Part III

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Thomas Shelby sintió que algo no iba bien. Algo simplemente no estaba malditamente bien en su oficina. Observó a través de sus somnolientas ojos y largas pestañas para luego fingir un bostezo, calculando todo rápidamente, indagando qué era lo que no se sentía bien. Desenredó sus brazos y enderezó con pereza su columna, acomodándose con fingida despreocupación en la silla que había estado durmiendo. De pronto lo sintió. Un dulce perfume inundó la estancia. Olía como a fruta y Thomas sabía malditamente bien que no había posibilidad de que ese fuera el olor de alguno de sus hombres o de sus putas dándose al caso.

Bajo la urgencia de sentir luz en medio de la oscura habitación para poder inspeccionar bien, buscó a tientas el cable de la lampara en frente de él.

Todo fue tan brusco que ni lo hubiera imaginado.

Pudo sentirlo antes de verlo. Una navaja ahora estaba donde recién había alzado su mano, incrustada ahora entre sus dedos, ahora bañados en sangre por lo que parecía haber sido un corte bastante preciso. Antes de que hubiera tenido la oportunidad de voltearse para atacar, tuvo en su cuello algo con filo, probablemente un cuchillo más grande que la navaja. Sólo sintió temor cuando se dio cuenta de que extrañamente su atacante no estaba ni tiritando ante lo que planeaba hacer. Probablemente los rusos que se había cargado a los Maxwell venían a por el ahora, antes de que el pudiera hacer planes de contra ataque. Una medida tan inteligente que podría haberla planeado h el mismo.

Su pelo se encontró atrapado entre dedos helados e inflexibles. Su cuello sintiendo como poco a poco el cuchillo cortaba la piel. Aún así no temía. Si esta era su hora es porque simplemente lo era... en cuanto al negocio, no sabía si quedarse tan tranquilo.

-Estoy seguro de que te puedo ofrecer más dinero del que te han pagado por matarme – tentó el, sintiendo que con cada palabra aquel estúpido cuchillo se enterraba más y más profundo. A sus espaldas un bufido resonó. Era una mujer la que lo tenía entre sus manos. ¿Alguna de sus amantes enfurecidas tal vez? Decidió intentarlo de nuevo. – Escucha, si te he hecho algo malo en el pasado lo siento. Pensé que siempre dejaba las cosas claras con mis ... mujeres.

Para su sorpresa aquella mujer rio. No fue una risa divertida ni una histérica, fue algo más como acido, como pesar.

-No podrías comprarme ni con todo el dinero del mundo Shelby – susurró en su oído, dejando su aliento cálido y con olor a Whisky.

-Qué es lo que te puedo ofrecer? – tanteó – Todos tenemos nuestro precio. ¿Cuál es la razón de este altercado? – cuestionó, apresurándose a constituir algún plan de escape. Seguramente aquella mujer estaba armada más allá de los cuchillos, pero podía darse cuenta por su tono que no quería hacer un alboroto, no quería ser escuchada. Y por como se había colado en su oficina sin ser vista, podría decir que ella era como un fantasma trabajando en las sombras. ¿Una sicaria tal vez? ¿ Tan poco lo estimaban sus enemigos?

-No me puedes devolver lo que me quitaron por tu culpa – gruño ella. Thomas sintió por primera vez un atisbo de algo más que fría y calculadora tranquilidad. Rabia y pena.

Tal vez se lo merecía, pensó. Y aunque se lo mereciera estaba decidido a que este no sería su momento. Ni de coña.

Hizo una rápida lista mental de las madres de alguno de sus chicos caídos. El recordaba cada rostro, cada tono de voz y lamentablemente cada llanto. Los llevaba consigo, como un recuerdo y como una advertencia. El las respetaba, a cada una de ellas y al odio que llevarían dentro por siempre. El odio hacia el por haber reclutado a sus seres queridos. Sin embargo aquella no era una voz que reconociera.

En medio de un movimiento rápido la mujer retiró la navaja incrustada en su mano, girándolo antes de hacerlo, dejando una estela de dolor insoportable. Thomas no le dio el gusto de escucharlo gritar por dolor.

Red right hand [ Thomas Sheby- John Shelby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora