Capítulo 6: heladería

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La pradera que estaba en frente al río que cruza Mine Concect todos los fines de semana se llenaba de gente. Más allá de que eran los días de descanso, también era porque había una feria artesanal. Era una de las cosas más lindas con las que contaba este pueblo, aparte de las montañas que lo rodeaban. El atardecer se veía en el horizonte, una mezcla de colores muy vivos: rojo, naranja y rosa.

Con Trevor y Emma nos encantaba hacer picnics aquí. Y si bien se encontraban muchas personas, había partes más alejadas en las que uno podía estar más tranquilo. Hoy nos habíamos sentado en una de las puntas, en donde el césped estaba más crecido.

—Tengo ganas de ir al baño—dijo Emma, y me miró sugestivamente.—¿Me acompañas?

Trevor soltó un quejido.

—¿Por qué las mujeres siempre van al baño juntas?—preguntó.

Reí.

—Por muchas razones, Trev, por muchas.

Del otro lado de la pradera había puestos que vendían comida y al lado estaba la heladería principal del pueblo, que es a donde nos dirigíamos. Emma tenía la vejiga muy pero muy chica, así que en casi todos los locales del centro la conocían por ir a sus baños. Este lugar no era la excepción, así que cuando entró y se dirigió al baño, saludó a los chicos que estaban trabajando allí. Yo me senté en una de las mesas a esperar a que saliera y continué mirando hacia afuera. El día estaba híper soleado y me había puesto unas gafas de sol bien oscuras para que no me molestara, y de paso ocultar mis ojos y evitar que la gente se me quedara mirando fijamente.

—¿Quieres algo del menú?

Abrí la boca para decir que no, pero cuando levanté la mirada, me quedé de piedra.

Horus se encontraba en frente mío. Llevaba un delantal de la heladería, combinado con una remera y pantalones negros. Su pelo estaba un poco más corto que la última vez que lo vi, pero seguía cubriéndole la mitad superior de las orejas.

Sus ojos me resultaron igual de impactantes que las otras veces. No por ser diferentes, sino porque tenían algo extraño... Me los quedé mirando un poco más y un pensamiento me asaltó, tomándome por sorpresa: esos ojos no tenían maldad.

Parpadeé un par de veces y fruncí el ceño, mirándolo en profundidad. ¿Maldad? ¿Desde cuándo me fijaba en si los ojos tenían maldad? Cielos. Esto se estaba descontrolando un poco. Pero continué viéndolo, y por dios, era...verdad. Eran ojos muy claros y muy... ¿puros? Ambos me miraban atentos, pero tenían un brillo súper extraño que...

—¿Hola?—Su voz me devolvió al presente. Me miraba un poco divertido, pero cauteloso.

Sacudí la cabeza y me sonrojé. Me había quedado mirándolo demasiado tiempo, pero es que ¿cómo no hacerlo?

—No, gracias—dije respondiendo a su pregunta anterior.—Eres...eres tú.

Mi voz salió aguda e insegura, y la odié. No era muy buena hablando con gente nueva, y menos con un chico así de hermoso, y más considerando los extraños sucesos que pasaron anteriormente.

Horus sonrió.

—Soy yo. Pero, ¿qué significa eso?

Entorné los ojos, confundida. ¿Lo decía como una pregunta retórica? ¿No se acordaba de mí? Pero...sabía mi nombre. Y el instituto a donde iba.

Sin dudas, sabía quién era yo.

Me levanté de un salto, con el corazón en la garganta, y esta vez mi voz vaciló solo un poco.

—Tú... eres el extraño que sabe demasiadas cosas sobre mí—. Mi mano comenzó a temblar, y la metí en el bolsillo de mis shorts.

Odiaba ser tan frágil.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora