Cuenta uno hasta el treita y uno

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—¿Qué has hecho, P'Sao? —preguntó el chico pequeño, con voz nerviosa y gotas de sudor brotando de sus sienes, mientras que la persona a la que le hablaba parecía despreocupada.

Nueng, vamos a casa.

—Tenemos que llevar a P'Jinny al hospital...

—Déjala ahí, que se muera.

—¡P'Sao! —exclamó, alzando la voz, sin poder creer lo que oía.

—¡Lleva a P'Jinny al hospital ahora mismo!

Nueng se esforzó en levantar el cuerpo inconsciente para ponerla de pie. Su mirada estaba llena de furia y desilusión. Esta era probablemente la primera vez que se atrevía a dar órdenes, especialmente a alguien como él.

Wan Sao frunció el ceño antes de exhalar un pesado suspiro por la boca y tomó a la chica para sostenerla él mismo. Fueron al coche y se dirigieron directamente al hospital más cercano. Una vez que se aseguraron de que Jinny no estaba en peligro, se retiraron, dejando que las enfermeras se encargaran de contactar a la familia de la herida.

Dentro del coche, durante todo el camino de vuelta a casa, la atmósfera estaba tensa.

—No me gusta que me mires como lo hiciste hace un momento.

—Pero, P'Sao, te has pasado. ¿Por qué tuviste que usar la violencia? Y además, con una mujer.

—Esa chica te dio una bofetada —sus ojos delgados echaron una mirada de reojo a la persona en el asiento de al lado, algo irritado. Aunque en su corazón solo estaba preocupado y quería darle una lección a quien había molestado a su pequeño, terminó recibiendo el enfado en su lugar.

Nueng estuvo a punto de replicar, pero algo le dijo que se detuviera para calmarse durante tres segundos antes de suspirar suavemente. No es que no entendiera las intenciones de Wan Sao, pero ese carácter impulsivo suyo, nada acorde con el apodo de "príncipe de hielo", era algo que quería que dejara atrás.

Porque Wan Sao se estaba esforzando por convertirse en una mejor persona por él... pero él también quería ver a Wan Sao convertirse en una mejor persona por los demás. Y, por supuesto, también por sí mismo.

—Sí, P'Jinny me dio una bofetada. Eso no está bien, ¿verdad?

La persona detrás del volante asintió.

—Si eso no está bien, ¿por qué P'Sao iba a hacer lo mismo que ella? —Al no recibir respuesta, continuó hablando con un tono más suave.

—Te dije que no fueras impulsivo y que no usaras la violencia.

—...

—A mí tampoco me gusta que hagas cosas así, P'Sao. Es... aterrador, ¿sabes? —El dueño de los ojos redondos miró al otro justo en el momento en que las ruedas del coche se detuvieron frente a la acera de la casa. Wan Sao pareció quedarse helado un momento, luego rápidamente lo abrazó.

Con una gran mano, le acarició de manera tranquilizadora desde la coronilla hasta la espalda delgada.

—Lo siento... ¿te asusté, Nueng?

Él fingió asentir bajo los brazos que lo envolvían.

—Está bien, intentaré controlarme más. —Wan Sao se separó un poco para que sus ojos se encontraran.

—Pero todo lo que hago es porque te amo, porque me preocupo por ti. ¿Lo entiendes?

—Sí... —Sus mejillas se sonrojaron. Sintió como si toda la firmeza que había tenido hace un momento se hubiera derretido por completo, solo con escuchar unas pocas palabras dulces.

Cuenta Uno hasta el Sábado ✿[นับหนึ่งถึงเสาร์ ✿]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora