Capítulo 20: la cabaña

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La semana se pasó de prisa. Entre exámenes, horas de estudio y baile, ni me había percatado de que ya estábamos a jueves. Y eso significaba que hoy deberían decirme si quedé o no seleccionada para la UPG.

Estaba más nerviosa que cualquier otro día.

Sobre todo, porque no había vuelto a hablar con Horus. Pensé en escribirle millones de veces, incluso llegué a teclear las palabras, pero nunca me atreví a apretar el enviar.

Ahora me encontraba sentada en el sofá de mi casa, mirando fijamente la computadora. Mi madre estaba con la madre de Emma y mi padre estaba con un amigo en Guiston. Emma estaba en clase de poesía y Trevor se encontraba entrenando, por lo que estaba sola.

Necesitaba chocolate. Un rico chocolate vegano.

Me levanté del sofá, y cuando estaba cruzando la puerta de entrada de la cocina, sonó mi celular. Con un suspiro, volví al sofá y atendí.

— ¿Hola?

Silencio.

— ¿Tienes ganas de ver al mejor heladero del mundo?

Mi corazón casi que explota de la emoción. Había extrañado su voz.

—Siempre tengo ganas de hacer eso—. La timidez se sintió en mi voz y maldije mentalmente. Últimamente estaba más abierta que otras veces, todo gracias a Emma, Trevor, Ian, y bueno, a Horus. Pero igualmente, que este chico en particular me esté llamando ponía mis nervios de punta.

Horus rio del otro lado de la línea.

—Me gusta que seas sincera. Abre, que estoy afuera—dijo y cortó la llamada.

Miré para todos lados. ¿Estaba afuera? Esto se estaba haciendo costumbre. Y no sabía si era algo bueno.

Me peiné un poco las ondas del pelo y fui a abrir la puerta.

Mi respiración quedó atascada en el pecho.

Horus estaba tan hermoso como siempre, pero no recordaba el brillo inusual que tenía su... ser. Estaba radiante. Vestía todo de gris y sus ojos resaltaban muchísimo. Llevaba puesta una gorra que tapaba un poco sus facciones, pero lo hacía todavía más atractivo e interesante. Tenía los brazos cruzados, por lo que sus bíceps estaban muy a la vista, ocupando gran parte de mi campo visual.

Mis piernas estaban a punto de ponerse a temblar.

—Buenas noches, Iris—dijo e inclinó la cabeza.—Estaba pensando que podríamos ir a mi casa. Tengo un gran bote de helado esperándote—guiñó el ojo.

Le sonreí en respuesta.

—Claro. Dame un minuto.

Entré a mi casa como un rayo, sin molestarme en cerrar la puerta principal, y subí hasta mi habitación para cambiarme de ropa.

Iba a conocer la casa de Horus.

Eso era emocionante.

Con lo poco que hablaba de sí mismo, hasta había comenzado a pensar que no tenía casa. Nunca hablaba de sus amigos, ni de su familia, ni de su hogar...nada. Era frustrante.

Me puse un par de vaqueros, tomé una sudadera y volví a bajar. Le envié un mensaje a mi madre indicándole que iba a estar fuera, y por fin, me encontré en la puerta de entrada.

Los nervios que sentía no eran tan graves. Era más bien un poco de ansiedad mezclada con alegría. Pasar tanto tiempo con él había apaciguado un poco mis nervios, pero el hecho de que fuera tan condenadamente hermoso y gentil seguía intimidándome la mayoría del tiempo.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora