Part X

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Cuando Scarlett decidió que se sentía lo suficientemente bien como para deslizarse escaleras abajo, después de días perdidos sin poder hacer nada más que extender la mano por un vaso de agua, si es que Will no estaba ahí para checkear en ella como lo había hecho cada maldito segundo desde que había llegado a la casa. Lo que menos pensó en encontrarse fue con aquellos ojos color océano registrando cada uno de sus movimientos vergonzosamente tiesos y descoordinados a causa del dolor punzante en su costado. Con descaro, pudo ver como aquellos orbes azules la seguían cada paso mientras se apresuraba por la escalera de vieja madera raída.

La mirada de un depredador, apreció ella.

John cruzó sus piernas mientras apuraba el líquido ámbar por su garganta. Parecía no ser el primero. Lucía demasiado cómodo, observó. Aquella sonrisa arrebatadora estampada en sus labios ilegalmente rellenos. Ella quería golpearse a si misma por seguramente parecer una tonta. Sintió la sangre subir a sus mejillas y para el momento en que alcanzó el ultimo escalón estaba segura de que John lo notaría.

-Ahí esta -le sonrió como un lobo, mostrando todos aquellos blancos dientes en medio de una expresión astuta y coqueta. Para Scarlett fue imposible no mirar cómo sus ojos azules se arrugaban  a medida que su sonrisa crecía. Quiso salir corriendo. – la chica que conozco. Ya se me había olvidado lo que era ver color en tus mejillas Scar. El rojo siempre te ha sentado bien- Finalizó con un guiño.

Ella rodó sus ojos, acercándose lentamente a su lado. Sus labios bajaron a su mejilla, inclinándose debido a la diferencia de altura, antes de guiarla al sillón donde había estado observándola - y con mucha probabilidad emborrachándose y esperándola durante un rato-

Él era definitivamente un hombre guapo, saboreó. Un tipo de belleza muy distinta a la letal de Thomas, cuyos ojos brillaban de inteligencia. O a la tranquila e intimidante de Sam. No, esta era una belleza pasional. 

Scarlett se humedeció los labios resecos, sintiéndose incapaz de poder despegar su mirada de la de él. Ella sabía que aquel tipo de atracción era la más peligrosa de todas. Ella sabía que era lo suficientemente fuerte – y estúpida – como para poder controlar su mente en cuanto a las otras dos, pero... ¿sus hormonas? No tanto. Aquel era del tipo que se le metía bajo la piel al igual que su ira. Y ella... ella ya no era la misma, se recordó. No era una niña y estaba casi segura de que cada hombre que había pasado por su cama le diría lo mismo al chico de ojos azules frente a ella.

-A qué viniste John – El reproche tiñó su tono. John se alejó unos cuantos centímetros, admirando el rostro completo de la muchacha sentada a su lado. Sintiendo su corazón moverse ante los ojos dorados que no se apartaron de los suyos. Estaba malditamente perdido.

-A ver cómo estabas – sus pestañas se balancearon en su dirección, sus labios rellenos curvados en una sonrisa que ella conocía demasiado bien. Lo había visto ofrecerle esa sonrisa descarada a cada chica en Bermingham – y al deleitarme con el placer de apreciar una vista tan grata como la tuya – fanfarroneo – espero que esta vez el beso que me des te haga cambiar de opinión.

Estática. Ella estaba estática en su lugar, pareciendo seguramente una idiota. Se recordó pestañar, agradeciendo no haber estado tomando nada, la probabilidad de que hubiera escupido su trago eran demasiadas. La niña que había sido en algún momento, en alguna vida , una que pretendía no volver a recordar o vivir.

-Dudo que hagas cambiar de opinión Johnny – copió en su rostro una sonrisa gemela, lobuna – además – miró sus uñas en un gesto desinteresado, rogando porque la rojez de su rostro bajara en vez de seguir subiendo por su cuello - dudo que beses mejor que cualquiera de los hombres en Nueva York.

Red right hand [ Thomas Sheby- John Shelby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora