Washington, DC, E.E.U.U.
Se puso su traje, tomó un puñado de pastillas las cuales consumió sin mucho problema, importándole poco que estaba consumiendo más de la dosis recomendada. Se puso gafas para ocultar sus notable ojeras, terminó de peinar su cabello.
Estaba listo para irse y tomar cartas en el asunto.ㅡ¿Estás seguro que quieres irte?ㅡ le preguntó el mexicano, quien solo observaba las acciones del rubioㅡ Podría tratar de convencer a tu jefe de que te de unos días más de reposo.
ㅡNo. Ya me canse de estar postrado en una cama sin hacer nadaㅡ respondió, mientras trataba de hacer el nudo de su corbataㅡ Ya me canse de estar aquí sin hacer nada, ya es momento de que tome represalias en contra de esos idiotas árabes.
ㅡ¿Represalias? Si sabes que en estos momentos nadie está preparado para un ataque, ¿no? Lo digo por parte del bloque capitalista.
El estadounidense no respondió a ello, solo terminó de arreglarse en silencio. El mexicano bajó la mirada, triste y preocupado por lo que el rubio fuese capaz de hacer ahora.
México tenía un mal presentimiento sobre todo esto; presentía que aquello que Estados Unidos y su jefe habían hablado tenía que ver con ese sentimiento de venganza que fue creciendo más y más.ㅡMexico, te agradezco que me hayas cuidado todos estos díasㅡ de uno de sus cajones sacó una pequeña llaveㅡ Nuevamente me demuestras que eres alguien de fiar, así que, si algo sale mal en algún punto de esta guerraㅡ le entregó la llave al morenoㅡ Tú serás mi último recurso de salvación.
El latino quedó extrañado con aquella llave, su expresión de confusión era notoria, por lo que el angloparlante le susurró al oído para que era esa llave.
A México se le helo la sangre al escucharlo.
ㅡSé que puedo confiar en ti, Mexico.
Después de los dicho, ambos salieron de la casa. El estadounidense iría con su jefe, mientras que el mexicano regresaría a su país (ya tenía demasiadas responsabilidades a las cuales atender ahora).
Ambos se despidieron y siguieron sus caminos.Estados Unidos subió a su auto. Le costó un poco encender el motor (por un breve momento se le olvidó como hacerlo); antes de ir a su camino asignado, fue de reversa, freno algunas veces, parecía conductor primerizo. 《Maldita sea》, por fin fue capaz de volver a conducir con normalidad.
Moscú, Unión Soviética
El chileno observaba desde la ventana la nieve caer. Una sonrisa de enamorado decoraba su rostro, sus mejillas presentaban un ligero tono rojo. El sentimiento del amor se había apoderado de él por completo, y todo parecía indicar que esa sensación estaría dentro de él por mucho tiempo.
ㅡCon tan solo verte me dan ganas de vomitarㅡ mencionó con cierto desprecio el argentino, quien estaba peinándoseㅡ Es tan asqueroso verte con esa expresión de "estoy enamorado"
ㅡYo sé que estás celoso porque el amor no funcionó contigoㅡ respondió sin apartar la vista de la ventana.
ㅡUgh, de todas formas, ¿quién necesita amor? Yo no, y tú tampoco.
ㅡ¿Ya terminaste de ser negativo?
ㅡSolo te digo que el amor nunca trae nada bueno.
ㅡQue las cosas entre tú y Brasil no hayan funcionado no quiere decir que lo que yo quiero tenga el mismo resultado.
Antes de que el argentino pudiese responder, la puerta de la habitación se abrió, era el cubano, quien les dijo que todos debían reunirse, había un asunto que aún necesitaban tratar si querían que todo saliera bien.
Ambos sudamericanos siguieron al caribeño hasta una habitación donde solo estaban los hispanos.
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Amenaza Roja [Hispanoamerica]
Fiksi SejarahPara lograr imponer una nueva ideología, los soviéticos en conjunto con los cubanos se implantan en las universidades para convencer a los jóvenes de iniciar una revolución. Tras pasar una serie de sucesos, en los países hispanoamericanos se logran...