John entró corriendo a la oficina como si el diablo lo hubiera estado persiguiendo. Con la mirada perdida cayó en el asiento frente a su hermano. Sus dedos temblorosos empujando y prendiendo un cigarro en su boca.
Thomas había visto realmente pocas veces en su vida a su hermano así de descompuesto. No tenía que ser nada bueno.
-Qué ha ocurrido – cuestionó, preparándose mentalmente para lo que sea que fuera a salir de la boca de su hermano.
Thomas contó 130 segundos antes de que los ojos azules de su hermano se encontraran con los suyos. Entonces lo supo. Nada más que malas noticias podían salir de la boca de un hombre que se veía de la forma en la que lo hacía su hermano.
-Ayer desapareció uno de los chicos de Olivers – Thomas asintió, al tanto de aquella noticia. No había muchas cosas de las que el no estuviera enterado. Los Olivers eran uno de los que encabezaban la lista de sus enemigos y uno de los principales sospechosos de la muerte de los Maxwell. Él ya había instaurado gente dentro de su organización, averiguando mientras el planeaba la mejor forma de dar un gran golpe. Un golpe de venganza y muerte. No se sintió muy alarmado cuando le habían informado que uno de ellos había desaparecido en la madrugada y que se hallaban buscándolo – Hoy ... - Inspiró, como si aún no pudiera digerir lo que estaba a punto de decir – Hoy han encontrado su cabeza en la puerta de la casa de sus padres. Thom... la cabeza no tenía ojos. Un grito congelado en el rostro del muerto. Que es así como quedó. Todos piensan que hemos sido nosotros.
Con dedos temblorosos John acerco un nuevo cigarrillo a su boca. Nunca había escuchado de alguien tan brutal. Ni siquiera ellos mismo serían capaces de cometer tal atrocidad, a pesar de caracterizarse por dejar a sus enemigos ciegos. Eran los malditos Peaky Blinders por algo y todo el mundo lo sabía.
Frente a él pudo ver a su hermano con el rostro en blanco. No por el miedo como el de él propio, supo John. Sino abstraído por algún plan, algún pensamiento. Si antes los Oliver iban a por ellos ahora supo que alguien había firmado su sentencia de muerte por ellos. Casi como si hubiera sido con su propia maldita firma. Fue entonces cuando sus ojos grises miraron más allá. Su hermano sabía.
-Joooooooder – gruñó. Thomas paso sus manos por su cara y luego por su cabello. Su corazón latiendo rápidamente. Su mente calculando cualquier plan que pudiera ayudar rápidamente. Analizó pros y contras. Quería golpear algo.
Ella había hecho su primer movimiento, supo. Y los había malditamente inculpado a ellos por ello. Le pareció tan lógico de repente que quiso reír. Matar dos pájaros de un tiro, eso era exactamente lo que ella estaba haciendo. Lo que estuvo haciendo aquellas dos semanas que había pasado inadvertida. Como si ella no hubiera existido. ¿Quién jodidamente era ella? ¿Realmente había sido capaz de decapitar a alguien? ¿Ella? ¿La niña flacucha y pecosa?
Entonces Thomas recordó. Recordó como el cuchillo había sido presionado en su cuello en el lugar correcto, con la precisión correcta. Cómo sus manos no habían tiritado en ningún momento y como si ella hubiera realizado solo un movimiento el probablemente se encontraría sin cabeza tal y como habían encontrado a aquel chico. Maldita sea.
Supo que aquella no era la primera vez que ella hacía eso. Pudo escuchar como un susurro en su oreja sus amenazas. Te cortare la cabeza y sacare tus ojos, había siseado con veneno. Aquello no había sido una amenaza, sino que una promesa.
Por primera vez en muchos años Thomas saboreó algo más que aquella solemnidad, algo más que aquel vacío que poseía dentro de él. Sintió el frio del miedo recorrer su espalda y el sabor agrio en su garganta. Estaban jodidos.
-¿Quién ha sido Tommy? – cuestionó su hermano, a pesar de tener sus sospechas. Él no quería escuchar ese nombre ser confirmado. No quería saber que había sido ella la que había cometido tales actos.
-Scar – respondió, confirmando.
Alguien gritó en la habitación continua. Provenía de la oficina de Will. Ambos estuvieron en sus pies en cuestión de segundos. Cruzaron la instancia hasta detenerse frente a la puerta de William.
Thomas lo supo con tan solo echar una breve mirada y con tan solo inspirar levemente el olor característico de la muerte.
Frente a él, William observaba una caja posada en su escritorio. No más grande que una caja donde cabrían joyas. Su rostro verde y sus labios abiertos, como si fuera a gritar nuevamente.
A su costado John vomitó, afirmándose de la puerta. La situación siendo demasiada para él. No se podía imaginar a la chica que hace dos semanas lo había besado, confrontándolo, haciendo aquel... acto. Iba a ponerse peor, supo en sus huesos. Sintió el sudo correr por su espalda y su cuerpo tiritar, sin fuerzas. Ella no era aquella niña demasiado tímida como para darse cuenta de que si le hablaba el caería rendido a ella. Él lo sabía, era una cosa estúpida, algo de infancia, pero aún así no podía concebirlo. No podía creer en sus huesos, en su mente que alguien como ella fuera a hacer algo tan macabro y sucio que ni siquiera tenía cabida para él y sus hermanos. Y ellos bastantes cosas macabras habían hecho para llegar a donde estaban.
Los ojos de Thomas y Will se encontraron, confirmando su sospecha. Él también sabia quién había sido.
Ella tenía que estar jugando con ellos, y de una forma malditamente descarada.
Ojos sin vida yacían en la caja y parecían mirarlo directamente a él. Como si le advirtieran de algo.
En medio de un gruñido Thomas apartó la caja, sintiéndose ligeramente enfermo.
La decisión estaba tomada, y no necesariamente por él. Ella había apretado el gatillo. Ella se había condenado a sí misma.
Apoyando los brazos en el escritorio de su amigo, mirándolo directamente a aquellos ojos ahora llenos de lágrimas. Su rostro descompuesto, desolado.
Ellos se conocían hace tantos años que se podría pensar que uno anticipaba al otro. Cuando Thomas iba, Will se aseguraba que su camino se hallara sin problemas. Y si había problemas, el se encargaba de resolverlos. Pero estaba malditamente seguro de que no podría con lo que su amigo estaba a punto de decirle, de confirmarle.
Los dos se miraron por un instante más, sabiendo que algo tendría que hacerse.
Frente a él, William observó más allá. Podía sentir los engranajes de su malditamente brillante cabeza moviéndose, calculando. Observó como los ojos de Thomas brillaron con algo que no había visto hace años. Se sintió desfallecer, su corazón deteniéndose momentáneamente. Thomas iba a entrar en el juego, definitivamente. Él iba a matar a su hermana.
-Lo siento Will – susurró Thomas antes de regalarle un asentimiento respetuoso, sabiendo que él tendría que comprender.
La tormenta en aquellos ojos le anunció que el juego había empezado. Thomas Shelby había empezado su caza.
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Red right hand [ Thomas Sheby- John Shelby]
Fanfic¿Ese era el precio de la venganza? Se cuestionó. ¿Perderse a si misma lo valía?