Capítulo 38: el beso

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Para sorpresa de Trevor, Emma y yo, los chicos daban un concierto. Sí, así de espontáneo fue. Iban a tocar en Satec, ese extraño lugar en el que alguna vez Emma nos invitó a escuchar su poesía.

Así que, cuando nos anunciaron eso, prácticamente todos corrimos para podes ordenar la casa y dejarla en condiciones. Emma también me obligó a cambiarme de ropa.

Protesté mucho.

—Emma, estoy cómoda así, en serio.

Ella puso los ojos en blanco por milésima vez.

—Con esto también vas a estar cómoda—sostuvo en alto un vestido negro que llegaba justo por arriba de mis rodillas.—Y sexy. Cómoda y sexy. Un conjunto letal.

Suspiré.

—Pero...

—Nop. O te lo pones ya o tendré que tirarte al piso y ponértelo yo misma.

Trevor nos miraba con una sonrisa ladeada desde el otro extremo de la habitación de Emma. Ian y la banda se habían ido hacía un rato para poder prepararse, así que nos encontrábamos solos en la casa de Emma.

—Ayúdame, por favor—le pedí a Trevor.

Trevor negó con la cabeza y se sentó en la cama de Emma.

—Ese vestido te quedará fenomenal. Voto por que te lo pongas.

Lo miré indignada.

—Pero...—¿Cómo le decía que me sentía fuera de lugar? ¿Que no me consideraba una persona sexy? No tenía problemas de autoestima, pero ser sexy era ya ir demasiado lejos.—¿Tu que te vas a poner?—le pregunté a Emma.

Ella sonrió y apoyó «mí» vestido al lado de Trevor. Fue hacia su armario y de allí sacó algo muy parecido a la parte de arriba de un traje de baño y una falda muy ajustada y corta.

—Esto—dijo y lo levantó, muy sonriente—. Acabo de ver en Instagram el posteo del concierto, no sé sinceramente cómo no lo vi antes— frunció el ceño—, y el código de vestimenta es elegante. Así que, voy a sacar a relucir a mis nuevas bebés. ¿Tu qué opinas, Trev? ¿Seré como Cenicienta en el baile?

Trevor, que hasta el momento había compartido mínimas palabras con Emma, la miró. Pero la miró realmente. Sentí cómo sus ojos se detenían más de lo normal en los de Emma, que parecía no darse cuenta.

Tragó saliva y volvió a sonreír.

—Lucirás genial. Cenicienta sentirá envidia de ti.

Emma se rio. Pero luego me miró y se puso seria de nuevo.

—Tú—me señaló—. En este vestido. Tienes cinco minutos.—Y directamente lo agarró y me lo revoleó en la cara.

Resoplé y lo quité de mi rostro, para ponerlo en frente mío y mirarlo mejor.

Sabía que no había forma de salir de esta casa sin ese vestido puesto. Cuando Emma quería algo, no paraba hasta conseguirlo.

Cinco minutos después, tenía un vestido puesto, unas botas largas porque empezaba a hacer frío y una chaqueta. Todo cortesía de Emma, por supuesto. Y debía admitir—jamás se lo diría a Emma—que me sentía bastante...a gusto.

Lo cual era un avance.

Nos dirigimos a Satec, caminando por las desiertas calles, y cuando llegamos, vimos que había una larga fila. Era de esperarse. No había nada más que hacer en Mine Concect.

Mientras nos pusimos en la fila, vi que Ian se asomó en la puerta y le dijo algo a uno de los guardias de seguridad. El guardia recorrió con la mirada el lugar y cuando nos encontró, asintió con la cabeza. Ian nos hizo señas para que avanzáramos.

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