de mierda en toda la ciudad. Somos una maldita paría.

Red right hand [ Thomas Sheby- John Shelby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora