Capítulo 29: el extraterrestre

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No era solo su cabello...eran sus orejas, que con este corte se veían completamente. Ya no lo llevaba largo, sino que estaba corto, y un poco más largo arriba. Sus facciones parecían más puntiagudas de lo normal y sus orejas eran hermosas y aterradoras. Tenían la punta muy afilada, pero con el nuevo corte de cabello y las facciones...estaba delante de otra persona.

Horus pasó de ser un extraterrestre a ser el extraterrestre. Si antes me parecía un dios, ahora era una especie de dios de los dioses.

—¿Cómo...?—comencé a decir, pero abrió los ojos y toda mi tranquilidad se fue.—¡Pero qué...! ¡Oh, Dios mío, oh, Dios mío! ¡Estas brillando!

Sus ojos brillaban. Literalmente brillaban. No como yo había pensado que estaban radiantes o parecían brillar en otras ocasiones. Esta vez brillaban en serio. Alrededor de sus iris tenía un leve resplandor blanco que no llegaba a tapar el ojo, sino que se amoldaba a este. El color azul y el gris también tenían como un leve resplandor brillante. Era muy raro, pero...para nada espeluznante.

No sabía si largarme a correr o decirle que me pasara la receta para ser así de perfecto.

Horus rio, y sus ojos fueron disminuyendo el brillo, hasta quedar casi igual que siempre. Y digo casi, porque nunca, jamás, lo volvería a ver de la misma manera.

—Horus...—negué con la cabeza, sin palabras.

Asintió con la cabeza.

—Lo sé, tranquila. Hay muchas cosas que tengo que decirte. Pero me pareció el momento correcto para mostrarte cómo soy cuando estoy en mi planeta.

Negando con la cabeza, totalmente fuera de mí, me dejé caer en el sofá.

—No sabía...no sabía que brillabas...

Sonrió de costado y volvió a sentarse al lado mío.

—Pues sí. Pero te mentí un poco—dijo y se mordió el labio. Mi corazón comenzó a bombear fuerte, y para no pensar en nada indecoroso, me imaginé unas flores brillantes. Horus levantó las cejas y frunció el ceño. Pero luego sacudió la cabeza y siguió hablando:

— La verdad es que no es mi estado natural ese brillo. Lo que viste es lo más aumentado que puedo tener. En realidad, en Khracira, ese brillo es más disminuido. Pero bueno, cuando bajo aquí, a la Tierra, me modifico el aspecto para, ya sabes, que la gente no muera del susto.

Asentí con la cabeza.

—Es...hermoso y muy, muy raro a la vez—admití.—¿Por qué me lo has mostrado?

Me miró profundamente.

—Porque quería que vieras cómo soy realmente.—Sonrió de costado.—Volviendo al tema de tus orejas...

Levanté la cabeza de golpe y lo miré. Me había olvidado de eso luego del numerito del brillo.

—¿Alguna vez te preguntaste por qué tus orejas son así?—siguió hablando—. ¿O por qué tu pelo natural es color blanco? Sí, lo sé. ¿O por qué tus ojos son tan maravillosos, pero distintos a los de las personas de aquí?

Tragué saliva.

—Siento que todas esas preguntas están relacionadas.

Levantó las cejas.

—Excelente observación, Iris—respondió con ironía, y reímos.—Pero volviendo al tema, ¿te lo has preguntado?

Mordí mi labio y levanté la mirada al techo.

—Sabes que sí—respondí con un hilo de voz.

—Bien, tengo otra historia para contarte. Solo si quieres.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora