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𝟐𝟓 𝐝𝐞 𝐟𝐞𝐛𝐫𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟐.
𝐌𝐨𝐧𝐭𝐞𝐜𝐚𝐫𝐥𝐨, 𝐌𝐨𝐧𝐚𝐜𝐨.
Los ojos de Julie se abren por los rayos de sol que se cuelan por la ventana. La castaña se estira en la cama intentando acomodar sus huesos y unos segundos después se levanta. Berlín necesita que le abra las puertas del balcón para tomar un poco de aire.
El perfecto vestido rojo que Camille diseñó para ella está colgado en la sala de estar para que sobreviva sin ninguna arruga.
—Ber, ven. —llama al pequeño cachorro que rápidamente se acerca moviendo la colita y entendiendo que es su momento de libertad.
La castaña se toma algunos minutos para observar aquel trozo de tela precioso que Camille ha hecho para la ocasión y no puede evitar soltar un suspiro y luego negar con la cabeza cuando la imagen de Charles aparece en su mente.
De verdad deseaba que él la acompañara. En aquel momento no le importarían las miradas sobre ellos, simplemente se sentiría demasiado feliz si Charles se presentara allí.
Pero no lo haría.
Porque su trabajo siempre estaría primero.
Un rato después, intentando alejar sus pensamientos intrusivos, Julie prepara un café y se sienta sobre el mesón de la cocina para desayunar en paz. O al menos intentarlo porque su móvil vibra y perturba toda su paz mental.
Es Charles y le está haciendo una videollamada.
—Estoy horrible así que solo verás el techo mientras yo tomo mi café. —murmura Julie, apoyando el móvil a un lado suyo.
—Imposible que estés fea, Julie.
—Demasiado posible. —dice soltando una risa. —¿Qué tal estás?
—Cansado. —suelta un suspiro y la castaña voltea su mirada para observarlo. Leclerc se toca el pelo y luego sacude un poco cabeza. —¿Y tú, cariño? ¿Estás nerviosa?
Julie se encoge de hombros y niega con la cabeza, pero luego recuerda que Charles no puede observarla y habla.
—No sé si nerviosa sea la palabra, más bien estoy ansiosa.
—¿Pierre ya está allí? —toma un sorbo de su café.
—Mjm. Llegaron ayer por la tarde y dejaron el vestido en casa. —cuenta. —Ya están todos aquí. Mick y Hannie llegaron por la noche.