Part II

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La furia de un dios en el que ya no creía pareció desatarse minutos después de que Thomas Shelby se largó del funeral de sus padres.

Scarlett esperó y esperó hasta que ni un alma viva quedaba en aquel olvidado cementerio. A pesar de que el agua se le caló hasta los huesos ella no lograba sentir nada dentro de ella. Nada físico, nada psicológico y ciertamente nada sentimental. El vacío se encontraba ahí, dentro de ella, esperando y esperando a ser llenado.

Ella parecía moverse como una sombra, como si fuera un muerto más de aquel lugar. Tal vez lo era, se dijo. Ciertamente se sentía como uno o mejor dicho, no sentía ni una maldita cosa. No fue hasta que llegó a unos metros de la tumba de sus padres que sintió su cuerpo temblar levemente. Sus ojos secos parecían estar acostumbrados a la oscuridad absoluta y su corazón a la soledad.

Erguida y estática simplemente se dejo ir en la oscuridad. Con la mano enrollada en un puño y sus uñas empujando su propia carne se dio un rápido permiso para recordar. Podía sentir su presencia, oler el suave perfume de su madre, sentir sus labios presionados en su mejilla, murmurar palabras de amor, las cuales ya nunca más podría escuchar. También podía ver... podía ver en la oscuridad los ojos cálidos de su padre, estrechándose con tristeza tal y como los había visto la última vez que estuvo con él. Nunca le había dicho que lo perdonaba, nunca le había dirigido palabra alguna a su familia en siete años.

Sus uñas se apretaron contra su carne, haciéndole sentir un leve dolor, lo que le confirmaba lo que ella temía. Ella estaba malditamente viva, mientras que sus padres no. Sus padres que intentaron darle lo mejor pensando que taparle los ojos y haciéndola mirar en dirección a otro continente habría sido suficiente. Si tan solo ellos supieran. Si tan solo supieran que eso había sido el comienzo de otra vida, una vida no exactamente mejor a la que tenía, a la que habían intentado alejar con tanta fuerza y esfuerzo de ella. Su corazón se estremeció, dándole otro indicio de que aún respiraba. Ellos estarían tan malditamente decepcionados. Aún así ella prefería la decepción a haber muerto pensando en que ella nunca los perdonaría.

Ella nunca se perdonaría a si misma, eso lo sabía y lo daba por hecho. También sabía que podía vivir con ello gracias a que los culpables estaban sueltos.

Sintió su cuerpo protestar. Rígidas y entumidas sus piernas le obedecieron, cerniéndose sobre la tierra recientemente removida. Sus puños dejaron de apretarse a si mismos para aferrarse a la tierra húmeda. Sus labios se recogieron en una mueca y un grito de frustración salió de aquella cerrada garganta. Aún así no fue capaz de soltar lagrima alguna.

Esa era su razón de vida, supo. Ella estaría viva hasta que cada uno de los culpables estuvieran muertos y enterrados tal y como estaban ahora sus padres. "No" se corrigió. No les daría tal privilegio, tal honor. Los despedazaría. Saboreó la sangre como si ya estuviera en sus manos. Los despedazaría uno a uno y mandaría sus malditas cabezas a sus hijos, se prometió. A sus hijos o sus madres. Y ella vería... sí, ella vería como sus ojos dejarían la vida. Vería como la cara de sus seres queridos se apagaban también... y lo disfrutaría. Disfrutaría cada segundo de aquello. Y sabía por quien partiría.

Thomas Shelby.

Ella podía recordar sus ojos, astutos, inteligentes... tal vez demasiado inteligentes para su gusto. Aquella inteligencia no había salvado a sus padres, se recordó. Thomas los había mandado directamente a la tumba. Era prácticamente culpa de él y ella sabía exactamente que el lo sabía. Lo había visto, escondida entre el follaje de los arboles a su alrededor. Había sido capaz de ver todo. Thomas Shelby había estado ahí, apretando el hombro de su traidor hermano con una mirada como la de ella en sus ojos. Una mirada vacía, culpable. Él sabía que tenía aquella sangre en sus manos, sólo que no sabía que habría alguien para vengar aquella sangre.

Scarlett dejó que la tierra se colara entre sus dedos mientras susurraba una promesa de venganza a sus padres.

Fue entonces cuando para su propia sorpresa sintió algo después de mucho tiempo.

Aquel vacío... aquel vació fue llenado por algo mucho más importante, algo más allá de entumecimiento y silencio interior. Fuego y sed. Supo después de unos segundos. Un fuego y sed de venganza que no se detendrían hasta que lograra lo que quería. La sangre de sus enemigos manchando sus manos y sus ojos como recuerdo. 

Red right hand [ Thomas Sheby- John Shelby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora