Part XI

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Los días siguientes pasaron entre dosis de medicina y ella volviéndose malditamente loca encerrada en aquella casa llena de fantasmas. La asfixiaba. Ella podía ver cada recuerdo en las esquinas. Escuchar con claridad la risa estridente de su padre en el viejo salón. Sentir el olor de su madre en la cocina.

Su corazón apretándose con cada olor, con cada ruido. Con cada mirada de los ojos verdes que su hermano había heredado de su madre. Con aquella sonrisa demasiado apretada y seria cuando desaprobaba algo, copiada a la de su padre.

Era simplemente... demasiado. Un recuerdo latente de lo que ya no estaba y de lo que debería estar haciendo. Vengarlos.

No le ayudaba depender de las visitas diarias de John para tener un minuto de distracción. En el instante en que el timbre sonaba y entraba con esos ojos brillantes y esa sonrisa arrogante su corazón se apretaba por la razones equivocadas. Su mente cerraba las cortinas del recuerdo para simplemente captar todo lo que el parloteaba, coqueteaba y ofrecía.

Estaba entre un sueño y una pesadilla, sopesó.

John quien no había llegado aquella mañana. Quién probablemente era la razón de que Will haya salido bajo una lamentable excusa, apresurado por la puerta luego de haber visto algo que ella había sido muy lenta como para apresurarse a captar a través de las ventanas.

Tan rápido como la leve molestia a su costado le permitió, se calzó sus ropas. O lo que quedaba de ellas. Hizo una nota mental; ir de compras de una vez. Realmente lo necesitaba. Habían pasado unas cuantas semanas desde su llegada y todo lo que había hecho era todo lo que no necesitaba, como ropa adecuada para aquel clima de mierda.

El vestido gris se arremolinó un poco más debajo de sus rodillas. En movimientos rápidos cepilló el cabello y tras comprobar unas dos veces en el espejo si se veía tan mierda como se sentía, salió apresuradamente. Ellos no estaban en su casa. Lo sabía. Había estado observando por movimiento unos cuantos minutos.

Sus pies se apresuraron por la calle, sintiéndose ridícula con aquella falda demasiado pomposa para ella. La camisa meciéndose por sus hombros, demasiado grande para ella. Pero lo único que le importaba era apresurar sus pies, maldiciendo cada aliento de cansancio. Recordando también, que pronto tenía que volver a entrenar.

Sólo había un lugar lógico en el que estarían.

Le tomó unos 20 minutos llegar al muelle. Podía sentir el hedor de la orina, el vómito de los borrachos que acostumbraban frecuentar el lugar y a vísceras de peces. Recordando en primer lugar el por qué no había extrañado tanto su tierra. Tendría que llegar a bañarse, ese olor a mierda quedaría impregnado en ella como una jodida segunda piel.

El lugar se encontraba extrañamente vacío. Lo cual era una confirmación suficientemente obvia. Ellos eran ley para la gente de los muelles. Trabajaban para ellos. Un solo chasquido de sus dedos y ellos desaparecerían.No le tomó más de un minuto moverse por las pisadas recientes plasmadas en el lodo.

El galpón gris la saludó. Una pequeña y rústica fortaleza. Nadie sospecharía de un lugar como aquel.

Scarlett se escabulló por la puerta, siguiendo el sonido de las voces lejanas. Voces y jadeos, distinguió.

Moviéndose por la oscuridad, de barril en barril. Sin emitir ni un ruido, como si se tratara de un fantasma.

Sus pies se detuvieron por unos instantes para apreciar lo que sus ojos registraban.

Un hombre atado a la silla. Una mancha roja donde debería haber tenido sus facciones. Estaba segura de que casi podía ver como el ojo estaba a punto de deslizarse fuera de su cuenca. Su estómago se retorció. Asqueroso. Retorcido. Algo que ella también haría.

Pudo apreciar la espalda de Thomas, quien tenía su camisa arremangada a la altura de los codos. Sus manos teñidas de sangre. Y ella dudaba totalmente que fuera la de él. A un lado de él, John. Sus brazos cruzados, el rostro fruncido y una seriedad que le costaba reconocer en aquel rostro siempre sonriente. Will, quien se encontraba detrás de la silla, jaló del pelo de aquel hombre, obligándolo a levantar la mirada. Un sollozo saliendo de sus labios, muy diferente de la mueca en los de su hermano. Una mueca sedienta, cruel. Nunca antes vista.

-Entonces... cómo es que nos aseguramos que no estés mintiendo? – gruñó Will, la cara deformada de rabia. Parecía un lobo a punto de desgarrar la garganta de su presa con sus dientes.

Scarlett levantó una ceja. Tal vez no eran tan distintos después de todo.

-¿Cómo sabemos que no será una emboscada? – repitió Thomas, su voz pasiva, fría como un cubo de hielo. Pero también sonaba extraña, distinta.

-No lo será. Les doy mi palabra. Él estará ahí. Siempre va a ver a su amante. Siempre. A la misma hora, los mismos días – sollozaba.

Thomas se apresuró, apretando sus puños nuevamente. Sólo por un instante fugaz pudo ver la extraña y retorcida sonrisa tiñendo sus labios. El lo estaba malditamente disfrutando. Tal y como ella lo haría. Una sonrisa excitada, sedienta... tan impropia de él. Su puño conectó dos veces más con aquel rostro a carne viva. El sonido del choque grotesco, asqueroso.

-Suficiente – susurró John. Sus manos sacaron una pistola escondida en la parte trasera de sus pantalones. No esperó ninguna objeción u comentario antes de dispararle entre ceja y ceja.

Scarlett no supo decidir si fue por venganza o misericordia.

Se deslizó fuera de las sombras. Consciente de que no se habían percatado de su presencia aún.

-¿Quién es él? – cuestionó.

La bala de un disparo resonó al instante. Ella maldijo todos los insultos que podía recordar. El agujero en un tambor a unos centímetros de su oreja humeo levemente. La cara pálida de John distorsionada en una mueca de sorpresa. Ella quiso asestarle un puñetazo . Thomas se giró, sus ojos inspeccinandola con frío escrutinio. Él no había asomado su nariz desde el día en que la dejó ahí, herida y al cuidado de su hermano, siendo consumida por los recuerdos. Scarlett trató de ignorar el amargor formándose en la base de su estómago ante el hecho.

Will se alejó del cadáver en un gesto rápido. Como haciéndose el estúpido. Como si quisiera ocultar aquella parte de él. Aquello en que lo habían convertido los otros dos hombres delante de ella. No pudo evitar repudiarlos por aquello.

-¿Qué haces acá? – cuestionó su hermano. Sus manos con sangre restregándose contra sus costados, en un pobre intento de limpiarlas.

- ¿Qué haces tú acá? – Sus ojos vagaron en todos los lugares menos en su cara – ¿Quién es él? – repitió, sintiéndose un poco tonta por tener que repetirlo.

-El es parte de la banda que casi te mata el otro día. Él – repitió – está fuera de tus preocupaciones. Nos encargaremos.

Ella quiso reírse. ¿Qué le hacía pensar que necesitaba que hicieran eso por ella? Resistió el impulso de carcajearse en su cara. Aquello sería ser muy muy mal educado. Inspiró, intentando guardar la calma antes de hacer algo realmente estúpido.

-¿Qué es lo que han averiguado? – Esta vez fue John quien contestó. El arma de vuelta a su lugar. Sus ojos azules no dejaron de observar todos sus movimientos, en busca de algo.

-Te ves bien. ¿No te duele? – cuestionó, gestionando en dirección a sus costillas, donde se suponía que se encontraba la herida. Scarlett negó, esperando más – El es de confianza de los que mataron a tus padres. Sabemos cómo y dónde encontrarlo. Desarmado. Probablemente con la polla bien enterrada, distraído.

Scarlett sonrió. Aquella sonrisa cruel, robándose el aire en la habitación.

-¿Cuándo podré ponerme manos a la obra?- cuestionó, saboreando un poquitito de lo que sería el mejor trago de venganza que podía tener. 

Red right hand [ Thomas Sheby- John Shelby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora