La nueva cara

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Moscú, Unión Soviética 

La fría mañana comenzaba, apenas y había unos mínimos rayos de sol que entraban por la enorme ventana. El ruso deseaba quedarse dormido uno cuantos minutos más, sinceramente le daba mucha pereza tener que trabajar hoy. Su descanso se vio interrumpido al escuchar la puerta de su habitación abrirse.

ㅡSi, si, ya voy a levantarmeㅡ mencionó con pereza mientras se iba sentando.

ㅡBuenos días querido Rusiaㅡ al escuchar esas palabras el ruso se extraño, se talló los ojos, no podía creer lo que estaba viendo.

ㅡ¿Pero... qué?

ㅡLamento si te hice un desayuno muy gringo, es que no sé mucho de la gastronomía rusaㅡ era el mexicano, con una bandeja en manos y una enorme y cálida sonrisa en su rostro.

ㅡ¿Me hiciste el desayuno?ㅡ el peliblanco aún no podía creer lo que veían sus ojos.

ㅡSi, lo hice. También planche tu camisa para hoy y tu corbata. Le quite las pelusas a tu saco y a tu bufanda. El desayuno lo trate de hacer lo menos dulce posible, pero si lo sientes demasiado dulce, me disculpo, estoy acostumbrado a hacer las cosas demasiado empalagosas.

Rusia se quedó boquiabierto y sus ojos se abrieron más, ¿esto era real? ¿De verdad México estaba siendo amable con él? 

El mexicano se acercó más para ponerle sobre las piernas la bandeja con el desayuno (una taza de café y tres hotcakes). Le dio unas cuantas palmadas en la espalda para después decir "provecho, que lo disfrutes", y sin más, el latino se retiró de la habitación. 

El europeo se quedó sin hacer nada durante un minuto, tratando de procesar lo que había pasado. Estando un poco inseguro de hacerlo, le dio un sorbo al café, efectivamente estaba más dulce de lo que solía tomarlo pero tampoco estaba demasiado empalagoso. Cortó un pequeño trozo de los hotcakes y lo probó. Cielos, pese a ser dulce le encantó su sabor.

Tras acabarse su desayuno, procedió a ir a su armario. Lo primero que notó fue que ya estaba toda su ropa de hoy a primera vista, perfectamente arreglada como había dicho el mexicano. Se cambió y salió de su habitación con rumbo a su oficina para comenzar con el trabajo.

En el camino se encontró con Bielorrusia y Kazajistán.

ㅡ¿A ti también México te arregló la ropa y te trajo el desayuno a la cama?ㅡ fue lo primero que dijo el kazajo.

ㅡSi. ¿A ustedes también?

Los otros dos asintieron.

ㅡEsto es tan...raroㅡ comenzó a decir el bielorusoㅡ Hace tan solo una semana nos miraba feo y era frío. Ahora nos sonríe, es tan extraño.

ㅡTal vez al fin se dio cuenta que será más feliz aquí con nosotros. Puede que ya se haya dado cuenta que ahora ya no es prisionero del cerdo capitalistaㅡ mencionó Rusia.

Bielorrusia le dio la razón a esa conclusión, mientras que el kazajo se quedó en silenció, aquello no le convencía, y le parecía bastante sospechoso el repentino cambio de actitud del latino.

Sin más que decir, el más alto siguió su camino hacia la oficina. Al llegar, se llevó una sorpresa.

ㅡHola mi querido amigo ruski, ¿te gustó el desayuno?ㅡ era el mexicano, quien estaba sentado sobre el escritorio.

ㅡ¿Què haces aquí?

ㅡQuiero ayudarte con tu trabajo de oficina, veo que son muchos papeles, pero yo soy muy bueno en esto.

ㅡNo lo sé. Son papeles importantes.

ㅡVamos, déjame ayudarteㅡ bajó del escritorio y se acercó al ruso lo suficientemente como para poder sentir su frío alientoㅡ ¿No quisieras tener un día de descansó? Un día que no sea tan pesado para ti.

ㅡClaro que me gustaría descansar un poco, esto de ir ganando lleva consigo mucho papeleo.

El moreno acarició la mejilla del más alto y le regalo una sonrisa coqueta.

ㅡEntonces déjame ayudarte.

Un leve sonrojo en las mejillas del ruso se hizo presente. ¿Cómo era posible que se sintiera tan intimidado, tan apenado por un simple rose de su mejilla?

ㅡVale, puedes ayudarme.

Amenaza Roja [Hispanoamerica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora