El Castigo

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Cocinando Al Amor
Capítulo 49

Candy, adentro de la camioneta forcejeo con Albert, qué con una mano trataba de calmarla, diciéndole
-¡Cálmate mujer!, no querrás qué nos estrellemos y le pase algo a nuestros hijos.

Candy le contestó:
-Estás muy equivocado, son mis hijos, por qué tú no  has estado a nuestro lado, te olvidaste de mí, recordabas sólo a Karen, me juzgaste sólo por ser hija adoptiva de Martin White, Déjame bajar, tu y yo no tenemos nada de qué hablar.

-¡Claro qué tenemos qué hablar!, tu crees qué  se me puede olvidar todo lo qué tu y yo vivimos, ¡No, Candy!, todavía recuerdo el sabor de tus besos y la entrega de nuestra primera vez, pues aunque no lo creas tu has sido y serás  la primera y la única, confesaba Albert, aferrado a aquel volante. Y continuo manejando con la vista fija en aquella carretera, no es el momento aquí para hablar, en cuánto lleguemos a un lugar tu y yo hablaremos, por lo pronto más vale qué te quedes quieta.

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En Quebec y Ontario Canadá, todo el equipo de seguridad de los Ardlays buscaban a la pareja que no daba señales de su presencia.

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Al llegar  a la frontera con Alaska se adentro a un bosque al llegar a un lugar, Albert quitó el seguro de la puerta de la camioneta y bajo quitando la llave de la camioneta, el lugar era un bosque,  alejado de toda civilización y se dispuso a bajar bolsas cargada de víveres, el no estaba dispuesto a dejarla ir tan fácilmente, el lugar era secreto, nadie sabía de su existencia, enfrente de la cabaña, había un hermoso lago,  y le dijo a Candy, si quieres bajar la cabaña te espera, pero si no quieres pasaras noches bastante frías, tu decides.

-Candy tenía mucha hambre, estaba nerviosa y con emociones encontradas, y decidió bajar no tenía escapatoria, y por el bien de sus bebés, sabía que no podría alargar aquella platica, se lo debían, y dejando atrás el orgullo bajo del vehículo y se adentro al lugar.

Cuando entró, aquella cabaña la rubia observo todo, no podía creer lo que veían sus ojos, era hermoso y Albert, sabiendo que Candy tenía hambre se dispuso a prepararle el mejor platillo.

La rubia preguntó por el baño y él  le mostró  donde podía lavarse, para Albert ella lucía hermosa y para ella aunque era guapísimo la verdad en esos momentos sentía cierto rechazo.

Mientras, degustaron los alimentos él quiso tomar su mano y ella lo rechazó, Albert, le contó todo y ella lo escuchó detenidamente pero le dijo:

-Albert, me gustaría creerte, pero la verdad no puedo, estoy muy dolida, y la confianza está rara, me lastimarte mucho con tus palabras y acciones, yo sé qué no eras tú, pero yo no te negare la posibilidad de ver a tus hijos, que te hagas cargo de ellos, pero entre tu y yo no habrá nada.

Albert, entristeció, le dio su espacio en aquella cabaña, convivían el la cuidaba, la alimentaba, y se lamentó por lo que había hecho, una noche, el tomo una botella de vino y lloro amargamente, sentía qué todo lo qué hacía  no significaba nada para la rubia.

Por su parte Candy bajaba poco a poco la guardia, y su corazón pedía que lo perdonara, pero su mente la detenía, cuando lo vio tomado el solo le decía, cuando no tenía memoria, solo cerraba los ojos y ahí estabas tú,  por eso luche por recordar, ella al oír esas palabras sonrió  y recordó el dicho, los niños y borrachos sólo dicen la verdad, después de ello, cómo pudo lo metió a la ducha con agua fría y preparo café cargado y caliente.

Cuando se le hubo bajado la borrachera y totalmente apenado, le dijo a Candy qué regresarían a Quebec y no volvería a saber más de ella, la dejaría libre y sólo mantendrían el contacto por los bebés.

Cosa que le dolió a la rubia pero tal vez era mejor así y entre susurros les habló a sus hijos, y suspiró.

A la mañana siguiente, después de tres semanas alejados del mundo, partían con rumbo a Quebec, lo qué no contaban ambos qué a medio camino Candy, rompería la fuente y sería internada en el Hospital más cercano con calidad de urgente.

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